Toda emoción es funcional y tiene por tanto un propósito que le confiere utilidad, razón y sentido para ser experimentada. Incluso las emociones que en principio son percibidas como más intrínsecamente desagradables, como por ejemplo el asco, el dolor o la tristeza, presentan funciones adaptativas que nos permiten ir reajustando el comportamiento a las distintas situaciones estimulares a las que nos vemos sometidos en nuestra vida cotidiana. Así lo han visto expertos en psicología emocional como Izard, Ekmann, Tomkins o Plutchik, entre otros.
Pues bien, una de las emociones que en nuestra actual cultura está siendo más estigmatizada y considerada como sobrante, perniciosa y dañina es precisamente la vergüenza. Da la sensación de que se tratara de una emoción estéril que nos impidiera la “autorrealización” y la obtención de nuestros deseos u objetivos, constituyéndose en una verdadera rémora para nuestro desarrollo personal. Vivimos, en fin, – esta es al menos mi impresión – en una sociedad que está perdiendo la vergüenza, que se está “desvergonzando” a pasos agigantados. Y sin bien es cierto que un exceso de vergüenza (de vergüenza global o generalizada, conocida también como “vergüenza internalizada”) puede resultar muy dañino desde un punto de vista psicológico en cuanto que revela problemas de baja autoestima, inferioridad, inadecuación, etc., problemas que hacen sufrir con demasiada e incontrolada intensidad a las personas, no es menos cierto que una ausencia de esta emoción, una incapacidad para experimentarla, podría acarrear también serios desequilibrios tanto individuales como sociales. No olvidemos, por ejemplo, que en uno de los colectivos en los que más se ha detectado la falta de vergüenza es precisamente en el de los psicópatas.
Desde esta brevísimo apunte quiero reivindicar la necesidad de la vergüenza, la necesidad de mantenerla y preservarla porque, además de tener un rendimiento estético incuestionable que correlaciona con el pudor, la elegancia y la belleza, es provocadora de otras emociones, actitudes y sentimientos como los de moralidad, responsabilidad, culpabilidad real, humildad, integridad, etc., que considero imprescindibles para una sana regulación de las relaciones interpersonales y para la configuración de una sociedad más humana.
No cabe duda de que la vergüenza nos acerca a reflexionar sobre las consecuencias de nuestras conductas y su alcance. Sin vergüenza, nuestros comportamientos y palabra muchas veces devienen en procaces, irrespetuosos, soberbios, mentirosos y engañosos.
Es, por ejemplo, imposible asistir en estos últimas días al debate PP- PSOE sobre qué medidas adoptar para salir de la crisis económica sin sentir vergüenza, vergüenza ajena por falta de ética, de responsabilidad ante los ciudadanos y, como no, incluso hasta de sentido estético.
¿Usted qué opina al respecto?
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A veces la vergüenza frena la intuicion y el “hazlo yá” y nos lleva a razonar y razonar es engañar a la mente, prefiero pasar por irrespetuoso y enderezar la experiencia sobre la marcha a que despues arrepentirme por no haber hecho o decido algo antes, un abrazo.
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Hola,
Según mi propia experiencia no considero que cuando siento vergüenza sea una emoción esteril, dañina o sea una rémora para mi, ni tampoco veo la necesidad de la vergüenza o su belleza, cuando aparece no es buena ni mala, es, está. Es mi condicionamiento cultural el que dice esto es bueno o malo. El pensamiento limitante que genera la vergüenza es el verdadero problema y a éste es al que debemos dedicar nuestra atención.
Los políticos no son distintos a lo que es la sociedad, Iñaki, son un reflejo de la sociedad, y eso es lo que somos la inmensa mayoría en disitntos grados.
Agradezco tus reflexiones,
Saludos
julia carrasco
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Dos cosas hacen que busque saber sobre esta condicion que jamas encontro una rima conmigo, hasta que encontre a Stanislav Lem con su estimacion cierta de que la verguenza nos salvaria y asi lo entendi , tambien en otra ocasion supe que Freud le habia pedido a sus discipulos que profundizaran sobre la verguenza…es todo y en mi suceden AFIN
En general,todo en exceso es malo,e incluso hay parejas que llegan a la terapia de pareja haciendo mención de esta situación de vergüenza dentro de la dinámica.
A mí consideración la vergüenza ayuda un poco para no infringir las normas sociales y regular la convivencia entre las personas.
En general los excesos no son tan benéficos para las personas,sin embargo,hay casos dentro de la terapia de pareja en los que el problema también es el excesivo pudor o vergüenza de la pareja.
A mi consideración,la vergüenza nos ayuda también a no querer violar las normas sociales,así como mantener un respeto por los demás
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