Inteligencia emocional

¡Elemental, querido Watson!

Bajo el título “Este bebé con un casco tiene la clave para entrenar la IA” leo con inquietud un artículo en la MIT technology review de febrero. En un experimento recién publicado, un equipo de investigadores de la Universidad de Nueva York se preguntó si la IA podría aprender como un bebé.

Para descifrar este enigma, colocaron un casco con una cámara en la cabeza de un niño australiano de seis meses: Sam. Y recogieron momentos de su vida hasta los dos años. Así han tratado de entender cómo se relaciona con los objetos, cómo forma su lenguaje y cómo otorga significado a los objetos.

Al parecer, mientras la IA necesita entrenarse con conjuntos de datos masivos y millones de palabras para escribir un inglés aceptable, las y los niños -con solo una pequeña fracción de esos datos- son capaces de comunicarse con solvencia a los tres años. Es decir, la inteligencia artificial puede aprender mucho de los bebés.

Nacer tan incompletos, tan “sin hacer” es una gran ventaja evolutiva. Y quienes desarrollan la IA se proponen con este estudio entrenar mejor los modelos de IA, construir mejores modelos y acercarnos a una inteligencia artificial más parecida a la humana.

Inmediatamente, otro experimento, también relacionado con el aprendizaje e igualmente controvertido, ha venido a mi cabeza: el realizado por J.B. Watson con el pequeño Albert en 1920. En pocas palabras, para demostrar cómo los principios del condicionamiento clásico planteados por Iván Pávlov, podían aplicarse en la reacción de miedo de un niño ante una rata blanca, Watson realizó el siguiente experimento.

Asociando la aparición de una rata blanca al tiempo que se producía un ruido fuerte (golpeando una barra metálica detrás de la cabeza del pequeño Albert cuando éste tenía 11 meses y tres días) tras varios ensayos, el niño lloraba ante la presencia de la rata. Posteriormente generalizó su respuesta llorando también ante perros, ropas de lana, un abrigo de piel, etc.

En definitiva, el pequeño Albert aprendió a temer a la pequeña rata como años antes el perro de Pavlov (aquí tienes una versión musical de Ana B. Savage) aprendió a salivar al sonido del metrónomo.

Hoy, nadie dudaría en descalificar el experimento por poco ético. Tampoco creo que superara el cedazo de la ciencia ciudadana al servicio de la sociedad.

Sin embargo, parece que la IA goza de patente de corso. Se ha convertido en el nuevo oráculo de Delfos (aquél de “conócete a ti mismo”). Postrados ante su altar parece que todo vale. Nos apasiona. Convencidos de que vamos a ganar mientras que su desarrollo está espoleado por quienes -pase lo que pase- nada van a perder. Siempre ganan.

Y le entregamos nuestro bien más preciado, nuestra alma en forma de datos. Todo a su mayor gloria. Ella, por su parte, calcula y calibra. Sin emocionarse. Alexitímica.

El diablo se esconde en los pequeños detalles y es acreedor exigente: siempre se cobra las deudas con intereses.

El fin no justifica los medios.

Así de elemental, querido Watson

Algoritmos

Imagen de Chen en Pixabay

Matrix (1999), Ready Player One (2018), Blade Runner (1982), Yo, robot (2004), Terminator (1984), 2001: Una odisea del espacio (1968), entre otras muchas, son películas de ciencia ficción que han dado imagen, sonido y acción —y alas a la imaginación— en torno a la inteligencia artificial (IA), los cíborgs y humanoides, la realidad —virtual o aumentada—, las inquietantes distopías y las inciertas perspectivas de futuro de la humanidad tal como la conocemos.

Con la reciente puesta en escena de la IA generativa de texto, imagen, sonido y vídeo y su rápida difusión mediática, lo que parece es que se nos quiere hacer creer que toda esta innovación tecnológica ha surgido como por arte de magia, intervención esotérica, alienígena o metafísica o, incluso, evolucionando por sí misma como cualquier ser —micro o macroscópico— y acabará, autónoma e independientemente, dominando —o destruyendo— a la humanidad.

Creo que somos muchas las personas para quienes ni el arte del ilusionismo, a través de trucos, juegos y efectos disuasorios con apariencia real, ni los extraterrestres, las personas iniciadas o las divinidades, reales o ficticias, están influyendo, ni directa ni indirectamente, en esta evolución y, mucho menos, que sea ella quien lo haga por su cuenta. Como queda dicho por las fechas de las películas antes citadas, y los datos históricos de la ciencia, desde finales del siglo XIX y, sobre todo desde mediados del XX, la utilización de las máquinas para la realización de cálculos, resolución de problemas y búsqueda de mejores alternativas es un hecho.

Es ahora cuando reclama aquí su presencia el gran protagonista, del que tanto se habla, y a quien se señala como culpable de todas las presentes y futuras desgracias o se alaba como artífice de las victorias y éxitos relacionados: el algoritmo, los algoritmos.

¿Qué es un algoritmo informático? Un conjunto de instrucciones limitadas, definidas y ordenadas, cuyo objeto es la resolución de un problema, la realización de un cálculo o el desarrollo de una determinada tarea. Es decir, un algoritmo es un procedimiento ordenado paso por paso para conseguir exitosamente un fin previamente definido.

Esto me recuerda, como definición y estructura, otra cosa: una receta de cocina. Previos: se necesita aceite, una sartén, sal, espumadera, plato y un huevo —recalcular cantidades de aceite y sal según el número de huevos—. Calentar una cantidad suficiente en la sartén (algo menos de un dedo) y esperar a que coja buena temperatura sin que llegue a humear. Abrir el huevo con cuidado y deslizarlo cuidadosamente en la sartén lo más cerca posible del aceite. Dejar pasar unos tres minutos, extraer el huevo ya frito con la espumadera y ponerlo sobre el plato. Espolvorear una pequeña cantidad de sal sobre la yema y la clara.

El algoritmo de una red social recoge mis datos personales y almacena el número de veces que busco determinados datos o visito ciertos contenidos y por cuánto tiempo. Se pondrá a buscar otros similares y me los irá sirviendo poco a poco para satisfacer mis gustos o reforzar mis opiniones y posturas. Sazonará la mezcla con elementos de otras personas con gustos parecidos a los míos, para “enriquecer” mi acervo al respecto.

La receta, por sí misma, no hace nada. Si quien la escribe sustituye, por ejemplo, la sal por ricina convierte en letal una sencilla comida. El algoritmo, per se, tampoco hace nada. Todo depende de quién lo escriba. Y de para y por qué…

Como usuario, debo ser consciente de que los algoritmos han sido programados (escritos) por alguien que trabaja para una compañía, un sello comercial o una corriente ideológica, política o religiosa y que sus intereses y sesgos, camuflados tras la información —incluida en textos, imágenes, sonidos y vídeos—, podrían estar condicionándome para no contrastarlos con otras fuentes o para manipularme sutilmente y hacerme, sin apenas darme cuenta, ajustar mi conducta a sus intereses.

Semana de COM-PASIÓN

Pensando en qué escribir en esta entrada, me topé varias veces con un término que pocas veces utilizo: COMPASIÓN. Palabra que últimamente me resuena mucho, porque en un mismo día me llegó por dos vía distintas. Por un lado, en una conversación con una persona muy cercana, me dijo que yo no tenía ni idea lo que era la compasión, lo que, como se puede entender, me afectó mucho.  Y al mismo tiempo una gran amiga, que siempre está en búsqueda interior, me comentó que se había inscrito en un taller de compasión. En ese momento fui consciente de que, al igual que otros aspectos de la Inteligencia Emocional (IE), podría trabajar la compasión.

La RAE define la compasión como el “sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien”. Además, define algunos sinónimos que nos pueden servir para entrar en la relación con la otra persona: condolencia, ternura, piedad, misericordia, caridad, clemencia, solidaridad, humanidad.

En mi humilde comprensión, la compasión, como aspecto de la IE, es un paso que va más allá de la empatía. No es solo identificarse con algo y con alguien, es sufrir con quien sufre. Es hacerse uno con la otra persona.  En palabras de Chiara Lubich es “ponerle en condiciones de que sea el primero en actuar, que pueda tomar la iniciativa, podríamos decir: de que sea el primero en amar.  Para que esto suceda, debemos ponernos a su disposición, acercarnos a él estando completamente vacíos de nosotros mismos”.

Recuerdo que hace muchos años escuché a alguien decir que no le gustaba la palabra “caridad”, que la sentía como una ayuda a otra persona por pena. Quizá es que en nuestra cultura hemos depreciado este término. Sin embargo, creo que como criterio emocional nos puede servir mucho si le damos el valor de constructo emocional, si la recuperamos y somos conscientes de que podemos sufrir con quien sufre.  En pleno confinamiento por la pandemia del Covid-19, Arantza Echaniz (2020) escribía en este mismo blog que “hay que recuperar la virtud de la compasión (padecer con) y evitar el sufrimiento de las otras personas comprometiéndonos con ellas”.

La compasión, como afirma Goleman, “es la diferencia que hay entre comprender y cuidar; es el tipo de amor que un padre siente por un hijo” (Ovans, 2022). La compasión tiene un impacto tremendamente positivo en la manera en que nos relacionamos.

Esta entrada en el blog de IE, se publica, casualmente, al inicio de la Semana Santa. Para algunas personas esta semana tiene un profundo significado religioso, el significado extremo de la compasión.  Chiara Lubich lo plasmaba en un escrito (Vandeleene, 2001, traducción propia):

“Nos bastaba con vernos parecidos a ti, al menos un poco y unir nuestro dolor al tuyo […],

Para que tuviéramos la luz, te disminuyo la vista,

Para que tuviéramos la unión, probaste la separación del Padre,

Para que poseyéramos la sabiduría, te hiciste ignorante,

Para que nos revistiéramos de la inocencia, te hiciste ‘pecado’,

Para que Dios estuviera en nosotros, lo probaste lejano de ti”.

Pero la compasión es un valor universal.  En el budismo antiguo, el Buda Gotama insistió con sus enseñanzas en que se pusieran en práctica los cuatro valores del amor universal: la benevolencia, a través de la cual se ruega por la felicidad de todos los seres vivos; la compasión por el sufrimiento de los otros seres; la alegría al contemplar la felicidad de los demás, y la ecuanimidad, entendida como la capacidad para sacrificarnos por los otros sin esperar nada a cambio (Villamor Herrero, 2021).

La compasión, definida como un sufrir con el otro, participar en el sufrimiento con un sentimiento de hermandad, debe ser distinguida de otras formas de unión afectiva como la empatía, la piedad, la simpatía o la pena.  De todas estas, la simpatía está más próxima a la compasión, porque se refiere a compartir sentimientos y a un sentimiento de hermandad con otros seres humanos, a pesar de que se encuentren en dificultad (Del Río Villegas, 2014).

Esta semana, de vacaciones, de descanso, de reflexión, aprovechemos para co-experimentar con quien sufre. No nos quedemos en la empatía, en la piedad o en la pena.  Intentemos ser compasivos, o simpáticos.

Referencias

LA TORTURA DE LA DUDA

Una de las crisis existenciales más importantes del ser humano es la provocada por la duda. La indecisión continua se convierte en una verdadera tortura y en una gran fuente de sufrimiento. La batalla mental sobre qué decisión tomar, el análisis perpetuo y la incapacidad de decidir o resolver a menudo conllevan la llamada parálisis por análisis.

Habitualmente acompañó a personas que quieren hacer un cambio profesional pero que se sienten incapaces de llevarlo a cabo. En el campo de las relaciones de trabajo, conocer los impedimentos inconscientes que impiden tomar la decisión es clave. Debemos Indagar sobre la relación que ha habido con su familia de origen, con el trabajo, el dinero, y averiguar cómo fue la relación con su figura paterna de referencia, ¿si estuvo presente en su vida? ¿si le reconoció, le impulso? ¿Si valoraron sus logros? La dificultad para hacer cambios en el entorno laboral reside en un quiebre de la confianza en uno mismo y en la vida.

 

La otra gran dificultad dubitativa que nos acompaña en la vida son las relaciones afectivas. Es frecuente que se aproximen a la terapia personas que tienen dificultades en su relación de pareja. La mayoría saben que su relación no les hace felices, pero se siente incapaces de romperla. Y es que inconscientemente romper con la pareja, “es romper con la madre” a la que siento y debo lealtad.

Hace poco alguien me confesaba, “ayer me encontré con mi ex mujer y aún me sentía culpable por haberla dejado después de diez años. El precio que pagué por mi libertad fue la culpabilidad”. Y en efecto, la libertad de ser uno mismo conlleva responsabilidad y “abandonar al clan y su juego de lealtades”, de esta manera, dejar atrás esta “falsa lealtad” es lo que nos convierte en seres adultos y maduros. Cuando nos quedamos en una relación que no nos hace felices nos quedamos en el niño que se victimiza y que está indefenso ante las vicisitudes de la vida.

Sentir culpa por dejar a alguien es narcisista, es no ver al otro, no ver su poder, ni su capacidad, ni su fortaleza para superarse. Debajo de esa culpabilidad subyace la creencia que eres el artice de la relación y que de alguna manera la sigues controlando. Queremos relaciones estables cuando la inestabilidad es la columna vertebral de una relación afectiva.

Cuando alguien me pregunta sobre como decidir, siempre aconsejo hacer un proceso terapéutico profundo, en el que habrá que atravesar el valle del dolor del cual no podemos escapar, para después poder aplicar bien la fórmula de la coherencia.

Formula de la coherencia

1.- Cuéntate la verdad. Si no hubiera terceras personas implicadas, sin hacer daño, si nadie se enterará de nada, ¿tú qué harías?

2.- Atraviesa la verdad. No es tan peligroso como lo imaginabas y los resultados son buenos parar todos los implicados, aunque no lo parezca.

3.- Define tu visión. Mira la persona que quieres ser y que quieres dejar de ser. Imagina la persona en que quieres convertirte.

4.- Ve a la acción. No decidir es una forma de elegir, que siempre va en contra de ti.

 

¡Busca tu coherencia! A veces, nos pasamos media vida inmersos en las dudas, peleados con la razón y con nosotros mismos, y se nos olvida vivir.

 

 

 

Sobre líderes y liderazgo

El pasado 27 de febrero tuvo lugar la conferencia “Liderazgo para la transformación social” organizada por DeustoForum. El ponente, Chris Lowney, es miembro del Consejo de Administración CommonSpirit Health, el mayor sistema sanitario sin ánimo de lucro de Estados Unidos. Fue seminarista jesuita y más tarde Director Gerente de J.P. Morgan & Co en tres continentes. Es un reconocido conferenciante y ha escrito varios libros. Además, el 1 de marzo fue el padrino de promoción de los Másteres de la Deusto Business School (DBS), entre quienes se encontraba mi hijo pequeño.

Al acabar la conferencia me encontré con dos de mis alumnos a quienes pregunté qué les había parecido. Su respuesta fue: “Esperábamos más de alguien que ha tenido un alto cargo en J.P. Morgan & Co”. Mi opinión difería por completo, tal vez porque estoy en una etapa de vida muy diferente. A mí me sorprendió muy gratamente que alguien que con un recorrido vital y profesional tan rico, con mucha reflexión sobre el liderazgo, llegara a conclusiones que comparto plenamente. Asimismo, se veía claramente la impronta de la espiritualidad ignaciana.

Si pensamos en cómo son y qué hacen quienes consideramos buenos líderes (o lideresas) podemos descubrir que cada persona tenemos muchas de esas características. Además, todos y todas marcamos camino y ejercemos influencia sobre otras personas. La vida nos da muchas oportunidades de liderar lo que supone una gran responsabilidad. Sus palabras me recordaron una frase de Bennis (1990: 3): “En realidad el proceso de convertirse en líder es muy parecido al proceso de convertirse en un ser humano bien integrado. Para el líder, como para la persona bien integrada, su carrera profesional es la vida. Discutir el proceso en términos de ‘líderes’ es sólo una forma de concretarlo”.

El liderazgo es servicio, lo que tiene mucho que ver con un término muy ignaciano, la Cura Personalis [entendida como “el cuidado integral de la persona a través del acompañamiento, que se realiza desde el amor y el servicio para que el otro crezca, respetando sus particulares circunstancias y con aprecio a sus capacidades y necesidades” (Centro Virtual de Pedagogía Ignaciana, 2018)]. Amar es querer el bien y el desarrollo de la otra persona.

Del discurso de Lowney a la promoción de los Másteres de la DBS me quedo con los cuatro aprendizajes de cuando hizo el camino de Santiago, en el que, metafóricamente dijo que San Ignacio puede ser un “buen compañero”, y que sirven para cualquier persona en su proceso de desarrollo.

  1. Pon mucho corazón en todo lo que hagas. Sigue intentándolo “a pesar de las ampollas”.
  2. Vive con un propósito. Recuerda cada día qué es lo verdaderamente importante. Júntate con amistades que te lo recuerden. Toma un tiempo cada día para reflexionar (una herramienta buena para ello es el examen o pausa ignaciana, que ayuda a revisar el día desde la gratitud).
  3. Estás aquí al servicio de algo superior. No puedes controlarlo todo, ni siquiera tu salud. Reflexiona sobre cómo puedes utilizar mejor tus capacidades. Y confía…
  4. La vida no será como la imaginas ahora. Hay que vivirla hacia adelante, pero sólo se entiende hacia atrás. Es la única forma de ver los patrones, el sentido. Lowney contó que un sacerdote le dijo: “Encontrarás lo que buscas… Si buscas a Dios, te encontrará”.

La misma semana, el 29 de febrero, tuvo lugar otro acto muy diferente, pero del que también se pueden sacar lecciones importantes de liderazgo (Universidad de Deusto, 2023). En el mismo, Rosa Escandell y William Kikanae Ole Pere nos presentaron cómo la vida les unió para llevar adelante un sueño: que la Comunidad Masái sea dueña de su destino. Para ello crearon ADCAM, una Asociación sin ánimo de lucro, que incluye proyectos como SAWA MARA (un Eco Lodge sostenible), Nómadas  (un co-working peculiar), MARA VISION SCHOOL (una escuela-residencia) y una cooperativa que da trabajo a más de 1.000 mujeres Masái. Para mí, el principal aprendizaje fue el poder de la visión, ingrediente esencial del liderazgo. Rosa dejó una trayectoria profesional muy interesante porque se cansó de “hacer más ricos a los ricos” y quería dedicarse a un proyecto con sentido. William renunció a una beca de estudios en Estados Unidos para quedarse entre los suyos y trabajar por el avance y desarrollo de las mujeres (algo contracultural en su tierra) y para llevar la educación a su comunidad.

Para terminar, unas palabras de William que son muy inspiradoras: “Los masáis somos personas que somos felices siempre. Como nosotros decimos: ‘Hakuna matata’. Haya o no haya comida, haya o no haya problemas, siempre somos felices. Amamos al prójimo y compartimos lo que tenemos. Así somos los masáis” (Aprendemos Juntos 2030, 2023a).

Referencias

 

 

 

¿Por qué soy feminista?

La campaña del 8 de marzo de 2024 de Emakunde lleva con lema “Orgullosas”, acompañado de la frase: “Detrás de cada mujer empoderada ha habido otras mujeres impulsándola a serlo”. En una entrada anterior explicaba cómo el orgullo, junto con la vergüenza y la culpa, “son esenciales para dirigir y controlar el comportamiento en consonancia con los valores morales”, son unas auténticas brújulas morales (Echaniz Barrondo, 2021). Hoy quiero reivindicar y poner en valor el papel de todas las mujeres que apoyan y empoderan a otras mujeres, mujeres que apuestan por la sororidad (Echaniz Barrondo, 2018). Y quiero tener un recuerdo agradecido a una gran amiga recientemente fallecida, Lumi Velázquez, quien me enseñó el verdadero significado de la sororidad y del compromiso con la igualdad.

Hemos avanzado mucho, pero todavía falta un largo camino para la verdadera igualdad de oportunidades. Según el Foro Económico Mundial (2023), la brecha de género se ha reducido hasta el nivel de 2019 (la pandemia supuso un retroceso importante en la igualdad de oportunidades), pero el año previsto para alcanzar la paridad es el mismo que el del año pasado: 2154. No es el mismo en todas las regiones del mundo, pero en cualquier caso es demasiado tiempo… Ni yo, ni mis hijos, ni mis nietas y nietos (si algún día los tengo) la veremos. Cuando explico esto en clase, se genera mucho revuelo y hay voces (sobre todo masculinas) que insisten en que es imposible, que no hay desigualdad de género, que legalmente está prohibido. Además, aflora el tecno-optimismo que parece promulgar que lo que las personas no somos (ni hemos sido) capaces de solucionar lo harán las máquinas. Y me sorprende que todavía haya gente que no se ha enterado de que existen sesgos, y los algoritmos los reproducen y amplifican.

Es fundamental empoderar a mujeres y niñas. Como señala ONU Mujeres (2024) “Invertir en las mujeres es tanto un imperativo económico como una cuestión de derechos humanos. (…) Los sistemas financieros y económicos de los que nos hemos dotado no favorecen la igualdad de género. (…)  Los recursos financieros son necesarios para que las mujeres realicen sus derechos. (…) Las mujeres que prosperan impulsan economías prósperas”. Asimismo, es importante no cesar en la lucha por la igualdad de oportunidades para todas las personas. Pero no es fácil mantener el pulso.

Quiero terminar con el párrafo final de la introducción de mi tesis doctoral: “Ha habido quien se ha leído el presente trabajo y nos ha preguntado: ‘¿Qué pensaría Simone de Beauvoir de esta tesis?’. Nuestra respuesta fue contundente -y coincidente con la percepción de quien nos la hizo-: ‘Que está alienada’. Al final, la educación, los hábitos, las costumbres… nos hacen caer, en cierta medida, en aquello que queremos evitar, la ‘trampa’ de la sociedad. En ocasiones, acabamos reproduciendo inconscientemente aquellos mecanismos que hacen que las desigualdades permanezcan cuando nuestro objetivo era combatirlos” (Echaniz Barrondo, 2001). Suelo tener muy presente esta anécdota que me recuerda por qué soy feminista, por qué no se puede bajar la guardia… Además, estos días he recibido un vídeo, “La feminista blandengue”, que me la ha recordado con fuerza.

Referencias

Solo15 minutos y tendrás una vida de más calidad

Por Rogelio Fernández Ortea

15 minutos al día, en tu casa, solo 15 minutos y tendrás una vida de más calidad. Solo tienes que experimentarlo y hacerlo. ¿Qué? Meditar.

Esto que parece tan sencillo, tan sabido, tan barato es un elemento para nuestro bienestar que nos cuesta mucho hacer y que incluso minusvaloramos por ser algo de los “hierbas”, un poco hippy, y no es así.

Meditar, hacer meditación, según la RAE, significa “práctica mental y corporal dirigida a alcanzar un estado de relajación y plena concentración”.  La MGC mutua apunta a que “estas técnicas ayudan a reducir el estrés y a aumentar el bienestar en general”. Siguiendo con estos apuntes, Clínica Mayo señala entre los beneficios emocionales y físicos de meditar la bajada de la presión arterial y la frecuencia cardiaca, mejorar el sueño, reducción en emociones negativas, controlar mejor el estés… Y sigue cuando habla de meditación y enfermedad a la mejora de afecciones como ansiedad, asma hipertensión, depresión, dolor crónico… y entonces, ¿por qué no la practicamos?

Existen ya estudios que se orientan a avanzar en el conocimiento acerca de por qué no hacemos las cosas que nos hacen sentir mejor, pero la intención de este escrito no es ahondar en ello, sino a instarles a romper la barrera de los prejuicios y de la pereza y a comenzar con la práctica meditativa y si la hacen ya, felicitarles y animarles a que sigan y profundicen en ella. ¿Qué tipo de meditación?… la que mejor les vaya, prueben varias, siempre comenzando con buenos maestros o maestras.

Hay meditaciones estáticas y dinámicas. La revista Business Insider nos habla de Mindfulness, meditación concentrada, en movimiento, de mantras, espiritual, de relajación progresiva, compasiva, trascendental y de visualización. Clínica Mayo, apunta también al Qi gong (Chi kung), la meditación guiada, de mantras, de atención plena, yoga… Como ven muchas tipologías con un único objetivo: aumentar nuestro bienestar físico y mental. ¿Su misterio? La práctica diaria… con 15 minutos suficiente. ¿Cuál elegir? La que más fácil les resulte en un principio, con la que más disfruten, con la o las técnicas que le hagan sentir mejor.

En un tiempo donde las nuevas tecnologías empiezan a permitir entrar en nuestra mente y existen empresas dedicadas a ello como Neuralink con su dispositivo Telepathy, considero que debemos hacernos más responsables si cabe de nosotros mismos como entes humanos evolucionados, como personas, y no dejar al albur de nuevas realidades nuestra comprensión y gestión de nuestra mente. Ni tan siquiera dejarlo en las manos de políticos y estudiosos que ya andan en la labor de proteger nuestros derechos, nuestros neuroderechos: caso de Chile.

Hace ya unos años, allá por el 2005, dentro del libro Emociones destructivas, cómo entenderlas y superarlas y como resultado de un retiros que realizaban investigadores de tradición occidental con otros de tradición oriental, el Dalai Lama se preguntaba qué podía aportar la tradición budista a u a un Occidente con tanto sufrimiento. La respuesta era enseñarles a vivir más en el momento presente a través de la meditación.

Termino como empecé… Si practicas 15 minutos al día, en tu casa, solo 15 minutos tendrás una vida de más calidad. Solo tienes que experimentarlo y hacerlo. Vamos a ello.

Resiliencia y autoconocimiento

Hace ahora un año, a raíz de un curso para tutores y tutoras al que asistí, escribí una entrada sobre la resiliencia, esa “capacidad para resistir y recuperarse ante circunstancias adversas, bien de carácter personal o social” que puede entrenarse y conviene hacerlo (Echaniz Barrondo, 2023). Es importante en todos los ámbitos de nuestra vida y en todas las edades. Incluso se empieza a hablar de empresas y organizaciones resilientes. “La gestión de la resiliencia en el trabajo, en sus múltiples formas, es imprescindible para transitar a través de las complejidades y los desafíos imprevistos del paisaje laboral contemporáneo y futuro. La proactividad en la construcción y gestión de una empresa resiliente se perfila, por lo tanto, como un pilar fundamental para el éxito y la sostenibilidad de las empresas en la era post-pandémica y más allá” (Comas Forgas y Arenas, 2023).

He observado que después de la pandemia un comentario habitual entre el profesorado universitario es que cada vez detectamos más problemas de salud mental entre nuestro alumnado. Los resultados del estudio La salud mental en el estudiantado de las universidades españolas no hacen sino confirmar esta preocupación: Más del 50% de las personas estudiadas han percibido la necesidad de apoyo psicológico; así mismo, más del 50% ha realizado alguna consulta sobre salud mental a profesionales sanitarios; en una de cada dos hay prevalencia de ansiedad moderada o grave (Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, 2023).

¿Y qué se puede hacer? ¿Qué nos puede proteger mejor ante las adversidades? En la siguiente tabla podemos ver una serie de factores, tanto individuales como ambientales, ordenados de mayor a menor evidencia (Castellvi Obiols y Llistosella Piñero, 2022):

Me voy a detener en los factores individuales, que tienen mucho que ver con el autoconocimiento, con la mirada sincera y cariñosa para conectar con lo más profundo. Como reza la máxima de San Ignacio: “No el mucho saber harta y satisface al anima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente”. Sentir, conectar con las propias emociones, nos ayuda a conocernos (y conocer a los demás), a tomar buenas decisiones y a aprender. Para que se de esa conexión hace falta silencio y tranquilidad. “El conocimiento que se da en el «corazón» —en el centro íntimo de cada persona— es el que realmente puede satisfacer y dar sentido a una vida” (De la Hormaza, s.f.). Estoy convencida de que a nuestro alumnado le falta entrenamiento en mirar hacia adentro. Viven mucho más hacia afuera y eso les hace más frágiles.

Hace mucho escuché una frase a un profesor que se me quedó grabada: “Nadie da lo que no tiene”. Si no te quieres, si no te tienes en cuenta, si no te cuidas… difícilmente lo podrás hacer por otras personas. Y todo empieza en uno mismo, en una misma, en esa mirada profunda y compasiva. Sólo desde ahí se puede desarrollar la resiliencia y se puede aprender a Vivir como expresa la canción de Rozalén con Estopa:

“Pero sabes

He aprendido tanto, tanto

Esta vida me ofreció una nueva oportunidad

Y sabes, sé bien que es vivir

No hay tiempo para odiar a nadie

Ahora sé reír

Quizá tenía que pasar

No es justo, pero solo así se aprende a valorar”

Referencias

 

 

 

 

The narcissist

Mi amigo Oli es visitante asiduo de este blog. Se lo agradezco. Sin gente como él, este espacio no tendría razón de ser. No tendría su “por qué”.

Me dice que las referencias musicales son la parte que más le gusta de mis posts. Compartimos pasión por la música. ¡qué sería de nosotros sin “just breathe” y tantos otros temazos! Sin melodía no hay relato.

Este post debe su título a “The narcissist” adelanto del último álbum de Blur. Porque sobre narcisismo, salpimentado de soberbia, van las siguientes líneas.

Dice la mitología que Narciso fue el apuesto hijo de una Ninfa. Bello, altivo y engreído, Eco fue una de las víctimas de su vanidoso desprecio por los demás. Incapaz de amar a nadie, Eco fue cruelmente rechazada. Desolada, se desvaneció en el bosque dejando en el aire el eco de su voz.

Más tarde Narciso encontró en su soberbia, su penitencia.

Estaba advertido: años antes, la trágica profecía de un vidente le anunció que llegaría a viejo siempre que “no se conociese a sí mismo”. (Vaya: vidente anti- “conócete a ti mismo”. Al parecer, también en la Antigua Grecia followers y haters se repartían el agora …)

Fue premonitoria su revelación. Profecía autocumplida. Porque borracho de sí mismo, de su propia imagen en un estanque se enamoró. Y, víctima de su amor por sí mismo, en sí mismo se ahogó. Y en el estanque quedó.

Una verdadera lección en tiempos “egosistémicos”. Donde la “gestión del ego” se ha convertido en desmedida voracidad por acumular y consumir evidencias de indicadores vanidosos. En los que siempre sales mejorado. Siempre guapo. Siempre en tu más mejor versión.

Ego y algoritmo se confabulan para saciarte con “lo que quieras oír

Y entre la extensa oferta de productos de la “industria de la felicidad”, no hay lugar para “pepitos grillos“, nada que te refute.

Nadie que te recuerde, victorioso general montado en su cuadriga gloriosa, que también tu eres humano, frágil, y no un dios.

Que la victoria, también la belleza, es efímera.

También para “the narcissist”.

(*) Imagen creada con https://openai.com/dall-e-2

Redes Sociales. Constructoras de Fraternidad Universal.

Foto de Gerd Altmann en Pixabay

Me han pedido que imparta un taller sobre el uso de las Redes Sociales a un grupo de voluntarias y voluntarios del Movimiento de los Focolares (Focolares, Web oficial) provenientes de distintos puntos de España. Primero, me siento agradecido y halagado. Después, tengo un poco de pudor. No soy un experto en el tema. Como en tantas otras cosas, solamente soy un usuario habitual, quizás avanzado, y publico lo que escribo en distintas plataformas. Agradezco a quienes me invitan a expresarme en ellas y me atrevo hoy, con cierto reparo, a compartir qué tengo en cuenta cuando tengo que acometer esa labor.

Reparo, porque creo honestamente que puedo aportar en las redes lo que pienso y siento, pero como en cualquier otra experiencia de comunicación, soy consciente de que si bien habrá quienes compartan total o parcialmente mis opiniones, otras personas no pensarán lo mismo y tendrán otras tan válidas como las mías, o más, aunque pudieran ser antagónicas.

Y es en este punto en el que quisiera detenerme un momento.

Las Redes Sociales se han convertido, en cierta medida, en la plaza del pueblo. Y en las plazas de los pueblos coincidimos personas de toda clase, formación, profesión, habilidad, ideología, creencia, virtud o ausencia de alguna o de todas las antedichas. También personas bienintencionadas, las más, y otras con aviesas intenciones, no tantas, pero muy dañinas.

En la plaza real, con sus bancos, fuentes, farolillos, árboles y jardines, a una determinada hora —pueden ser varias a lo largo de la jornada— se reúne el vecindario. Encuentro a alguien con quien hablar e inicio una conversación o reacciono y respondo si quien da el primer paso es la otra persona. Casi con total seguridad será conocida —de lo contrario podrían tomarme por loco— y nuestra charla pasará desapercibida para el resto de ocupantes del espacio circundante, salvo para quienes estén a nuestro lado y no estén hablando con nadie, u otras personas, también conocidas, que podrían querer sumarse a nuestro coloquio.

El tono de éste será cordial en la medida en que el tema tratado no genere discordancias o acabará con una abrupta subida de volumen de las voces y correspondiente engrosamiento de las palabras en caso contrario. Algunos —subrayo aquí mayoritariamente el masculino—, incluso, llegado el caso, podrían evocar su vena pugilística e intentar liarse a guantazos para dirimir diferencias. Cómo acabe esta historia dependerá del grado de proximidad, relación afectiva, educación y contención de las personas implicadas.

En la nueva plaza virtual no hay diferencia en cuanto a la tipología de las personas participantes antes descrita. Sin embargo, sí en cuanto al número. Aquí son miles o cientos de miles. A esta plaza, además, puedo acceder en cualquier momento y desde cualquier sitio, con solo activar mi teléfono inteligente, mi tablet o mi ordenador. Y estas son las puertas de acceso al mundo de las redes sociales, que son “… sitios o plataformas de internet que nos permiten conectarnos con amigos y familiares, entablar nuevas relaciones de un modo virtual y compartir e interactuar con todos ellos intercambiando información, datos y contenidos en diferentes formatos (texto, audio, fotografía, vídeo). También creamos comunidades sobre intereses comunes: trabajo, tiempo libre, lecturas, juegos, amistad, aficiones, relaciones amorosas, relaciones comerciales, etc.” (Duque, 2018).

Pero en estas interacciones entra en juego algo que pasa absolutamente desapercibido, y que toma buena nota de todo, DE TODO. Al conectarme a internet, a través de cada red social que utilizo “… estoy transmitiendo sin apenas darme cuenta quién soy, dónde vivo, dónde estudio o trabajo, dónde estoy, con quién, cómo voy, qué me gusta y qué no, a qué hora y qué leo, cuándo duermo, quiénes son mis amigos y familiares, cuál es mi orientación sexual, religiosa, política…” (Duque 2018).

Esta información que se recoge y almacena cuidadosamente en una gigantesca base de datos (Big Data) que será analizada, ordenada y clasificada para ser utilizada convenientemente para ofrecerme lo que decida que se ajusta a mi perfil y beneficie a las empresas que patrocinan la red social correspondiente. En pocas palabras, para controlarme y manipularme contando con mi consentimiento. “Juntos, libre y voluntariamente, estamos haciendo realidad parte de la distopía del 1984 de George Orwel: Big brother is watching you! (¡El Gran Hermano te vigila!). E insisto: diaria, libre y voluntariamente, sin preocuparnos lo más mínimo” (Duque, 2021).

Foto de Gerd Altmann en Pixabay

Por otra parte, ¿cuántas veces nos habremos encontrado con noticias, imágenes, comentarios, vídeos, audios o textos que nos han hecho experimentar sentimientos de ansiedad, odio, hostilidad, discordia, división? Muy probablemente gran parte de ellas, si no todas, serían noticias falsas (fake news), ya que esos son los efectos que provocan.

¿Cuántas nos hemos resistido a reaccionar del mismo modo y volcarlo en las redes?

Teniendo todo esto en cuenta, que puede asustar un poco, ¿qué podemos hacer?

En 1997, en su Lección con motivo de la concesión del doctorado honoris causa en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Católica St. John, Bangkok, hablando del uso de los medios de comunicación de ese momento por parte del Movimiento de los Focolares por ella fundado, Chiara Lubich decía:

… Es verdad que actualmente se los critica por el mal, la violencia, el erotismo, etc., que transmiten. Por eso, dado el mal uso que se suele hacer de ellos, nos podemos preguntar si nos alineamos con los que los maldicen, o bien con los que los exaltan.

Nosotros queremos estar entre los que quieren hacer buen uso de ellos e invitan a los demás a hacer lo mismo (…) Precisamente ahora, cuando se requiere un mundo más unido y se reclama la fraternidad universal, ahora es cuando la humanidad dispone de estos potentes medios de comunicación (…) Espero que, gracias a él (el doctorado honoris causa) muchos adquieran mayor conciencia de lo que pueden llegar a ser en nuestras manos estos dones de la técnica moderna. (Clariá, Dal Rì, 2000:514).

Como vemos, las redes sociales pueden contribuir tanto a la construcción de un mundo mejor como a entorpecer este proceso. Si nuestra apuesta es la primera, esforcémonos por conocerlas bien y utilizarlas adecuadamente, cuidando qué y cómo dejamos nuestra huella en ellas.

Tengo en mi mesa un pequeño cartel en inglés que me recuerda una clave que me ayuda a ello: antes de hablar —o de escribir, de compartir por las redes…—: PIENSA (Before you speak: THINK), transformando el verbo pensar en inglés (think) en un acrónimo:

T – Is it true? (¿Es cierto?)
H – Is ti helpful? (¿Es útil?)
I – Is it inspiring? (¿Es motivador?)
N – Is it necessary? (¿Es necesario?)
K – Is it kind? (¿Es amable?)

Referencias
Clariá, Carlos y Dal Rì, Claretta (2000). Unidad y medios de comunicación. En Como un arco iris. Madrid: Ciudad Nueva, 509-596.
Duque, Juan Carlos (2018, 11 de mayo). Redes sociales: emociones a flor de piel. Recuperado de https://blogs.eitb.eus/inteligenciaemocional/2018/05/11/redes-sociales-emociones-a-flor-de-piel/
Duque, Juan Carlos (2021, 16 de febrero) El dilema de la mensajería digital. Recuperado de
https://blogs.eitb.eus/inteligenciaemocional/2021/02/16/el-dilema-de-la-mensajeria-digital/
Duque, Juan Carlos (2022, 17 de mayo). No a la inversa. Recuperado de https://blogs.eitb.eus/inteligenciaemocional/2022/05/17/no-a-la-inversa/
Duque, Juan Carlos (2022, 15 de julio). Erótica de la negatividad. Recuperado de https://blogs.eitb.eus/inteligenciaemocional/2022/07/15/erotica-de-la-negativdad/
Focolares, Movimiento de los (Web oficial). Voluntarios. Recuperado de https://www.focolare.org/espana/es/focolares/scelte-e-impegno/volontari/

 

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