Inteligencia emocional

Algo más que empatía

Por Igor Fernandez

Si me pongo a pensar en los procesos de la , recuerdo una tríada fundamental para el bienestar subjetivo: Identificar, Comprender y Regular las emociones propias. Si doy un pasito más allá, me encuentro con otra tarea no menos, digamos, compleja: Identificar, Comprender y Regular las emociones ajenas. Sé que hemos hablado de esto otras veces, pero me gustaría que quienes estéis leyendo esto, tratéis de responder a estas preguntas. ¿Qué significa cada uno de los términos de la tríada para ti en relación a los demás? ¿Cómo sabes que has identificado y comprendido lo que otra persona siente?
Una de las capacidades que tenemos las personas para detectar las emociones de nuestros iguales es la empatía, tantas veces referida y definida como “ponerse en el lugar del otro”. Gracias a las neuronas espejo, resuenan en nosotras mentes y en nuestras tripas aquello que sucede emocionalmente en otra persona. A mí hoy me gustaría llevar la atención a esa manida definición más allá de sus palabras. Os contaré una anécdota que sucedió en uno de los cursos de Educación Emocional que estamos impartiendo para familias. Una de los ejercicios que se proponían al grupo de madres y algún que otro padre, era la representación de una escena que les hubiera ocurrido con sus hijos y que tuviera cierta carga emocional de difícil manejo para ellos.

  

Para hacer esto, quien quisiera hacer una escena debía elegir a miembros del propio grupo para representar los papeles de la escena. De este modo, la persona que decidió hacer la escena aquella tarde, propuso a una de las asistentes que representara el papel de su hijo. Para ello nuestra “protagonista” debía darle algunas pautas a esta persona de modo que la interpretación fuera lo más fiel posible. Se le pidió a la protagonista que en primera persona describiera a su hija, al modo siguiente: “yo soy Ane (por ejemplo), tengo once años y…” De esta forma podía describirla con todo el detalle que ella quisiera, en diferentes aspectos: físico, emocional, social… Lo que sucedió entonces fue simplemente excepcional. Solamente haciendo este pequeño cambio de rol, hablando en primera persona, la protagonista se puso literalmente (aunque no realmente) en el lugar de su hija. No pudo continuar la descripción, la emoción lo inundaba todo. Súbitamente vivió el momento en el que su hija estaba, lo que ésta sentía y cómo vivía la relación con ella. Así sucedió.

Me apetecía compartir esto con quienes tenéis a bien leer este espacio, porque me parece un ejemplo de lo que se puede llegar a aprender y a aprehender de la vivencia, más allá de la comprensión intelectual de lo que otros sienten. Probar por una vez a ponernos en la piel del otro más allá de la racionalización, puede resultar clarificador, como pocas otras cosas, sobre las emociones ajenas.
¿Os atrevéis?

Un pensamiento sobre “Algo más que empatía

  1. Jon

    Comparto contigo la importancia de ponerse en los zapatos ajenos, y entiendo la dificultad que ello significa. Muchas veces intentamos adivinar lo que las personas de nuestro alrededor piensan pero pocas veces intentamos vivenciar las emociones de los demás. Cómo podemos comprender a los demás si hacemos caso omiso a lo que los demás sineten? Recordar solamente, que ante las misma situación o vivencia las emociones son diferentes según la persona. Por ello el desarrollo de la empatía es sumamente necesario.

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