Inteligencia emocional

Haz bien y no mires a quién, es la empatía

150429112643_nepal4_624x351_gettyimagesHoy vuelve a visitarnos la empatía, que aunque ya ha pasado por aquí anteriormente unas cuantas veces, en esta ocasión viene para ayudarnos a analizar dos trágicos acontecimientos que en la actualidad están teniendo una gran difusión e impacto en los medios de comunicación.

Uno de ellos, es el caso del “falso shaolín” y su condena por el asesinato de dos mujeres. El otro, es el del terremoto de Nepal. Aparentemente, son dos sucesos que nada tienen que ver uno con otro.

Sin embargo, ambos como sucesos traumáticos, son auténticos estimuladores de emociones contrapuestas, pero sobre todo, lo que tienen en común, es la experiencia empática.

Pero, ¿cómo funciona y por qué se produce la empatía?. Desde una mirada sociológica de las emociones, podemos ver la empatía como verdadero “pegamento” del funcionamiento social, cuyo cuadro de mando se encuentra en las (neuronas espejo). Ahora bien, no todo depende de ellas (aunque una de sus funciones sea la de imitación), porque una cosa es sentir en común y otra, como dice Durkheim en El Suicidio, inclinarse ante la autoridad de la opinión y repetir automáticamente lo que otros han hecho.

En el primer caso que nos ocupa, podemos analizar la situación tanto, desde la vertiente de la victima, como desde la del agresor, asesino o verdugo.

Ante un hecho como este, la empatía se expresa en función de la relación, conexión y/o distancia que se tenga con la victima. Pero también depende del número de victimas y de lo execrable que nos parezca la acción. En este suceso esta valoración es de alta magnitud al rebasarse todas las reglas morales y culturales establecidas.

Una noticia así, inmediatamente y sin conocer a las victimas, nos produce emociones como indignación, rabia, vergüenza ajena, asco y miedo hacia el asesino, y sentimos pena, tristeza, compasión e incluso podemos a llegar a sentir dolor físico, dolor por el sufrimiento al que se han visto sometidas estas dos mujeres.

También activamos la empatía para con sus familias, sentimos compasión y tristeza por ellas. Se trata de un proceso cognitivo que nos lleva a activar la empatía hacia victimas y familiares.

Pero, y aquí abro un escabroso debate, se pone de relieve un dilema moral, en un ejercicio supremo de empatía, ¿podemos tratar de comprender y respetar al asesino?

Los expertos diagnostican en él una profunda psicopatía. Entendiendo ésta como una enfermedad mental que conlleva la incapacidad de empatía (hacia sus victimas, por lo que no les causaría ningún daño), ¿cómo debemos tratarlo?

Por otra parte, el psicópata es plenamente consciente de sus acciones, además las prepara, las planifica y ejecuta con total frialdad. ¿Se merece empatía, para comprender sus motivos más ocultos para llevar a cabo un hecho así? ¿A pesar de la actitud insolente que mostró en el juicio, mediante la cual provoca más indignación y asco moral?. Este asco nos ha visitado recientemente.

Las personas que cometen los delitos y crímenes más horrendos, suelen carecer de empatía, muestran incapacidad de experimentarla y percibir el sufrimiento de los demás, en una clara carencia psicológica. Múltiples estudios demuestran que suelen ser personas solitarias que buscan consuelo en su fantasía favorita.

Desde la perspectiva sociológica, entran en juego, las convenciones y normas sociales y culturales que mediante las emociones sociales (en las que necesariamente a de darse interacción social) nos dicen qué debemos sentir, en qué momentos y en qué intensidad. Ante un crimen como el del falso shaolín, sentimos (debemos sentir) rabia, indignación, etc. Emociones que inevitablemente nos llevan a pedir “la máxima condena posible” a modo de resarcir el daño causado, no sólo a las víctimas y a sus familias, sino también a la sociedad.

Por otro lado, veamos la otra triste noticia, el terremoto de Nepal.

En un trágico acontecimiento como este, no se produce rabia e indignación porque no hay verdugo, no hay figura humana contra la que proyectar nuestras emociones, no hay reacción contra la naturaleza, si acaso, desolación por lo ocurrido, porque no encontramos respuestas.

Sin embargo, sí aparece la compasión, la solidaridad, la tristeza, diría que casi el mismo dolor físico de las personas que vemos sufriendo, y además de manera virtual, en la televisión o en videos o en fotos, desde la lejanía. Y a pesar de ello, aparece la empatía, se activan las neuronas espejo.

De manera inmediata se manda ayuda, recursos y personas, del mundo entero, allí, in situ, se olvidan los posibles enfrentamientos locales ante un suceso extremo como este, se suman fuerzas, la solidaridad aflora y se ayudan entre todos sin dudar, en la medida de lo posible, sin necesidad de que nadie demande ayuda.

Es la empatía, un potente mecanismo social, el verdadero secreto del funcionamiento social, que se activa buscando el bien común (tan olvidado en nuestros tiempos postmodernos), no olvidemos que la empatía forma parte de las habilidades que contiene la competencia emocional de la conciencia social.

¿Son únicamente las neuronas espejo las responsables de la empatía?. Estas sirven para reconocer los movimientos que realizan otras personas a través de la imitación, ellas inician un proceso de activación neurofisiológica, pero ¿de quién dependen los procesos cognitivos necesarios para la empatía?

A partir de nuestra actitud, de nuestra conducta, de nuestras palabras y expresiones, inferimos estados emocionales que luego afectan también al nuestro, debido al contagio emocional que depende de un canal de conexión entre emociones propias y ajenas.

En este sentido, tengamos claro que somos seres sociales, grupales, altamente colaborativos, sensibles a las injusticias y por lo general, amantes de la paz.

Frans de Wall, en su libro La edad de la empatía, nos lanza una interesante pregunta, ¿qué es lo que hace que nos preocupemos por la conducta de los demás, o que nos preocupemos por los demás?. Su respuesta es que, gracias a la conectividad social, los seres humanos estamos dispuestos a mejorar las vidas ajenas, incluyendo las de personas desconocidas.

Recordando la tragedia de Nepal, sólo podemos sentir un tipo determinado de emociones (estimuladas por las normas sociales y culturales) como hemos visto antes, lo contrario sería colocarse la etiqueta de “insolidarios, insensibles, etc”.

Todos y todas sentiremos las mismas emociones (colectivas) ante un mismo hecho y en un mismo lugar por medio del contagio emocional, recordando una vez más a Durkheim, es un contagio moral

La empatía es un instrumento de la vida emocional que marca el ritmo de toda relación humana. El coste emocional de la falta de sintonización empática en la infancia, más que la falta de afecto, puede tener un coste muy alto.

En este sentido sociológico, también Marco Iacoboni, nos plantea que las neuronas espejo nos brindan una explicación neurofisiológica de las complejas formas de interacción social, nos ayudan a comprender las motivaciones más profundas que generan las acciones e intenciones de los demás. Nos muestran que estamos conectados desde la empatía.

Lo cual debería inspirarnos para transformar la sociedad en un lugar mejor donde vivir. Por eso, haz bien y no miras a quien, eso es la empatía…

Y la empatía empieza por escuchar, al hilo de esta última reflexión, os dejo un extracto de parte final de la canción y el video de Patti Smith, People Have the Power

 Escuchar, Creo que todo lo que soñamos

Se puede llegar a pasar a través de nuestra unión

Podemos cambiar el mundo

Podemos convertir la revolución de la tierra

Tenemos el poder

La gente tiene el poder

¿y tú cómo y con quién prácticas la empatía?

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