La normalidad es un concepto muy útil que nos permite, rápidamente saber si tenemos que preocuparnos por algo o no. En principio la preocupación puede ser sólo inquietud si se trata de algo que se aparte levemente de lo habitual, o altamente perturbador si desafÃa nuestros esquemas sobre las cosas.
Supongo que esta idea no es nueva para los lectores de este blog, pero nos gusta recordarla de vez en cuando. Si hay algo que necesitamos las personas en las relaciones humanas y en la vida en general, es estructura. Es más importante tener una estructura que nos guÃe que el hecho de que ésta pueda ser errónea. Por esta razón el concepto normalidad nos facilita mucho las cosas. No vamos a hacer demagogia, y trataremos de no ser extremistas o demasiado relativistas al decir que un poco de normalidad nos ayuda, pero demasiada hace que nos volvamos rÃgidos.
EstadÃsticamente lo normal nos ofrece un tipo de información que hace referencia al conjunto y no sólo hace referencia sino que nos da la referencia. Un grupo de iguales hace rápidamente norma una caracterÃstica que, después de un tiempo en uso, ninguno de los miembros de ese grupo cumple, y no sólo eso: hacemos normas sobre los grupos que no son los nuestros, en los que no vivimos ni conocemos, y los comparamos con una visión que nos pertenece sólo a nosotros. Ejemplo de esto son los prejuicios sobre otras razas, religiones, apetencias sexuales e inclinaciones, inmigrantes, adolescentes, la gente mayor, los funcionarios, los seguidores de un estilo de música, los hombre y las mujeres. Es decir, lo que comienzan siendo minorÃas (por diferentes) termina siendo la globalidad de lo que llamamos “gente” y ¿qué hay más normal que la gente?
En la otra cara de la moneda tenemos lo que todos conocemos como lo diferente, algo que excluye la normalidad (valga la redundancia, por eso lo diferente no es normal). Ser diferente tiene muchos inconvenientes para con “la gente” pero grandes ventajas para con “los diferentes“. Ser diferente confiere identidad, nos hace sentir únicos, lo cual es una necesidad básica en las personas, pero al mismo tiempo tiene un precio. Ser diferente a veces nos hace sentir muy solos; por un lado los que no nos conocen pueden sentirse incómodos cuando yo hago, digo, expreso o demuestro algo que no entienden, y esa incomodidad puede generar el primer paso para el aislamiento (SÃndrome de Ulises en inmigrantes), y por otro, si renunciamos a lo que nos diferencia y nos plegamos a las peticiones de “lo normal”, de la gente, dentro de nosotros podemos aún asà sentirnos solos.
La presión del grupo es siempre enorme, y muchas veces necesaria, pero no olvidemos que todos somos únicos y son nuestras caracterÃsticas irrepetibles las que nos hacen valiosos. Además, uno puede hacer cosas distintas, pero es muy difÃcil dejar de ser quien uno es.
Por lo menos por norma general.Â
Interesante reflexión… De la adhesión a un grupo “diferente” radica la importancia de conocer primero quienes somos realmente y cuales son los principios que nos caracterizan.
Bien está recordar que somos únicos…exactamene igual que todos los demás.
Buen finde
Yo que tengo hijos que empiezan a entrar en la adolescencia estoy muy preocupada con este tema de la normalidad y de seguir al grupo. ¡Cómo cuesta conseguir ser uno mismo!
Yo creo que somos normales cuando nos comparamos con estándares que consideramos inferiores a nuestro espacio de acción.
Somos normales cuando nos atragantamos de victorias del pasado para justificar nuestra gordura de pereza.
Somos normales, cuando ni siquiera nos hacemos la pregunta ¿Soy normal? ¿Hoy me dormà en mi oasis o emprendà la gira hacia una aventura?
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