Inteligencia emocional

Emociones: perjudican o benefician

Por Jon Berastegi:

Hace unas semanas escribíamos sobre que la utilización de la razón elevada en la toma de decisiones podría conllevar grandes riesgos. Y que por ello el Ser Humano precisa de un mecanismo basado en el cuerpo que ayude a la “fría” razón, el denonimado Marcador somático. Aún así también es cierto que en algunas ocasiones estas señales basadas en el cuerpo pueden deteriorar la calidad del razonamiento.

Con esto queremos expresar que tanto la razón como la emoción deben colaborar en nuestra toma de decisiones, es decir la cuestión que hoy planteamos es: La ayuda de la emoción, para lo mejor y para lo peor.

Para ayudarnos a explicar dicha cuestión, vamos a valernos del ejemplo utilizado por Antonio Damasio en su propia experiencia con un paciente. Dicho paciente posee una lesión prefrontal ventromediana, que le impide desarrollar el marcador somático. Por ello, una fría noche el paciente al salir de la consulta de Damasio, cogió el coche y se marchó a casa.

Esa noche había caído una lluvia glacial y las carreteras estaban heladas. Por lo que al día siguiente Damasio le preguntó si todo fue bien en su vuelta a casa. El paciente respondió rápidamente y desapasionadamente que había ido bien, no distinto de lo habitual, excepto que le había exigido un poco de atención a los procedimientos adecuados para conducir sobre el hielo.

Relató incluso el caso concreto de una mujer que conducía delante de él y que, al entrar en un tramo de helado y patinar, en lugar de salir del mismo lentamente con tracción posterior, se asustó, pisó el freno y fue deslizándose hasta caer en la zanja. En cambio el paciente instantes después atravesó la placa de hielo y siguió conduciendo con calma y seguridad.

No hay duda, que en este caso, no disponer de un mecanismo marcador somático especial supone una enorme ventaja, es decir en este caso la emoción no hubiese ayudado en la toma de decisión.

Unos instantes después, Damasio al finalizar la consulta le plantaba la posibilidad en la elección entre dos días para la concreción sobre su próxima cita. El paciente sacó su agenda y empezó a consultar su calendario.

El comportamiento del paciente fue sumamente sospechoso y después de media hora, el paciente enumeró múltiples factores a favor y en contra de cada una de las dos fechas dadas a elegir, como citas previas, proximidad a otras fechas, meteorología,… prácticamente todo lo que uno pudiese imaginarse razonablemente alrededor de una simple cita.

De la misma manera que le había contado a Damasio su afer con el coche patinando sobre hielo, le realizó un profundo análisis sobre los posibles costes y beneficios en la toma de decisión de la fecha de una simple cita. Todo ello hasta el punto que Damasio tuvo que decirle a su paciente, armado de paciencia, que la cita se concretaba en la segunda fecha propuesta. El paciente cerró la agenda y simplemente constestó: “me parece bien”.

Este ejemplo nos demuestra los límites de la razón pura, y por supuesto demuestra las consecuencias calamitosas de no poseer mecanismos automáticos de toma de decisiones.

En conclusión, podríamos afirmar que la emoción en algunos casos resulta beneficiosa y en otros casos en cambio perjudicial.

¿Qué os parece?
Damasio, A. (1994) Descarte´s Error. pp. 227-228

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