Inteligencia emocional

Emociones y salud

Por Igor Fernández

Cada día me resulta más evidente algo que, desde la lógica no parece descabellado, pero que sin embargo levanta muchas ampollas. ¿Hasta qué punto podemos influir en nuestra salud física a través de nuestro bienestar emocional, psicológico? Ya hace mucho de la dualidad cartesiana -¡ni más ni menos que cuatrocientos años!- y sin embargo, seguimos dándole vueltas a la eterna e ilusoria división entre mente y cuerpo. Lo hacemos, eso sí, de una forma más sofisticada que practicando vivisecciones y justificando que los animales no sienten dolor porque no tienen alma.

No quiero pasarme el resto de este post dando ejemplos de cómo la mente influye en el cuerpo, el cuerpo en la mente, o de cómo son uno sólo, sin embargo, sí me gustaría compartir con los lectores unas líneas de un libro que estoy leyendo acerca de las reacciones individuales como factores de protección o contribución al desencadenamiento y progreso del cáncer.

  

La premisa inicial que se plantea es que la enfermedad no es sólo un problema físico, sino más bien un problema de toda la persona, y por tanto con implicaciones no sólo fisiológicas. Los estados emocionales, las presunciones básicas y el estilo de afrontamiento juegan un papel determinante, tanto en la susceptibilidad a la enfermedad como en la recuperación de la misma. Con cautela, pero sin perder de vista un hecho estadístico –y por tanto no universal-, en la historia de pacientes que desarrollan un cáncer, se encuentran situaciones altamente estresantes y desafiantes para la persona alrededor de seis a dieciocho meses previos a la presentación de la enfermedad. La reacción emocional de profunda desesperanza “dispara” a su vez un conjunto de respuestas fisiológicas que suprimen, y deprimen, las defensas naturales del cuerpo y hacen más susceptible la producción de células anormales.

Son muchas las evidencias a este respecto, científicas la mayoría de ellas, con mediciones exhaustivas y rigor experimental; aunque para todos es un hecho haber sufrido las “bondades” de un resfriado tras una época de estrés mantenido.

¿Hasta dónde puede llegar nuestra mente, con sus emociones, suposiciones y motivaciones, en el mantenimiento de nuestra salud?

5 pensamientos sobre “Emociones y salud

  1. Gotzon

    Susan Sontag decía que el colmo de la injusticia era padecer cáncer y que encima te digan que la culpa la tienes tú mismo, por mantener una actitud poco positiva ante la vida.

    Habrá que afinar esa comunicación con el enfermo.

    Ni la convencional, en la que el enfermo no cuenta, ni la de quienes sacuden con la sentencia al paciente y además le hacen responsable de la avería ¿no’

  2. Izaskun Andollo

    Hola a todos. Lo primero, enhorabuena por este blog sobre inteligencia emocional, me resulta apasionante y muy interesante. Felicidades a todos los que trabajáis en él, y a los que lo enriquecéis con vuestras opiniones. Hoy quiero comentar algunas cosas en relación al tema de este post.

    Ígor, me parece importante que hayas escrito sobre esto porque pienso que, en general, hay poca conciencia acerca de cómo nuestras emociones tienen un impacto en nuestra salud. Cuando nos diagnostican una enfermedad, sea ésta de la gravedad que sea, parece que estamos “vendidos” a lo que la medicina y nuestros hábitos saludables de vida (dieta, ejercicio…) puedan contribuir a nuestra recuperación. Y, por falta de información o de conciencia, no trabajamos sobre el impacto que nuestras emociones pueden tener en el proceso de curarnos. Somos un todo, lo emocional, lo cognitivo, lo comportamental y lo fisiológico no son independientes entre sí, y, por tanto, los cambios que suceden en alguna de estas dimensiones tienen una importante repercusión sobre las otras. De esta manera, cambios en nuestras emociones, creencias, y decisiones de vida, afectan a nuestra salud física. Esto es relevante no sólo a un nivel de curación, sino también de prevención.

    Gotzon, no creo que se trate de una cuestión de culpabilizar al paciente, y contribuir a su falta de esperanza, sino de todo lo contrario. De darle la oportunidad y el permiso de responsabilizarse de la parte que tiene en su enfermedad para poder, así, participar de manera activa en el proceso de su curación, o prevenir la enfermedad cuando ésta aún no ha aparecido. Es difícil que podamos cuidarnos así si no conocemos el impacto de nuestras emociones en nuestro cuerpo. Aunque es demasiado simplista para lo que tratamos aquí, es algo así como que, si conocemos que niveles elevados de colesterol son un factor de riesgo para hacer un infarto, pero no sabemos que la ingesta de grasas eleva el colesterol, es difícil que podamos tomar decisiones de cambio respecto a nuestra dieta para mejorar nuestra salud. A pesar de que resulte reduccionista, esta metáfora me sirve para hablar de la importancia de identificar, hacer consciente, comprender y, en su caso, cambiar, nuestras emociones, nuestras creencias, y nuestras decisiones de vida, para mejorar nuestra salud. La vida de cada uno nos pertenece a cada uno, y, por tanto, el derecho y la oportunidad de hacernos responsables de ella. Y en el tema que nos ocupa, la salud, esto también es posible.

    Hasta pronto.
    Izaskun

  3. Gotzon

    De acuerdo contigo Izaskun. Sólo quería subrayar un matiz no menos importante, especialmente para el enfermo y para su mejora.

    A ver si consigo explicarme mejor:

    la diferencia que hay entre un mensaje que pone en sus manos la responsabilidad de aquello que puede hacer, y otro mensaje que le culpabiliza de lo hecho y, en lugar de ayudarle a salir del agujero, le bloquea y le hunde aún más.

    Es una diferencia de filosofía, de palabras quizá también, pero aún más del enfoque y del modo en que se explica ¿no crees?

  4. Izaskun Andollo

    Si, comparto contigo lo que dices, Gotzon. Entramos aquí a algo que creo se merece una mención aparte: la relación y la comunicación con el enfermo, un tema distinto (aunque íntimamente relacionado) al de este post.

    Habría mucho que decir sobre esto, y unas pocas líneas no me dan para más, en un tema que puede hacerse de complejo casi tanto como uno quiera… pero para resumir, creo que la relación médico-paciente es un factor de influencia elemental en la calidad de tratamiento que se ofrece y en el bienestar del paciente. Como señalaba P. Laín Entralgo: “Nada hay más fundamental en el quehacer del médico que su relación inmediata con el enfermo… El encuentro personal entre el médico y el paciente es imprescindible para una práctica humana del arte de curar”.

    Para hilarlo con lo que decíamos antes, creo que la comunicación del enfermo con los profesionales que le cuidan, con su familia, sus amigos, y todo su entorno, es un factor crucial en la manera en que el paciente puede identificar, hacer conscientes, manejar y cambiar, en su caso, sus emociones, pensamientos y conductas, de cara a obtener un impacto sobre su salud física.

    A modo de curiosidad, quiero compartir algo con vosotros. Masaru Emoto, científico japonés, demostró cómo el efecto de determinados sonidos, palabras, pensamientos y sentimientos alteran la estructura molecular del agua. La técnica consiste en exponer el agua a esos agentes, congelarla y después fotografiar los cristales que se forman con la congelación. Los resultados son asombrosos. Los cristales expuestos a estímulos emocionalmente agradables, conservan una estructura molecular bella y muy similar a la de origen, mientras los expuestos a estímulos emocionalmente desagradables, cambian en forma y color su apariencia. No olvidemos que nuestro cuerpo es um 70% de agua. Si determinados pensamientos, emociones, sonidos… provocan estos cambios en la estructura molecular del agua, qué no sucederá en nuestro cuerpo!!!!.

    Por supuesto que esto que acabo de escribir no tiene mucho rigor científico, al menos así relatado, pero, dado que todos sabemos que el impacto de lo emocional sobre el cuerpo y por ende sobre nuestra salud, tiene suficientes evidencias científicas, me parecia bonito utilizarlo para terminar.

    Un beso,
    Izaskun Andollo

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