Inteligencia emocional

El sesgo negativo

La semana pasada participé en el III Congreso Estatal de Psicología Positiva organizado por la SEPP, entidad a la que pertenezco y en la que coordino el grupo de Sesgotrabajo de aplicaciones en el ámbito de la psicología clínica. Se presentaron, como suele ser en estos espacios, muchos estudios y avances especialmente en el ámbito de la salud, la educación y las organizaciones. La verdad es que daría mucho que hablar. Pero me he traído una reflexión que me ha dejado mucho más poso que todo lo demás. Se trata del sesgo negativo.

 

La historia de un gazapo cultural.

En una de las actividades del congreso varios ponentes debatían sobre la situación actual de la Psicología Positiva. En un tono autocrítico se mencionaba a los “happiologos” como aquellos profesionales que venden la positividad como si fuera el bálsamo de fierabrás, es decir, un ungüento milagroso. Se expresaba la dificultad de introducir planteamientos derivados de las investigaciones que compartíamos por chocar contra ciertas ideas arraigadas en nuestra cultura y en nuestras costumbres. Me hizo pensar en las razones por las que algo tan razonable, desde mi punto de vista, como aplicar conocimientos sobre el funcionamiento óptimo de las personas y las organizaciones, se encontraba tanta resistencia.
Empecé a pensar en cómo el miedo es la herramienta de control social que asumimos como normal. El miedo amplifica la percepción de peligro. Pero seguí el hilo argumental y me di cuenta de otros sesgos que aceptamos. A los niños debemos corregirlos, decirles lo que hacen mal para que aprendan. Claro que si, pero el problema es que, principalmente, solo hacemos eso. Las sociedades conducen a sus ciudadanos a través de las las normas, es decir, al temor al castigo, lo cual genera la impresión de que la sociedad es una selva. Otra vez solo una cara de la realidad. Hemos conseguido bajar la tasa de mortandad en las carreteras por las multas que han conseguido que conduzcamos más lento y se ha logrado vía legislación que no fumemos en espacios públicos. Funciona, esta claro. Pero aceptar estas visiones como las únicas nos supone tener que pagar el precio de interiorizar el axioma de que el hombre es un lobo para sus congéneres. Efectivamente es conveniente andar con tiento, aunque la mayoría de las veces esa prudencia es solo temor generado por un sesgo con efectos negativos.

 

El sesgo negativo.

Un sesgo en psicología es un efecto derivado de un error en el procesamiento de lo que percibimos, es decir, es una orientación equivocada que nos lleva a conclusiones erróneas sobre la realidad que nos rodea. Por lo tanto el sesgo negativo es una tendencia, un
a facilidad para observar primero los aspectos negativos de lo que nos rodea. Y este efecto nos resulta tan natural que no nos detenemos un instante a valorar las consecuencias que tiene. Las creencias irracionales, las distorsiones cognitiva, los prejuicios, los estereotipos y emociones desagradables son algunos de sus efectos Image26798

En psicoterapia observo continuamente personas que sufren graves consecuencias derivadas de vivir con las gafas puestas de sesgos negativos en sus historias personales. Muchas personas adoptan como absolutas, percepciones parciales de la realidad que a veces son impuestas por visiones de otros. Y esto genera una espiral de pensamientos y emociones autolimitantes que acaba en problemas serios. El proceso de cambio, exige en muchas ocasiones, combatir este sesgo desde una exploración amplia de la realidad. Esta búsqueda, la mayoría de las veces, termina encontrando elementos que entran en contradicción con los pensamientos y emociones vinculados con el sesgo negativo.

¿Quien nos previene sobre el sesgo negativo? ¿Qué herramientas tenemos para combatirlo eficazmente? 

 

Sesgo positivo.

Si aceptamos que tenemos una capacidad limitada de percibir la realidad sería conveniente conocer la intensidad y la dirección al que nos arrastran los sesgos con los que vivimos. Aprendamos, pues, a conocer con detalle los nuestros, a cuestionarnos la razón de nuestras primeras impresiones o de nuestras intuiciones. Dediquemos un tiempo (pero no todo el día, ¿eh?) a reflexionar y a preguntarnos por nuestras emociones y por nuestros pensamientos. No solo descubriremos algunos gazapos que nos influyen, sino que además es un ejercicio fundamental para ser feliz. Posiblemente la habilidad, o el arte, de navegar más entre sesgos positivos nos acerque a mayores cotas de bienestar. La investigación ya nos ha demostrado que cultivar nuestras fortalezas personales, así como disfrutar de experiencias que nos generen emociones positivas nos ponen en el camino de la felicidad. Yo lo tengo claro, si no hay más remedio que equivocarse prefiero que mi sesgo sea positivo.

 

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