Inteligencia emocional

Del propósito al Objetivo (I)

Estamos en temporada alta en cuanto a propósitos para un nuevo año, o nueva fase o como queramos verlo. Independientemente de hemos celebrado la navidad o lo que signifique para cada cual, lo que es indiscutiblemente es que estamos en un momento de transición de un año a otro; que, dicho sea de paso, no hacemos sino escuchar vaticinios sobre el próximo año, que parece presentarse peor. Volviendo al tema de los propósitos, ¿Cuál es el tuyo? ¿El tabaco quizá, la dieta, ordenar el trastero, el gimnasio, el inglés … por nombrar los más tópicos?

El caso es que muchos propósitos no dejan de serlo con el paso de los meses, e incluso años; las razones pueden ser variadas: desde la baja motivación o escaso convencimiento hasta la falta de planificación. Y es que, ya bastantes imprevistos nos surgen, para que estos propósitos tan necesarios e importantes para nosotros  –cuando así lo son por lo menos– los dejemos a merced de la improvisación. En mi opinión, a riesgo de estar confesando una debilidad personal, la mayoría de estos propósitos fracasan o no se convierten en realidad por falta de planificación.

¿Cómo empezar por tanto a planificar? Convirtiendo eso que queremos conseguir en objetivo, como si habláramos de organizar una tarea compleja.

La primera cuestión surge al formular el objetivo; como si del título de una obra o de un artículo se tratara, hemos de enunciar, aunque sea mentalmente, que es eso que queremos conseguir a modo de logro: no son adecuados objetivos como “empezar a buscar cursos”, o “apuntarme a un gimnasio”, o tampoco “no perder la calma con mi hija”; necesitamos formular objetivos como “Ir x veces al gimnasio”, o apuntarme a un curso –donde me exigen una continuidad-, o “ser capaz de discutir con mi hijo escuchando lo que dice”. Si estuviéramos hablando de tener ordenado el trastero, la secuencia es semejante, porque si bien es cierto que no habrá un seguimiento, sí es conveniente que haya una revisión de que se está cumpliendo. En el momento de la formulación resulta de ayuda crear una imagen en la que veamos o sintamos con ese objetivo hecho realidad: sintiendo que estamos más ágiles e incluso dejamos de usar el ascensor, o imaginándonos cómo nos movemos y comunicamos con más soltura en nuestras próximas vacaciones, o cómo, hemos cambiado de contexto en nuestras discusiones con nuestro hijo y estamos ambas sentadas escuchándonos –aunque no estemos de acuerdo-.

Cuando creamos “esa imagen mental” o “sensorial”, estamos formulando un pedido para nuestro inconsciente, de forma que por ambas partes, consciente e inconsciente, estamos especificando con más concreción qué es lo que buscamos. Si el pedido es abstracto o difuso, el inconsciente no lo tendrá tan claro, y no nos enviará las necesarias señales en cuanto surjan factores que influyan.

El siguiente punto es el de la responsabilidad o compromiso para ponernos a ello; si queremos que mejoren nuestras finanzas y para ello nos limitamos a comprar lotería, estamos dejando demasiado en manos del azar. Por eso, hemos de asegurarnos que eso que buscamos sea real y esté en nuestras manos. Es más cansado y trabajoso, pero es lo que nos da el poder y satisfacción de logro. En el caso de que no quiera perder el control con mi hija, es cierto que no puedo cambiar su baile de hormonas y consecutiva eclosión; no, es que tiene 14 años, pero probablemente, sí puedo cambiar cómo me comporto ante ello. Después, ya pasará el tiempo.

Hay más puntos y condiciones a comentar para formular eficazmente los objetivos; continuaremos con ello en el próximo artículo, pero mientras puede ser el momento de elegir adecuadamente los objetivos, positivos, reales y comprometidos.

¿Por qué creéis que no se cumplen gran parte de los propósitos que nos planteamos? ¿Habéis formulado ya alguno para este 2010? 

Un pensamiento sobre “Del propósito al Objetivo (I)

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