Inteligencia emocional

¿Pensamos mejor o peor cuando sentimos?

Por Igor Fernández

En otras palabras ¿pensamos peor cuando sentimos determinada emoción? ¿en qué estados de ánimo pensamos mejor? No sólo hablamos de pensar con claridad, sino de cómo nuestras emociones influyen en otras llamadas ‘funciones ejecutivas’, aquellas que se han considerado siempre definitorias de la inteligencia: planificación, atención, inhibición, concentración… U otras como la memoria y el lenguaje.

Son fáciles de traer a la memoria situaciones en las que no hemos podido emplearnos a fondo por estar bajo el influjo de las emociones: aquella vez que no me acordaba del nombre de mi calle, o la temporada en que era incapaz de tomar la iniciativa o planificar ni siquiera…Las vacaciones.

 La explicación del secuestro emocional ya la conocemos: por razones individuales e históricas, aprendemos a percibir ciertas realidades como altamente peligrosas, desafiantes, etc. de tal modo que reaccionamos ante dichas situaciones sin la mediación normal de la razón, como ante una llama cuyo calor excesivo empezamos a sentir. En estas situaciones se hace real el cinematográfico y beligerante “primero dispara y luego pregunta”. En esos momentos, nuestro pensamiento parece apagarse, dejando paso a reacciones emocionales (con sus componentes fisiológico, cognitivo y emocional) más primarias que hemos aprendido, son necesarias y efectivas.

  

Otra forma de verlo es la cantidad de energía que podemos emplear en los diferentes procesos psicológicos. Cuando una situación que valoramos como significativa para nuestro bienestar requiere una cantidad elevada de energía, no es de extranar que nos resulte tremendamente costoso o incluso casi imposible atender a otras, secundarias o menos prioritarias.

Sin embargo, otra explicación a veces parece encajar cuando la realidad nos pone a prueba. Si como adultos, no sabemos cómo afrontar lo que nos desafía, o tratamos de hacerlo sin resultados, llegando a estresarnos, nuestro cerebro puede acudir a mecanismos de afrontamiento que no corresponden a los de un adulto, por así decirlo, sin darnos cuenta recurrimos a estrategias pasadas que fueron útiles una vez, pero inapropiados para el momento. Volvemos a formas de hacer más seguras, de épocas, en las que nuestro pensar estaba más limitado. Prueba de ello es cómo cuando estamos enfermos, buscamos más el arrope, el cuidado de otros y nos volvemos un puntito más dependientes, también emocionalmente.

Remito al lector de nuevo la pregunta ¿pensamos mejor o peor cuando sentimos?

Un pensamiento sobre “¿Pensamos mejor o peor cuando sentimos?

  1. Gotzon

    !Qué buena pregunta Igor! No sé si se puede dejar de sentir en algún momento, pero sospecho que no es posible pensar sin tiempo para ello…

    ¿O sí? ¿O es entonces cuando la velocidad turbo de nuestro sistema emocional nos puede facilitar la mejor elección?

    Tengo a mano dos buenos amigos que han pensado largo y tendido sobre la influencia de las emociones en el proceso de toma de decisiones:

    Dan Ariely sostiene que somos peones en un juego cuyas fuerzas nos vemos incapaces de comprender. Que nuestro pensamiento es mucho menos racional de lo que se cuenta. En otras palabras, que nos equivocamos de forma bastante sistemática y previsible…de lo cual bien podemos aprender. Si así queremos.

    Otra compañía de mucho predicamento es Gerd Gigerenzer quien estudia las decisiones instintivas y la Inteligencia del inconsciente.

    En lugar de seguir el proceso de amasar información tradicional, ha demostrado que, afortunadamente, funcionamos descartando de forma intuitiva aquella que no necesitamos…lo cual que, de ser cierto, nos va a ser de una extraordinaria utilidad para sortear el bombardeo de información que vivimos ¿no?

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