Inteligencia emocional

Contagio emocional

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Por Eduardo Jubete:

Vivimos en un mundo en constante cambio y transformación, siguiendo un ritmo de vida verdaderamente acelerado. Muchos días tenemos la sensación de que no disponemos de tiempo ni siquiera para tomar un té o un café. Todo sucede realmente rápido. Tan rápido que muchas veces no somos conscientes de la gran cantidad de personas con las que nos topamos en nuestro camino a diario y de la tremenda importancia que tienen esas interacciones, tanto para nosotros como para los demás.

Al hablar de estas interacciones no puedo evitar sorprenderme al pensar en la gran capacidad que tenemos las personas para contagiar nuestras emociones a todos aquellos que nos rodean. ¿Cuántas veces hemos interactuado con una persona enfadada que ha chocado, literalmente, contra nosotros, descargando toda su energía negativa sobre nuestro ser, contagiándonos gran parte de su malestar? O, por el contrario, ¿Cuántas veces hemos hablado con una persona llena de energía positiva y nos ha hecho sentir, justo en ese momento, un poco más felices, más serenos u optimistas?

Este es precisamente el tema central de un estudio (Emocional Contagion) fruto de la colaboración entre la Universidad de Hawai (Elaine Hatfield y Richard L. Rapson) y la Universidad del estado de Ohio (John Cacioppo, que en la actualidad es el director del centro de neurociencia cognitiva y social de la universidad de Chicago).

El notable avance de las neurociencias ha permitido profundizar en una explicación más clara y precisa del contagio emocional o de la comunicación del estado de ánimo y las emociones de una persona a otra, que se encuentra estrechamente ligado al descubrimiento de las neuronas espejo (un tipo de células cerebrales realmente dispersas que actúan como redes inalámbricas, rastreando el flujo neuronal, el movimiento y las interacciones entre las personas). Gracias a estas neuronas se explica el hecho de que dos seres humanos, al interactuar, tengan activadas en el cerebro las mismas áreas.

  

Pero ha sido recientemente cuando se ha descubierto la implicación de la amígdala en el contagio emocional, puesto que es precisamente esta la encargada de interpretar las dimensiones emocionales de lo que se percibe a través de nuestros sentidos (una expresión de rabia o de ira, una postura cabizbaja, un tono de voz alegre, etc.) de una forma ajena a nuestra conciencia consciente. De esta manera, gracias a la amígdala, obtenemos ciertos indicios de emociones, creando en nuestro interior el mismo sentimiento.

Otras autoras que han profundizado en este tema son Lisa M. Diamond y Lisa G. Aspinwall, psicólogas de la Universidad de Utah, que tras realizar un estudio sobre la “unidad de regulación psicobiológica mutua” concluyeron que la cercanía emocional de una persona hace posible a la biología del ser humano influir en la de los demás que están a su alrededor.

Teniendo en cuenta este enorme poder de influencia que tenemos sobre todas las personas que se encuentran en nuestro entorno y recordando la “teoría del cucharón y el cubo” publicada en este mismo blog hace ya un par de meses, yo me pregunto: ¿por qué no hacemos un alto en el camino para contagiar de fuerza, alegría y optimismo a todos aquellos que nos rodean?

¡Seguro que muchas personas nos lo agradecerán!

Fuentes:

  • Hatfield, E. , Cacioppo, J.L., Raspón R. L. (1994) Emotional Contagion. Studies in emotion and social interactions , Cambridge University Press.
  • Goleman, D. (2006) Inteligencia Social. La nueva ciencia de las relaciones humanas , editorial kairós, Barcelona.

2 pensamientos sobre “Contagio emocional

  1. Gotzon

    Estoy contigo. Lo que cuentas me recuerda un pequeño debate en el que participé días atrás acerca de lo productiva que puede ser esta actitud.

    Con todos los matices que se quiera para no incurrir en los excesos de lo políticamente correcto, creo que lo que más contaba entender es lo productiva que puede ser esta actitud para uno mismo, al margen del resultado que podamos apreciar en nuestros interlocutores

  2. Esther

    Un artículo muy acertado, Eduardo. Al margen de la explicación biologicista es cierto que las emociones de unos afectan en el estado de ánimo de otros, y que en muchas ocasiones no cuesta nada ir con buena disposición por la vida, ayudando así a estar mejor uno mismo y, de rebote, a los que están a nuestro alrededor.

    Saludos. Esther

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