Sin fuego no hay supervivencia

Los equipos llegan al segundo Juego de Inmunidad de forma totalmente diferente. Los Cóndores (jóvenes, guapos y deportistas) llegan con la moral de quien empieza asestando el primer golpe. Los Pumas (temperamentales, viscerales y huerfanos de un capitán) llegan con el equipo dividido y con la moral por los suelos. Pero los animales heridos son doblemente peligrosos.

El ganador del juego de Inmunidad ganará el campamento rico y, sobre todo, las comodidades del fuego. Con fuego la comida tiene sentido y el cuerpo recupera el calor necesario para disfrutar de la experiencia. Sin fuego el panorama es devastador.

Entre los Pumas, Alonso afronta un reciclaje que puede resultar traumático. Por su culpa Llata ya no está en el equipo. Se cargó a uno de los fuertes y ,según Iñaki, se ha convertido en el cáncer del equipo. Si vuelven a perder él será la cabeza de turco, con el beneplácito de Korta y del capitán más mosqueado de todos los tiempos, Juanito Oiarzabal.

En el Juego ambos equipos deberán encender una antorcha con un pebetero situado en el interior de un lago. El equipo que sea capaz de trepar por un enorme tronco y encender el fuego de la meta se llevará el premio y dejará al rival tocado del ala por mucho tiempo.