Por Pello Biain González
Siendo presidente de la Asociación de Padres del colegio de mi hijo, he tenido que participar en la elaboración de un plan de convivencia. En ese plan había que plasmar y concretar los valores y actitudes que hay que desarrollar e impulsar en toda la comunidad educativa (padres, docentes, alumnado…) a lo largo de todas las etapas educativas. Era, por lo tanto, algo muy relacionado con las emociones.
Tengo que confesar que la elaboración del plan fue una experiencia gratificante, no sólo por el hecho de trabajar en equipo con otros padres y docentes, sino porque, en la práctica, ese plan debería tener como objetivo sacar lo mejor de nuestros hijos y fortalecer las emociones que faciliten la convivencia en la escuela para encauzar de alguna manera las relaciones, conflictos y conductas de la escuela.
Pero también me di cuenta de que los valores sobre los que se construye la convivencia humana no pueden encerrarse en un proceso de calidad o en un plan temporalizado y repleto de objetivos, acciones y estrategias. La compasión ante el sufrimiento de los otros, la generosidad, la autoestima, el respeto a la vida ajena como respeto de uno a sí mismo… son las semillas de la convivencia y hay que sembrarlas en casa, en la escuela (y en todas las asignaturas) y en todo momento. Y regarlas. Y dejarlas crecer. Y esperar.
Esperar a ver si de esas semillas maduran personas sensibles, libres y (auto)críticas. Si lo conseguimos, se que los alumnos se darán cuenta de que, “una vez abandonaron la escuela, pero que la escuela nunca los abandonará” · Esta frase es del músico Andy Partridge, del grupo XTC, y la encontré en el libro Traizioak de Iban Zaldua.
¿Usted qué opina?