Inteligencia emocional

El miedo a la libertad y la cotidianidad irresponsable

Releer a Erich Fromm en un clásico como “El miedo a la libertad” me reconcilia con la psicología social. Más todavía, cuando el motivo de esta lectura es nuestra Tertulia Emocional en la que desde 2007, seis aprendices nos juntamos regularmente para disfrutar de la compañía, compartir lecturas y aprender Inteligencia Emocional.

En esta ocasión queríamos acercarnos a una aproximación más social del comportamiento humano y de las emociones. El viernes pasado nos ocupamos de Fromm, quien pretende “analizar aquellos factores dinámicos existentes en la estructura del carácter del ser humano moderno, que le hicieron desear el abandono de la libertad en los países fascistas, y que de manera tan amplia prevalecen entre millones de personas de nuestro propio pueblo”.

Titánica la tarea que se propone al abordar cuestiones fundamentales como el aspecto humano de la libertad, el ansia de sumisión y el apetito del poder. Preguntas esenciales las que se plantea.

¿Qué es la libertad como experiencia humana? ¿Es el deseo de libertad algo inherente a la naturaleza de los hombres? ¿Se trata de una experiencia idéntica, cualquiera que sea el tipo de cultura a la cual una persona pertenece, o se trata de algo que varía de acuerdo con el grado de individualismo alcanzado en una sociedad dada? ¿Es la libertad solamente ausencia de presión exterior o es también presencia de algo?

¿Cómo ocurre que la libertad resulta para muchos una meta ansiada, mientras que para otros no es más que una amenaza? ¿No existirá tal vez, junto a un deseo innato de libertad, un anhelo instintivo de sumisión?

Señalaré algunas de sus respuestas en un par de inquietantes párrafos:

“En los años que han transcurrido desde el nacismo, hemos debido reconocer que millones de personas, en Alemania, estaban tan ansiosas de entregar su libertad como sus padres lo estuvieron de combatir por ella; que en lugar de desear la libertad buscaban caminos para rehuirla; que otros millones de individuos permanecían indiferentes y no creían que valiera la pena luchar o morir en su defensa”

“Esta verdad ha sido formulada con eficacia por John Dewey: La amenaza más seria para nuestra democracia —afirma—, no es la existencia de los estados totalitarios extranjeros. Es la existencia en nuestras propias actitudes personales y en nuestras propias instituciones, de aquellos mismos factores que en esos países han otorgado la victoria a la autoridad exterior y estructurado la disciplina, la uniformidad y la confianza en el ‘líder’. Por lo tanto, el campo de batalla está también aquí —en nosotros mismos y en nuestras instituciones”

Clarividente, Fromm. Libertad y responsabilidad, dos caras de la misma moneda. Individuación, autonomía, madurez e incertidumbre. Colectivismo, dependencia, y seguridad.

Leyendo a Fromm han asaltado algunos ejemplos de la vida cotidiana que caminan en esta huidiza senda hacia la irresponsabilidad.

¿No nos reconocemos en estos mecanismos de evasión cuando atribuimos toda la responsabilidad educativa en nuestras escuelas e institutos, asumiendo un papel de gregario, de seguidor?

¿Acaso no tiene un aire huidizo e infantil cuando entregamos nuestra salud y enfermedad al sistema sanitario, recluyéndonos en el seguimiento obediente y mecánico de las prescripciones médicas? ¿No es el mismo mecanismo evasivo el que estimula una sociedad medicalizada que huye de la prevención, y de la promoción de la salud?

¿Acaso no podríamos considerar como dejación la paulatina judialización de nuestras relaciones sociales y la falta de tradición social de soluciones autocompositivas?

¿Qué opinas?

 

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