Si hay algo de lo que podemos tener certeza en esta vida es de que vamos a morir. Parece una frase lapidaria, que puede sonar dura y un puntito desagradable. No nos gusta especialmente conectar con esa caracterÃstica inherente a nuestra condición de seres finitos. Y afortunadamente. Si tuviéramos que sentir a cada instante el paso irreversible del tiempo, la angustia no nos dejarÃa avanzar.
Sin embargo, lo que nuestra sociedad ha hecho con este hecho innegable, va más allá de la mera compasión. Hemos encerrado a la muerte en los hospitales, en la televisión. La hemos hecho prisionera de un sueño de omnipotencia, de hedonismo y eterna juventud. Vemos muertos virtuales de otros paÃses, colores, ropajes, los vemos a través del cristal de los velatorios o los intuimos en las noticias de sucesos o las estadÃsticas de tráfico. Hemos sacado la muerte de la calle, de la vida del grupo. A pesar de que se trate de costumbres más o menos aceptadas, el luto ha desaparecido, los velatorios en casa han desaparecido, el féretro ya no recorre el pueblo y, por supuesto, los niños son apartados del “horror” de la muerte. La ilusión de haber vencido a la muerte es tal que hasta se escriben manuales de Resucitación Cardio-Pulmonar. ¿Realmente pensamos que escaparemos de ella si no la miramos a la cara?
No podemos negarle a nadie sus mecanismos de defensa, su forma de afrontar aquello que resulta apabullante, tan impactante que crea una indefensión insoportable, y por supuesto que la muerte de un ser querido es una de esas situaciones en las que necesitamos algo más que simplemente “superarlo”. Entonces negamos o buscamos culpables, y nos querellamos contra el hospital, o pedimos a gritos la cadena perpetua. Son maneras de no conectar con un profundo dolor, que claro que nos pertenecen legÃtimamente como personas. Sin embargo, cuando como grupo apartamos la mirada de la muerte de verdad, la que sucede alrededor, nos lo ponemos más difÃcil para seguir adelante.
¿Es el dolor es necesario para crecer?
Creo sinceramente que, como bien dices, a nadie le gusta pensar en la muerte. La vida es un regalo que no dura eternamente, como la misma belleza, que es totamente efÃmera. Posiblemente, como bien propaga el nuevo anuncio de una famosa empresa de refrescos, es posible que lo único que no te guste de la vida sea lo corta que esta te pueda parecer. ¡¡Gracias por esta relfexión Igor!!