Inteligencia emocional

! Vive… aquí y ahora !

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Por Jon Berastegi:

Uno de los temores más importantes que ha abrigado al Ser Humano en su Historia, ha sido el temor a dejar de existir, es decir el temor a la muerte. “Lo más temible es la muerte, ya que es el fin”. Aristóteles.

A muchos de nosotros nos resulta desagradable el tema de la muerte. La mayoría evita especialmente hablar de la suya propia; ni siquiera pensar en ella. Aún así en la sociedad de la información en la que vivimos, las películas de cine, la televisión y los medios informativos y como no este propio medio nos saturan con escenas de personas que mueren de toda forma imaginable con imágenes e historias de muertes reales.

Como consecuencia de este bombardeo,la muerte de desconocidos puede llegar a parecernos como parte normal de la vida, pero cuando se trata de la de un Ser querido o de la nuestra, ya no nos parece tan normal. Somos conscientes que la vida humana puede llegar a ser demasiado frágil, ya que cada día miles de personas dejan de existir. Por ello al tomar conciencia que estamos sujetos a la ley de la muerte, nos infunde miedo, nos estremece y por supuesto nos provoca ansiedad.

  

En este importante proceso de toma de conciencia, la Educación Emocional puede considerarse una herramienta importante para desmitificar la muerte y enseñar a lo más pequeños que la vida es vivir. No es una cosa. Es un proceso.

 

 No hay otra forma de conocer la vida más que viviendo, estando vivo, fluyendo, discurriendo con ella. Si busco el significado de la vida en algún dogma, en una determinada filosofía, en una teología, da por seguro que te perderás lo que es la vida y su significado.

La vida no nos está esperando en ninguna parte; nos está sucediendo. No se encuentra en el futuro como una meta que has de alcanzar, está aquí y ahora, en este mismo momento, en nuestro respirar, en la circulación de la sangre, en el latir de tu corazón. Cualquier cosa que seas, es tu vida y si te pones a buscar significado en otra parte, te la perderás. El Ser Humano ha estado haciendo esto durante siglos.

Una vez que sepamos lo que es la vida, sabremos lo que es la muerte. La muerte es parte del mismo proceso. Por lo general creemos que la muerte llega al final, por lo general creemos que la muerte se opone a la vida, por lo general creemos que la muerte es el enemigo.

Si consideras a la muerte como el enemigo esto simplemente demuestra que no has sido capaz de saber lo que es la vida.

¿Vida, aquí y ahora?

4 pensamientos sobre “! Vive… aquí y ahora !

  1. Angel Parra Moreno

    ¡VIVE AQUÍ Y AHORA!

    Buenos días, Jon y demás lectores y colaboradores. Aprovecho este momento de que dispongo libre para decirte que el enfoque que has dado a tu artículo me parece muy ajustado a la realidad de la muerte.

    Cuando el rabino Birnham yacía en el lecho de su muerte, su esposa se echó a llorar.
    Él le dijo, “¿Por qué lloras? Toda mi vida no ha sido otra cosa que un aprender a morir”.
    Según los pensadores orientales, la vida es una preparación para la muerte. Vida y muerte son dos polos que se atraen, dos polos que caminan juntos en este mal llamado paseo por la vida. La vida está impregnada de muerte y viceversa. No se puede comprender la vida sin la muerte.

    En Occidente, al jubilarnos tendemos a entretenernos dulcemente en diversas actividades hasta morir.
    En Oriente, la vejez, es la etapa de la sabiduría y la energía espiritual, cuando estamos más preparados para dar a los demás el beneficio de nuestra experiencia.

    Deberíamos aprender de la lección de Oriente sustituyendo el excesivo énfasis en el deterioro gradual de la vejez por un conocimiento más precioso del potencial que todavía nos queda, mucho después de que nuestra fuerza física empiece a debilitarse. El cuerpo, tal vez, pierda su brillo al envejecer, pero la experiencia puede bruñir nuestro espíritu con un brillo más luminoso aún.

    Todos debemos afrontar la realidad de la muerte, pero cuanto más conocimiento espiritual tengamos, menos importante parece ese momento. En la filosofía oriental el temor a dejar de existir apenas se percibe, yo diría, que no es tal. Hace hincapié en el “morir vivo” y no toma conciencia de que estamos sujetos a una LEY DE LA MUERTE. Por esto para ellos la muerte no les infunde miedo, no les estremece, no provoca ansiedad… Morimos para vivir. Vivimos para morir.

    Todos debemos afrontar la realidad de la muerte, pero cuanto más conocimiento espiritual tengamos, menos importante parece ese momento. En cualquier caso, probablemente hayamos notado que las personas mayores raras veces hablan de la muerte con temor, quizá porque después de vivir tantas décadas en el Planeta, incluso el peregrino más materialista habrá acabado absorbiendo algún conocimiento espiritual.

    Para poder abandonar el cuerpo físico sin sufrimiento, debemos elegir nuestro propio momento de morir. Este acto se conoce como “el morir vivo”, la elección consciente de aceptar y desprendernos de todo aquello a lo que estamos apegados. La muerte sólo es dolorosa cuando nos aferramos a nuestros apegos y, al mismo tiempo, somos separados de ellos. Piensa que en lugar de morir, regresas nuevamente a tu hogar de una forma gradual, inevitable, perfecta, natural…, el espíritu asciende a su lugar de descanso, independientemente de lo que le esté ocurriendo al cuerpo en aquel momento.
    La muerte, con frecuencia, no se representa como un regreso al lugar, sino como una sombra, como si nuestra luz diurna se oscureciera. Pero imagina que intentas escapar de la sombra: nunca lograrás librarte de su persistente compañía, por muy deprisa que corras y, además, te agobiarás en el proceso. El temor a la muerte como el temor a las arañas o a los ratones, no surge de la naturaleza de las cosas, sino de una ilusión que se aloja con persistencia en la mente.

    En la vida moderna –y especialmente en el mundo laboral- estamos preparados para creer que el tiempo es precioso, una de las razones por las que la muerte puede considerarse como una amenaza. Nos vemos, erróneamente, como ciudades sitiadas, sabiendo que no podemos aguantar por mucho tiempo: debemos entregar nuestros tesoros al enemigo. Las falsas ideas sobre el tiempo explican por qué tanta gente no está preparada para jubilarse, el repentino cambio de la escasez a la abundancia se experimenta como un shock psíquico.
    Pero en realidad, si consideramos el tiempo como un simple medio a través del cual podamos alcanzar el conocimiento espiritual, -el camino que recorremos durante un tiempo-, en ese caso cuando llegue el final del viaje no sentiremos haber perdido nada. Quizá saboreemos nuestros recuerdos, pero sin el dolor de la ruptura.
    Regresaremos a la fuente, que rebosa con gozosa abundancia de riquezas espirituales.

    El hecho de percibir nuestra identidad espiritual nos produce una sensación de eternidad y de habernos liberado de los temores. Moriremos vivos y liberados en vida. Estaremos totalmente preparados para emprender una nueva aventura, con tanta naturalidad como si de la sala de estar nos dirigiéramos a nuestro dormitorio al final del día.

    Para conseguir todo esto, la Educación Emocional no sólo puede considerarse, sino que ES una herramienta imprescindible para desmitificar la muerte y enseñar y/o aprender desde pequeñitos que la VIDA ES VIVIR. Es una PROCESO que vamos desarrollando día a día, a cada instante.

    La vida nos está sucediendo, está aquí y ahora, es el verdadero sentido de nuestra PRESENCIA. En ella confluyen el principio y el fin. Sin ella nuestra vida no tendría sentido alguno.

    Por esto –como apuntas en tu artículo- una vez que sepamos lo que es nuestra vida, sabremos lo que es la muerte, y viceversa. De ahí la importancia de aprender a vivir la VIDA AQUÍ Y AHORA.

    Que pases, paséis un feliz y merecido puente. ¡Hasta siempre!

  2. Ángel Parra Moreno

    ¡VIVE AQUÍ Y AHORA!

    Buenos días, Jon y demás lectores y colaboradores. Aprovecho este momento de que dispongo libre para decirte que el enfoque que has dado a tu artículo me parece muy ajustado a la realidad de la muerte.

    Cuando el rabino Birnham yacía en el lecho de su muerte, su esposa se echó a llorar.
    Él le dijo, “¿Por qué lloras? Toda mi vida no ha sido otra cosa que un aprender a morir”.
    Según los pensadores orientales, la vida es una preparación para la muerte. Vida y muerte son dos polos que se atraen, dos polos que caminan juntos en este mal llamado paseo por la vida. La vida está impregnada de muerte y viceversa. No se puede comprender la vida sin la muerte.

    En Occidente, al jubilarnos tendemos a entretenernos dulcemente en diversas actividades hasta morir.
    En Oriente, la vejez, es la etapa de la sabiduría y la energía espiritual, cuando estamos más preparados para dar a los demás el beneficio de nuestra experiencia.

    Deberíamos aprender de la lección de Oriente sustituyendo el excesivo énfasis en el deterioro gradual de la vejez por un conocimiento más precioso del potencial que todavía nos queda, mucho después de que nuestra fuerza física empiece a debilitarse. El cuerpo, tal vez, pierda su brillo al envejecer, pero la experiencia puede bruñir nuestro espíritu con un brillo más luminoso aún.

    Todos debemos afrontar la realidad de la muerte, pero cuanto más conocimiento espiritual tengamos, menos importante parece ese momento. En la filosofía orientar el temor a dejar de existir apenas se percibe, yo diría, que no es tal. Hace hincapié en el “morir vivo” y no toma conciencia de que estamos sujetos a una LEY DE LA MUERTE. Por esto para ellos la muerte no les infunde miedo, no les estremece, no provoca ansiedad. Morimos para vivir. Vivimos para morir.

    Todos debemos afrontar la realidad de la muerte, pero cuanto más conocimiento espiritual tengamos, menos importante parece ese momento. En cualquier caso, probablemente hayamos notado que las personas mayores raras veces hablan de la muerte con temor, quizá porque después de vivir tantas décadas en el Planeta, incluso el peregrino más materialista habrá acabado absorbiendo algún conocimiento espiritual.

    Para poder abandonar el cuerpo físico sin sufrimiento, debemos elegir nuestro propio momento de morir. Este acto se conoce como “el morir vivo”, la elección consciente de aceptar y desprendernos de todo aquello a lo que estamos apegados. La muerte sólo es dolorosa cuando nos aferramos a nuestros apegos y, al mismo tiempo, somos separados de ellos. Piensa que en lugar de morir, regresas nuevamente a tu hogar de una forma gradual, inevitable, perfecta, natural…, el espíritu asciende a su lugar de descanso, independientemente de lo que le esté ocurriendo al cuerpo en aquel momento.
    La muerte, con frecuencia, no se representa como un regreso al lugar, sino como una sombra, como si nuestra luz diurna se oscureciera. Pero imagina que intentas escapar de la sombra: nunca lograrás librarte de su persistente compañía, por muy deprisa que corras y, además, te agobiarás en el proceso. El temor a la muerte como el temor a las arañas o a los ratones, no surge de la naturaleza de las cosas, sino de una ilusión que se aloja con persistencia en la mente.

    En la vida moderna –y especialmente en el mundo laboral- estamos preparados para creer que el tiempo es precioso, una de las razones por las que la muerte puede considerarse como una amenaza. Nos vemos, erróneamente, como ciudades sitiadas, sabiendo que no podemos aguantar por mucho tiempo: debemos entregar nuestros tesoros al enemigo. Las falsas ideas sobre el tiempo explican por qué tanta gente no está preparada para jubilarse, el repentino cambio de la escasez a la abundancia se experimenta como un shock psíquico.
    Pero en realidad, si consideramos el tiempo como un simple medio a través del cual podamos alcanzar el conocimiento espiritual, -el camino que recorremos durante un tiempo-, en ese caso cuando llegue el final del viaje no sentiremos haber perdido nada. Quizá saboreemos nuestros recuerdos, pero sin el dolor de la ruptura.
    Regresaremos a la fuente, que rebosa con gozosa abundancia de riquezas espirituales.

    El hecho de percibir nuestra identidad espiritual nos produce una sensación de eternidad y de habernos liberado de los temores. Moriremos vivos y liberados en vida. Estaremos totalmente preparados para emprender una nueva aventura, con tanta naturalidad como si de la sala de estar nos dirigiéramos a nuestro dormitorio al final del día.

    Para conseguir todo esto, la Educación Emocional no sólo puede considerarse, sino que ES una herramienta imprescindible para desmitificar la muerte y enseñar y/o aprender desde pequeñitos que la VIDA ES VIVIR. Es una PROCESO que vamos desarrollando día a día, a cada instante.

    La vida nos está sucediendo, está aquí y ahora, es el verdadero sentido de nuestra PRESENCIA. En ella confluyen el principio y el fin. Sin ella nuestra vida no tendría sentido alguno.

    Por esto –como apuntas en tu artículo- una vez que sepamos lo que es nuestra vida, sabremos lo que es la muerte, y viceversa. De ahí la importancia de aprender a vivir la VIDA AQUÍ Y AHORA.

    Que pases, paséis un feliz y merecido puente. ¡Hasta siempre!

  3. Ángel Parra Moreno

    ¡VIVE AQUÍ Y AHORA!

    Buenos días, Jon y demás lectores y colaboradores. Aprovecho este momento de que dispongo libre para decirte que el enfoque que has dado a tu artículo me parece muy ajustado a la realidad de la muerte.

    Cuando el rabino Birnham yacía en el lecho de su muerte, su esposa se echó a llorar.
    Él le dijo, “¿Por qué lloras? Toda mi vida no ha sido otra cosa que un aprender a morir”.
    Según los pensadores orientales, la vida es una preparación para la muerte. Vida y muerte son dos polos que se atraen, dos polos que caminan juntos en este mal llamado paseo por la vida. La vida está impregnada de muerte y viceversa. No se puede comprender la vida sin la muerte.

    En Occidente, al jubilarnos tendemos a entretenernos dulcemente en diversas actividades hasta morir.
    En Oriente, la vejez, es la etapa de la sabiduría y la energía espiritual, cuando estamos más preparados para dar a los demás el beneficio de nuestra experiencia.

    Deberíamos aprender de la lección de Oriente sustituyendo el excesivo énfasis en el deterioro gradual de la vejez por un conocimiento más precioso del potencial que todavía nos queda, mucho después de que nuestra fuerza física empiece a debilitarse. El cuerpo, tal vez, pierda su brillo al envejecer, pero la experiencia puede bruñir nuestro espíritu con un brillo más luminoso aún.

    Todos debemos afrontar la realidad de la muerte, pero cuanto más conocimiento espiritual tengamos, menos importante parece ese momento. En la filosofía orientar el temor a dejar de existir apenas se percibe, yo diría, que no es tal. Hace hincapié en el “morir vivo” y no toma conciencia de que estamos sujetos a una LEY DE LA MUERTE. Por esto para ellos la muerte no les infunde miedo, no les estremece, no provoca ansiedad. Morimos para vivir. Vivimos para morir.

    Todos debemos afrontar la realidad de la muerte, pero cuanto más conocimiento espiritual tengamos, menos importante parece ese momento. En cualquier caso, probablemente hayamos notado que las personas mayores raras veces hablan de la muerte con temor, quizá porque después de vivir tantas décadas en el Planeta, incluso el peregrino más materialista habrá acabado absorbiendo algún conocimiento espiritual.

    Para poder abandonar el cuerpo físico sin sufrimiento, debemos elegir nuestro propio momento de morir. Este acto se conoce como “el morir vivo”, la elección consciente de aceptar y desprendernos de todo aquello a lo que estamos apegados. La muerte sólo es dolorosa cuando nos aferramos a nuestros apegos y, al mismo tiempo, somos separados de ellos. Piensa que en lugar de morir, regresas nuevamente a tu hogar de una forma gradual, inevitable, perfecta, natural…, el espíritu asciende a su lugar de descanso, independientemente de lo que le esté ocurriendo al cuerpo en aquel momento.
    La muerte, con frecuencia, no se representa como un regreso al lugar, sino como una sombra, como si nuestra luz diurna se oscureciera. Pero imagina que intentas escapar de la sombra: nunca lograrás librarte de su persistente compañía, por muy deprisa que corras y, además, te agobiarás en el proceso. El temor a la muerte como el temor a las arañas o a los ratones, no surge de la naturaleza de las cosas, sino de una ilusión que se aloja con persistencia en la mente.

    En la vida moderna –y especialmente en el mundo laboral- estamos preparados para creer que el tiempo es precioso, una de las razones por las que la muerte puede considerarse como una amenaza. Nos vemos, erróneamente, como ciudades sitiadas, sabiendo que no podemos aguantar por mucho tiempo: debemos entregar nuestros tesoros al enemigo. Las falsas ideas sobre el tiempo explican por qué tanta gente no está preparada para jubilarse, el repentino cambio de la escasez a la abundancia se experimenta como un shock psíquico.
    Pero en realidad, si consideramos el tiempo como un simple medio a través del cual podamos alcanzar el conocimiento espiritual, -el camino que recorremos durante un tiempo-, en ese caso cuando llegue el final del viaje no sentiremos haber perdido nada. Quizá saboreemos nuestros recuerdos, pero sin el dolor de la ruptura.
    Regresaremos a la fuente, que rebosa con gozosa abundancia de riquezas espirituales.

    El hecho de percibir nuestra identidad espiritual nos produce una sensación de eternidad y de habernos liberado de los temores. Moriremos vivos y liberados en vida. Estaremos totalmente preparados para emprender una nueva aventura, con tanta naturalidad como si de la sala de estar nos dirigiéramos a nuestro dormitorio al final del día.

    Para conseguir todo esto, la Educación Emocional no sólo puede considerarse, sino que ES una herramienta imprescindible para desmitificar la muerte y enseñar y/o aprender desde pequeñitos que la VIDA ES VIVIR. Es una PROCESO que vamos desarrollando día a día, a cada instante.

    La vida nos está sucediendo, está aquí y ahora, es el verdadero sentido de nuestra PRESENCIA. En ella confluyen el principio y el fin. Sin ella nuestra vida no tendría sentido alguno.

    Por esto –como apuntas en tu artículo- una vez que sepamos lo que es nuestra vida, sabremos lo que es la muerte, y viceversa. De ahí la importancia de aprender a vivir la VIDA AQUÍ Y AHORA.

    Que pases, paséis un feliz y merecido puente. ¡Hasta siempre!

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