Inteligencia emocional

El arte y la ciencia de no hacer nada …

Autor: Javier Riaño

Mediado agosto, en plenas vacaciones, seducido por un título tan apropiado como pertinente en periodo estival, quiero compartir contigo mi última lectura: “El arte y la ciencia de no hacer nada” de Andrew J. Smart (Ed. Clave Intelectual, 2014). A primera vista podría confundirse con un tratado sobre la holgazanería. Más bien, se trata de algo tan serio como la “red neural por defecto”.

Se trata de un libro que argumenta, desde el rigor de las neurociencias, sobre la necesidad de descanso del cerebro: para poder funcionar con normalidad es necesario también estar ocioso una buena parte del tiempo. Nos sugiere darnos permiso para actuar más a menudo con el “piloto automático” frente a la tendencia habitual de guiarnos por un propósito, con un objetivo determinado.

Smart “lleva la defensa del ocio un paso adelante al presentar datos de las neurociencias acerca de lo que hace el cerebro cuando no hacemos nada.” Y postula que no hacer nada –real y verdaderamente nada- conduce a un mejor funcionamiento cerebral.

Si el cerebro queda secuestrado por el desafío del momento, si este desafío deja de ser momentáneo para convertirse en el reto de todos los minutos, de todos los días, meses y años, de nuestra vida… el cerebro deja de tener tiempo para ser creativo. La poesía de Rilke y la gravitación universal de Newton son ejemplos de las virtudes del ocio; la red neural por defecto, constituida por distintos nodos, su base.

Esta red interviene en los momentos en que se deja vagar la mente o se sueña despierto. Su actividad aumenta cuando no hacemos nada, también cuando centramos nuestra atención en nosotros mismos y nos entregamos a la introspección; y disminuye cuando se ejecutan tareas inducidas externamente.

¿Dónde está y qué es la red neural por defecto? Las regiones específicas que constituyen esta red son: corteza prefrontal medial, corteza cingulada anterior, precúneo, hipocampo y corteza parietal lateral.

La red neural por defecto da sustento al autoconocimiento, los recuerdos autobiográficos, procesos sociales y emocionales y también a la creatividad. Nos permite procesar información vinculada con relaciones sociales, nuestro lugar en el mundo, nuestras fantasías respecto al futuro y –por supuesto- las emociones.

Quizá puedas considerar que Smart argumenta científicamente algo ya sabido; que solemniza algunas cuestiones obvias. No obstante algunas de sus propuestas son llamadas a la reflexión en nuestra sociedad entregada a la productividad, el crecimiento y la multitarea:

“El único camino para alcanzar ese nivel óptimo de actividad de la red neural por defecto radica en poner los pies sobre la mesa y abandonar la actividad orientada a la realización de tareas”

“El secreto reside en aprender a adoptar, defender y exigir el derecho a la holgazanería como requisito indispensable de una buena vida y una sociedad sana

“Gozar del ocio es anatema en nuestra sociedad donde si no desarrollamos una continua actividad, no aprovechamos al máximo nuestro potencial”

¿Estás de acuerdo?

¿Qué opinas?

 

 

7 pensamientos sobre “El arte y la ciencia de no hacer nada …

  1. Iñaki Pérez

    Querido Javi, como siempre, didácticas y aleccionadoras tus reflexiones. Muchísimas gracias.
    No conocía el libro, pero completamente de acuerdo con lo que postula. Una de las cosas que más recomiendo últimamente a las personas que acuden a mi en busca de consejo, ayuda o soluciones, es precisamente esa. Que dediquen tiempo a ellas/os mismas/os, a aquello que les proporciona bienestar, que no hagan nada, que dejen a su cabeza descansar de los pensamientos que rumian en muchas ocasiones o del objetivo, la obligación, la tarea o la ultima responsabilidad adquirida.
    Sin duda me alineo con el autor cuando postula que la “holgazanería” tiene que ver con una suerte de vida sana personal y socialmente.
    De nuevo gracias!
    Un abrazo!

  2. Maribel Navascues

    Gracias Javi!!
    Grandiosa lectura para estas fechas. Muchas veces me pregunto si cuando leemos lo hacemos para reafirmar posturas previas, si realmente estamos atentos a argumentos contrarios.
    El cerebro necesita espacios en blanco, la creatividad, la hibridación de ideas, ese “eureka” precisa de huecos para aflorar, le tenemos tanto miedo al vacio, en la charla, en la decoración… que no dejamos espacios para que sucedan otras cosas.
    Son muchos los textos en relación al funcionamiento del cerebro a los que he acudido, Damasio, Pinker, Punset, Marina, Rojas Marcos… y al final me imagino al pobre caballito de mar, el Hipocampo, constreñido, disminuido, perjudicando nuestra capacidad de crear conexiones y nuestra memoria precisamente por estar todo el tiempo alerta, en acción, con objetivos, planes…
    Esa es la historia que este verano fluye en mi cabeza, el frágil caballito de mar y la obstinada almendra, la amígdala en pugna…, vamos a regalarnos con espacios en blanco, vamos a holgazanear un poco para que gane el caballito….
    Feliz verano ;-)))

  3. Rogelio

    Javier.. no veas cómo me ha venido de bien este post ya que pensaba que iba a poder seguir trabajando todo el verano sin descanso y al leer tu post me he dado cuenta de que es totalmente necesario que descanse y ya he programado unos días para hacerlo. Así que gracias por la reflexión que paso a poner en práctica!!!!!.

  4. Francisco Javier Bárez Cambronero

    Gracias Javi por este buen y oportuno post. Ya ves lo bien que le ha venido a Roge.
    Totalmente de acuerdo en la necesidad de dedicar tiempo a frenar, ralentizar, parar la actividad habitual. Practicar la vagancia, la pereza. No hacer nada. Es buen momento para hacerlo. ¡Que placer! tumbarse en la playa escuchando el rumor de las olas (en alguna playa tranquila y apartada claro) o en el campo con el trinar de los pájaros de fondo, tiempo de silencio y ¡repiraaar!. Conectar con uno mismo, sentirse, dejar la mente en blanco, en reposo, pasear con tranquilidad, sólo observando, captar los pequeños detalles. Disfrutar de y con las personas queridas.
    Es necesario vaciar la cabeza, que a su vez es una buena medida para estimular la creatividad.
    También es bueno practicar la invisibilidad,.. perderse, desaparecer, desconectar toda la tecnología, desenredarse por un tiempo. Somos sujetos “mediatizados”, intoxicados por exceso de comunicación e información.
    ¡Pero como nos cuesta!. Porque nos persigue una emoción social “sibilina”.…la culpa. Nuestra sociedad nos exige permanente actividad y presencia, si no es así- la cultura se encarga de ello- la culpa nos asalta, nos ata emocionalmente al no puedo dejar esto o aquello, tengo que hacer…tengo que.., tengo que…
    La religión cristiana clasifica la pereza como un vicio capital ya que genera otros pecados.
    Este libro – que lo leeré – se me antoja como una buena herramienta para regular esta incordiante emoción, que tengáis buen vagueo.

  5. Arantza Echaniz Barrondo

    Hoy que he vuelto de vacaciones… y es el día en el que las personas con las que te encuentras te preguntan qué has hecho… me siento orgullosa de no haber hecho nada… Nada más que descansar y desconectar que es vital para retomar mis quehaceres y obligaciones…

  6. Tomás Elorriaga

    Javi:

    Casualidades de la vida, tambien lo leí en agosto

    Me parece que ayuda a no hacer nada sin sentirse culpable.

    Me ha funcionado en agosto. Y la conciencia muy tranquila!!! Lo dicen las neurociencias!!!

    Gracias

    Tomas Elorriaga

  7. Pingback: Emociones en el ser humano: su utilidad* | Rogelio Fernández Ortea

Responder a Tomás Elorriaga Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Confianza online