Desgraciadamente, el alcohol, las drogas y la afición por las armas de fuego protagonizaban el día a día de nuestro protagonista. Una lesión de columna mal curada lo llevó a consumir morfina, cosa que no hizo más que empeorar la situación. El 1 de enero de 1953, Hank Williams falleció en la parte trasera del Cadillac que lo llevaba a un concierto. Su médico le había inyectado un par de dosis de vitamina B-12 y de morfina, para que pudiese actuar en condiciones –algo que no conseguía hacer casi nunca en los últimos tiempos- pero no llegó vivo a la actuación. Premonitoriamente, la última canción grabada por Hank Williams había sido “I’ll never get out of this world alive”: No saldré vivo de este mundo.
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