Inteligencia emocional

Locuras de andar por casa

Rowan-Atkinson-Mr-BeanNos aterran muchas cosas, lo que nos vuelve profundamente vulnerables ante un mundo enormemente vasto lleno realmente de amenazas para un individuo solo. Evidentemente no hablo de nuestro vecindario, de nuestro lugar de trabajo, sino de una conclusión evolutiva que , como mamíferos y concretamente primates, nos acompaña. En muchos aspectos esenciales seguimos sintiendo de vez en cuando nuestra naturaleza como “presas potenciales”. El miedo es probablemente la emoción más presente en nosotros como especie, en sus diferentes intensidades y variantes. Y sumándose a las múltiples amenazas externas reales, están con nosotros las amenazas imaginadas, las que se reproducen una y otra vez en nuestra cabeza a modo de anticipación.

Es curioso porque uno de los temores que han acompañado al ser humano pensante ha sido desde siempre el miedo a la locura, a perder el contacto con la realidad y actuar, pensar o sentir en unos parámetros que no sean los de la sociedad que nos rodea o no estén basados en hechos objetivos. Huimos tan rápido como podemos de las ideas o sensaciones extrañas sobre nosotros mismos, en busca de una justificación, de un sentido. Nos peleamos interna y externamente por la coherencia, la continuidad, la estabilidad en nuestros argumentos, nuestra presencia, nuestros deseos y les pedimos a los demás que hagan lo propio.

De algún modo, el cambio de opinión de los otros, cuando se nos mueven del lugar en el que les teníamos catalogados, o cuando nosotros mismos nos salimos del marco de referencia de nuestras creencias acerca de quiénes somos y cómo hacemos las cosas, provoca el acecho de una sensación de descontrol y desconfianza. Entonces empezamos a perder la seguridad que nos da internamente poder anticipar cómo otros van a reaccionar y levantamos nuestras defensas y nuestra rigidez, en un intento de que sea quien sea -tú o yo-, vuelva al redil. Sin embargo, si damos un paso atrás, si nos miramos desde lejos en esta dinámica, rápidamente podemos levantar la voz y confrontar esta idea: “¿Cómo no voy a poder cambiar de opinión, de visión sobre las cosas?” Y de alguna manera, esta reivindicación que encontramos razonable puesta de esta manera, no es tan comprensible cuando procede de otros. Sea como fuere, en nosotros o en otros, nuestra necesidad de percibir continuidad en lo que nos rodea es tan fuerte que incluso la preferimos a la incertidumbre real de las cosas, y de alguna manera logramos hacerla prevalecer internamente.

En cierto modo, esa permanencia mental que construimos, tanto de las personas como de los grupos y los acontecimientos, llega a convertirse en una idea un tanto delirante cuando nos aferramos a ella a costa de los cambios reales de la vida. Delirante porque la usamos para guiar nuestro pensamiento, nuestro sentir y nuestras acciones, independientemente de la realidad. Hacemos “como que es cierto”, y actuamos de una manera preestablecida, pedimos a otros que también lo hagan y nos esforzamos en criticar o rebatir una postura incoherente con esa idea adquirida, nos aferramos más allá de lo razonable a la inmutabilidad de las cosas y las personas. Y negarle a la realidad y a nosotros mismos la posibilidad de cambiar, particularmente cuando no entendemos el porqué, no deja de ser una locura.
Y este hecho es el que me hace pensar que en el fondo seguimos siendo profundamente frágiles, que nuestra solidez mental a menudo está cimentada sobre conceptos inamovibles que representan más nuestra necesidad que la realidad que pretenden describir. Necesitamos certezas para movernos por el mundo, evidentemente, pero sentimos un profundo desasosiego cuando comprobamos de repente que ese mundo se mueve más allá de nuestras certezas.

Un pensamiento sobre “Locuras de andar por casa

  1. Manuel Aresti

    Una de las pocas cosas que no tengo miedo es a la locura, sí a la soledad y a la hipocresía reinante que marca la falta de Transparencia en casi toda nuestra vida cotidiana y social. Tengo tanto miedo a la locura como a la soledad, dos cosas innatas en el ser humano. Habrá que luchar por vencerlas en el día a día, eso es estímulo, responsabilidad, cordura, vivir, etc. Y el que me salga de los cánones establecidos me hace más fuerte y más feliz, si cabe. Necesito del contacto de la Sociedad pero hasta cierto punto; no quiero ser alineado, quiero vivir en el día a día y cada día de mi vida dar gracias a Dios por la maravillosa vida que me ha dado. Un abrazo a todos desde Algorta.

Responder a Manuel Aresti Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Confianza online