Inteligencia emocional

El sueño de Mario.

culpa

Hoy traigo a este blog a una  emoción que nos ha visitado poco, la culpa.  Pero hablaré de ella de manera diferente, lo haré con un cuento titulado El sueño de Mario, lo presenté a un concurso de cuentos sobre la navidad animado por Sonia Aldama, con la que estoy siguiendo un curso de escritura creativa.

La culpa es una emoción privada y muy destructiva, con ella podemos generarnos mucho sufrimiento cuando creemos que hemos perjudicado a alguien con nuestros actos. Pero también podemos proyectarla hacia otras personas responsabilizándolas de algo que ha ocurrido, como es el caso del personaje de este cuento, espero que os guste.

Mario vive atormentado desde que su hijo Ander, de cinco añitos, murió atropellado por un coche. Aquel día cambió su vida de repente, pero sobre todo, cambió él.

Ya no es aquel Mario alegre y bromista, perdió la sonrisa, dejó de hacer las cosas que más le gustaban, andar en bici, ir al cine, hacerlas sin su hijo ya no tiene sentido. Y también cambió la relación con Blanca, su mujer. Apenas le dirige la palabra.

Su vida transcurre entre la rabia y la culpa, y sólo algunos días consigue no pensar en él.

Y de noche le persigue un sueño, pero es un sueño caprichoso, porque sólo aparece en navidad. Han pasado cuatro años y aún cobra vida al llegar el día 22 de diciembre, es el día en que aquel coche se quedó sin frenos, invadió el carril de bicis y se llevó por delante a Ander y Blanca.

Al acostarse, el sonido del despertador golpea con fuerza sus oídos, marcando el tiempo de su sueño, de su dolor.

En el sueño oye a su hijo que le llama:  ¡papi, papi, estoy aquí!, y le tiende sus manitas, esas manitas que a Mario tan feliz le hacía tenerlas entre las suyas, y jugaban y le decía: me voy a comer estas manitas tan ricas y regordetas, y Rubén se reía porque le hacía cosquillas en ellas, pero este sueño es despiadado y cuando él intenta agarrarlas, su hijo se desvanece en la oscuridad, y se despierta agitado, empapado en sudor.

Y una vez más, la culpa se le clava en el cuerpo, ese día él decidió quedarse en casa mientras Blanca se fue con Rubén a ver un espectáculo navideño para niños, y Mario piensa: ¿Por qué no fui yo?

Mario piensa que es la maldita navidad la culpable.

Y también tiene la culpa Blanca, ¿Por qué se empeñó en ir en bici?, es su tormento en forma de preguntas para las que aún no ha encontrado respuestas.

Esta noche es diferente, Mario aún no  lo sabe pero algo mágico va a ocurrir.

La luz que entra por la ventana le tranquiliza, y el sueño también cambia;

Oye la voz de su hijo: ¡papi, papi, papi estoy aquí!, y ve su preciosa sonrisa que le reconforta, y siente el calor y la ternura de su cuerpo que le abraza y le dice: ¡yo te cuido papi!, Mario se despierta sonriendo, relajado, no siente dolor, siente paz.

Se da cuenta que ha estado sumido en su egoísmo, revolcándose en su sufrimiento al mismo tiempo que descuidaba a Blanca. Ella también ha necesitado cuidados que él ha desatendido, viviendo en un profundo resentimiento hacia ella, haciéndola culpable.

Por la mañana, Mario le habla del nuevo sueño a Blanca y le pide perdón y le dice:

_Quiero que nos vayamos de viaje esta navidad.

Blanca le dice que no,

_A mí me gusta estar con mi familia en navidad, sólo tenemos que cambiar la forma de recordar a Ander, aunque nos vayamos seguirá siendo navidad, no hay culpa en ella, de ti depende cómo quieres vivirla.

¡Esta maldita navidad me persigue!, piensa Mario, pero en ese instante el recuerdo de su hijo le cambia el pensamiento: tienes razón Blanca, podemos aprovechar la navidad para estar juntos.

Este año, la cena de Nochebuena con la familia de Blanca es diferente, Mario ha recuperado la sonrisa, está relajado, animando la conversación como hacía tiempo atrás, ve por la ventana cómo cae la nieve y piensa que a Ander le gustaba ver nevar, y Blanca y él con una mirada cómplice, se agarran de la mano.

y tú ¿como vives la culpa?

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