Estábamos en los años ochenta, aquellos que vendían comida recalentada como si fuera un descubrimiento. Nos habíamos librado de la modernidad, para vivir en la posmodernidad o a lo que así llamábamos. La música había cambiado y todo parecía ser pop. La movida continuaba. Necesitábamos una estética nueva cada día. Y entonces llegó ADRIAN LYNE, que había tenido éxito con FLASHDANCE, una película en la estela de FIEBRE DEL SÁBADO NOCHE. Y propuso el superexperimento.

Una pareja se encuentra, practica sexo, se ama, practica sexo, se odia, practica sexo y así hasta completar el minutado. Ella era muy guapa y se entregaba, él muy interesante y se distanciaba. Vestían supermodernos, se desnudaban rápido. La nada se adueñaba de la pantalla, pero ella era muy guapa y él muy interesante. Y comían cerezas.

Ella venía de triunfar en NUNCA DIGAS NUNCA JAMÁS, el retorno de SEAN CONNERY al papel de JAMES BOND. Él de ser EL CHICO DE LA MOTO en LA LEY DE LA CALLE de COPPOLA y el héroe reticente de MANHATTAN SUR. No eran buenos intérpretes pero tampoco lo necesitaban. Eran guapos. Fueron los triunfadores del año. Todavía se les recuerda.

Salieron mal de aquella experiencia y han seguido trabajando en lo suyo desde entonces con variada fortuna. KIM BASINGER insistió hasta conseguir su  OSCAR por L. A. CONFIDENTIAL y MICKEY ROURKE entró en barrena tras rodar EL BORRACHO hasta conseguir ser solamente contratado cuando alguien necesitaba un personaje deformado como en SIN CITY, EL LUCHADOR y IRON MAN 2. Hay quienes sostienen que acabaron convirtiéndose en buenos actores, pero seguramente solo acabaron pareciéndose a sí mismos.

LYNE, por su parte, siguió haciendo cine “diferente” (ATRACCIÓN FATAL, UNA PROPOSICIÓN INDECENTE, LOLITA) y lleva diez años sin dirigir. Todos juntos nos dejaron uno de los signos de una época. Su recuerdo nos sirve para descubrir que hace mucho tiempo que se hace cine malo y que los espectadores también entonces estaban fascinados por el sexo.

Félix Linares