Inteligencia emocional

Cerebro y emoción

Por Igor Fernández

En un artículo anterior hablamos del surgimiento de la conciencia en nuestro cerebro, y de la forma en que ese mecanismo nos permite comprender lo que nos rodea. Cuando tomamos, por ejemplo, los tres procesos emocionales, tal y como describe Aitziber Barrutia en el artículo “3 procesos para ser y educar personas emocionalmente inteligentes y sus dificultades”, nos resulta difícil entender lo que nos sucede, e incluso cuando lo hacemos, estamos ya sumidos en una emoción que nos embriaga y por mucho que pensemos en ello resulta así mismo complicado manejarla. ¿Entonces esto significa que no se pueden manejar las emociones? si no es así, ¿por qué no podemos reflexionar antes de reaccionar? Voy a presentaros algunas de las estructuras cerebrales que son en parte responsables de este proceso.

  

 

Percibir es atribuir valor semántico a las sensaciones, darle significado a las palabras que oímos, o lo que vemos. La corteza cerebral, la materia gris rugosa que constituye la parte más externa del cerebro, es la que hace posible que quien lee este texto pueda comprender las palabras, relacionarlas con otros conocimientos, o recordarlo más tarde. Es la parte del cerebro que nos permite atribuir un significado concreto a lo que vemos, oímos, sentimos en el cuerpo, olemos, o saboreamos. Es indispensable, por tanto, para comprender si una voz, un gesto, o una expresión supone una amenaza, una gratificación o es irrelevante para nosotros (Morgado, 2007).

Intentaré explicarlo con un ejemplo: en primer lugar el tímpano del oído capta un sonido y a través del nervio auditivo envía la información al tálamo, la primera parada de todas las informaciones de los sentidos. Desde aquí el tálamo envía estos datos a la región temporal de la corteza cerebral que se ocupa de procesar y analizar esa señal auditiva y convertirla en sonido identificable para nosotros. Sin embargo este proceso lleva su tiempo (a veces un tiempo valioso si se trata de una amenaza) y por eso desde el tálamo, desde esa estación de relevo, se envía también y sin esperar respuesta, la información a la amígdala. Esta estructura (con casi 200 millones de años de existencia hasta llegar a nosotros) es primaria y funciona como una alarma: hace su propio procesamiento muy básico de la información auditiva y automáticamente desencadena las respuestas emocionales necesarias, en función de si considera que ese sonido es bueno o malo, así de simple. Lo que sucede entonces es que las dos estructuras que hemos mencionado (corteza cerebral y amígdala) están conectadas y para cuando la corteza cerebral ha identificado el sonido como algo irrelevante (un petardo) y nos ha hecho conscientes de ello, nuestra amígdala se ha puesto en lo peor y nos ha hecho dar un salto.

Para terminar es importante decir que la amígdala (emocional) también recibe información de la corteza cerebral (racional), y que los pensamientos sobre las emociones que esta ha generado, pueden contribuir a eliminar ese sentimiento si nos percatamos de que no hay motivo, o a potenciarlo si la lógica nos afirma que existe amenaza o peligro real.

¿Parece coherente pensar entonces que la razón puede modular los sentimientos y la conducta emocional?

5 pensamientos sobre “Cerebro y emoción

  1. Araia

    ¡CLARO QUE SI! A veces tengo la sensación de que esto de las emociones es un poco ambiguo, abstracto, pero la verdad es que este ejemplo me ha facilitado mucho la comprensión de su componente neurofisiológico. De verdad. Me hacía falta. Además, he comprendido cómo y porqué podemos influir en nuestras reacciones. Es verdad que no es tan fácil como nos gustaría, pero está visto que de nosotros depende.GRACIAS ÍGOR

  2. Gotzon

    yo, que vengo de la radio, pondria el ejemplo del sonido mono y el estereo:

    ¿Por que conformarnos con el mono, cuando el estereo es mucho mas completo?

    Por algun lado lei otra comparacion que no se compadece con los clasicos, pero que me parece bien traida:

    es como un barco que necesita de la fuerza del motor, y de la pericia del timon, para llegar a buen puerto

  3. Pilar

    Después de leer el artículo, he entendido mejor la explicación neurofisiológica de la relación entre cerebro y emoción y cuando se entienden las cosas, por lo menos para mí, es mas fácil intentar poner en práctica lo aprendido, por eso no voy a conformarme con el mono , sino que voy a abonarme al estéreo.

  4. irene

    He leido tu articulo y he sacado una idea clara del mecanismo que tenemos para identificar las señales que percibimos en las personas que nos rodean. Veo cómo es el instrumento que nuestro cuerpo utiliza para recoger y analizar las sensaciones, que dependiendo del conocimimiento de las mismas -experiencias- utilizamos nuestra inteligencia para conseguir un resultado que nos satisfaga.¿Hasta que punto son manejables las emociones?

  5. Jon

    Este artículo es muy interesante para las personas que creen que la inteligencia emocional va en contra de lo racional. Es decir que trabajar la IE, va en detrimento de lo Racional. Está claro que ambos van unidos y que si utilizamos la metáfora de las 2 piernas de un ser humano, hasta el día de hoy en educación se estimula y entrena sólo una, la racional, olvidando la emocional. Resultado final: PERSONAS COJAS ANDANDO POR LA VIDA

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