CIUDAD DE VIDA Y MUERTE se convirtió, tras su pase en el último ZINEMALDIA, en una clara candidata a la CONCHA DE ORO, que consiguió pocos días después, y en un film de prestigio, porque tenía una serie de elementos muy apreciados por espectadores y críticos.

Se basa en una historia real, cuenta unos hechos dramáticos bastante ignorados, lo hace con aparente realismo e invierte dos horas y media de imágenes en blanco y negro en hacerlo.

Durante la guerra chino-japonesa que acompañó a la segunda guerra mundial, los nipones entraron en NANKING a sangre y fuego y tras violentas batallas sometieron a los combatientes a ejecuciones arbitrarias y a la población a una represión inhumana.

La película recoge las historias de algunos personajes con variada fortuna. Entiendo que es una película para gustar, y mucho, porque la producción es espectacular. Y ahí es donde encuentro los mayores defectos del film. Porque si se trata de contar los horrores de la guerra no podemos diseñar una película como si de un espectáculo lujoso se tratara.

Es difícil de creer que todos los soldados peleen como RAMBO o que los combatientes y los civiles represaliados sean todos guapos y elegantes, y todo parezca pensado para que el espectador se estremezca con escalofríos de diseño. Y es que la guerra seguramente es otra cosa mas sucia, mas dolorosa, mas miserable. Y por eso no acabo de creerme CIUDAD DE VIDA Y MUERTE. Porque se le nota demasiado el artificio.

Que le vamos a hacer. Pero si sirve para que salgamos del cine solidarizándonos con el sufrimiento de los otros y, por un rato, nos sintamos mejores personas, bienvenida sea.