Inteligencia emocional

Cómo puede fracasar la inteligencia.

José Antonio Marina expone en su libro La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez, me gustaría referenciarles algunos de los motivos que, según este autor, nos pueden hacer fracasar intelectualmente, es decir, pueden hacer fracasar nuestra inteligencia. Inteligencia que Marina define como la capacidad de un sujeto para dirigir su comportamiento, utilizando la información captada, aprendida y producida por él mismo y cuyo objetivo último es la felicidad. Recordar que no solo es importante esta capacidad intelectual, sino también el uso que hagamos de ella que será el que nos oriente realmente hacia nuestro bienestar y el de los demás. Este autor señala cuatro tipos de fracasos de nuestra inteligencia: fracasos cognitivos, afectivos, de lenguaje y de la voluntad.

Los fracasos cognitivos provienen del empeño que tenemos muchas veces las personas de negar la realidad. Los prejuicios, la superstición, el dogmatismo y el fanatismo son formas de pensamiento que niegan la realidad, que evitan la aceptación de las evidencias que se nos presentan. Estas creencias señaladas son normalmente conscientes pero existen otras que no lo son, que suelen estar relacionadas con nosotros mismos -como el autoconcepto- , que influyen poderosamente en nuestras emociones y decisiones y que son inconscientes.

Estas creencias inconscientes y disfuncionales, entre las que también podríamos incluir nuestros modelos de comportamiento son, según Aaron Beck y citado por Marina, inferencias arbitrarias, valoran la experiencia fijándose solo en un detalle, generalizan excesivamente y provocan pensamientos absolutistas y dicotómicos. También la credulidad y su opuesto la desconfianza radical se encuentran entre los fracasos cognitivos. Una forma de evitar el fracaso sería la utilización correcta de nuestra capacidad de raciocinio, el uso de la razón, de nuestra razón.En cuanto a los fracasos afectivos, Marina primero señala que para él la verdadera inteligencia es aquella que engloba a todas las inteligencias, aquella que nos lleva a la conducta y que es una mezcla de conocimiento y afecto, de razón y emoción, de datos y de valores. Para este autor, las experiencias afectivas serían tres: los impulsos, los sentimientos y los apegos. También señala los estilos afectivos que marcan con fuerza nuestra personalidad y que se van gestando y reforzando con el paso del tiempo. Estos estilos afectivos son aprendidos con lo que se puede intervenir en ellos, con lo que es conveniente saber que se estructuran en un sistema de deseos y de proyectos, en una serie de creencias sobre el funcionamiento del mundo y de lo que podemos esperar de él y también de creencias sobre nosotros mismos y de lo que somos capaces de hacer. El cambio se presenta como posible pero hay que hacerlo desde la profundidad de nuestro ser.

Por otro lado, sabemos que el lenguaje estructura nuestra inteligencia, con lo que los lenguajes fracasados se apuntan como otro fracaso de la inteligencia, tanto al hablar con nosotros mismos como con los demás. También nuestra conciencia se construye con palabras. El lenguaje es nuestra forma de reflexión, pero esta reflexión puede hacer fracasar nuestra inteligencia tanto por defecto como por exceso: por defecto nos lleva a una tosca impulsividad y por exceso a una rumiación que nos detiene y nos lleva a la parálisis por el análisis. Las deficiencias en el lenguaje interior nos pueden ocasionar la incapacidad de ser conscientes de lo que soy en realidad; puede no dirigir bien nuestra conducta; hacer que la fuerza de los sentimientos se constituya como independiente de nuestra razón en una rumiación constante; pueden conseguir que nuestra conciencia moral se convierta en un elemento destructivo e incluso que la narración de nuestras propias experiencias, dirigidas por nuestros estados de ánimo, nos dirijan a la autodestrucción. Además, en las relaciones con los otros, el silencio, los malentendidos, la sumisión, la irreflexión del discurso o las diferencias de género en cuanto a las expectativas de la comunicación y las diferencias culturales pueden ahondar en ese fracaso del lenguaje y, por lo tanto, en el fracaso de la inteligencia.

Por último, el fracaso de la voluntad, según Marina, es otro fracaso de la inteligencia, principalmente de la inteligencia ejecutiva que es la encargada de gestionar nuestra inteligencia, de gestionar su uso. Las deficiencias en el deseo como la apatía o la desgana; la esclavitud de la voluntad, como son los adicciones o el miedo; la impulsividad, bien sea por compulsión o automatismo; la costumbre de postergar las cosas, de dejarlas para otro momento; la indecisión; la rutina; la inconstancia y la obcecación son algunas de las fallas de la voluntad. Deliberar, evaluar los impulsos que nos llegan desde el cerebro, decidir si esos impulsos deben ser llevados a cabo y mantener ese impulso, esa decisión, son los elementos de una buena voluntad.

En fin estimados lectores. Expuestas quedan algunas de las ideas de las que José Antonio Marina habla es su libro y que yo he intentado, espero que con algo de acierto, resumir y analizar aconsejando siempre la lectura de su libro, de la fuente original de las ideas.

Pero como siempre, queda por saber su opinión…

¿Consideran que la inteligencia puede fracasar? ¿Ven alguna relación de estas ideas con la Inteligencia Emocional? 

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