Inteligencia emocional

Tristeza por los besos que no he dado

Hace unos días una amiga mía me dijo que cuando llega la muerte te enfrentas a tu vida, a lo que has vivido, y que debes estar congraciado con ello, con ella, con la vida, con tu vida, con lo que has hecho y con lo que no y que ahí estaba el éxito del buen vivir, hacer un buen balance de tu vida Pues bien, yo me he dado cuenta en estos días que no lo estoy, que me pesan demasiado los besos que no he dado, el amor que no he buscado, el amor que no he compartido…

Tristeza sería el nombre de la emoción que me embarga por la pérdida de un tiempo que ya no volverá y que no recuperaré. Tristeza es el sentimiento que marca físicamente la despedida, el darte cuenta del quebranto que suponen años de ausencia de esa química que hace que el presente cobre relevancia, que el ahora sea un momento infinito, la renuncia que suponen los besos que no he dado. Tristeza sería el estado emocional que me permite saborear los besos que di, la intensidad de su deleite, la entrega que supusieron, las sensaciones que provocaron, el amor entregado, la esperanza que generaron, la comunión que supusieron con el otro, con el mundo, con la vida. Tristeza es la emoción que me empuja a volverme hacia adentro, hacia mis recuerdos, hacia el sufrimiento que supone la pérdida, la ausencia de esos besos que no he dado y que ahora me hubiese gustado dar. Tristeza espero que sea también la turbación que me permita tener el coraje suficiente para salir a buscarlos, que genere el cambio suficiente para darlos, que me permita darme cuenta de que me falta algo y que no quiero renunciar a ello.

Sabina decía que solo calan los besos que no has dado, pero yo quiero, antes de que tenga que enfrentarme a ese balance final, haber besado, haber buscado el amor, haber compartido ese momento único que significa la entrega mediante el contacto, el mimo, la caricia… ese momento eterno y jugoso que hace que la vida cobre sentido, sabiendo que no es el sentido propio de la misma pero sí uno de sus mayores placeres, su parte más carnal, más sublime, más emocional, más visceral. Quiero que me calen tanto los besos que no he dado como todos lo que he dado, los recibidos, los compartidos y los que quedan por disfrutar. En ese momento, y por el momento, estaré congraciado con la vida sin sentir la tristeza por la pérdida que suponen los besos que no has dado… y has querido dar.

 

 

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