Inteligencia emocional

Empatía como actitud

empatiaVivimos tiempos difíciles, ¿en algún momento no los ha habido? Tiempos en los que el tan ansiado crecimiento económico se logra a expensas de los que menos tienen, las clases bajas.

Tiempos en los que priman la codicia, la avaricia, el egoísmo, estados emocionales sociales que dan vida a la tan manida crisis.

Es por ello que debemos poner el acento en aquello que une a la sociedad, en la empatía, en las neuronas espejos que posibilitan la empatía y el bien común, porque la falta de identificación con los demás es la culpable de nuestros males.

Así nos lo recuerda Marco Iacoboni en su obra Neuronas espejo: Empatía, neuropolítica, autismo, imitación, o de cómo entendemos a los otros.  

 Cierto es que en este blog hemos invitado a la empatía en muchas ocasiones anteriores, pero creo que por muchas que sean las ocasiones que nos visite, no saturaremos sus intrincados misterios.

En esta ocasión viene a recordarnos que, probablemente, durante estas fechas navideñas que acabamos de pasar, junto a la solidaridad, es la palabra que más hemos escuchado. Al parecer crece la sensibilidad hacia los que más sufren, hacia los que más necesitan y algo nos impulsa a querer ayudarles.

¿Pero cuáles son los instintos sociales que hacen que nos preocupemos por los demás?

Franz de Waal en La edad de la empatía, nos plantea que la empatía es una respuesta automática sobre la que tenemos un control limitado, sin embargo, podemos desarrollarla, activarla, o reprimirla, bloquearla o resistirnos a ella mentalmente, pero salvo los psicópatas, nadie es emocionalmente inmune a la situación der los demás.

No podemos negar la importancia del vínculo social, y ello es debido a la necesidad de seguridad.

La empatía es el mecanismo que utiliza el cerebro (límbico) para conectar el mundo exterior con el mundo interior, conectar la dimensión social con la emocional e individual.

Ver a alguien sufriendo activa nuestros circuitos cerebrales, nuestro comportamiento se ajusta a la situación de la otra persona, la hacemos nuestra. Entran en juego las neuronas espejo. Nos ayudan a comprender los motivos que generan determinados estados emocionales en otras personas.

Ser empáticos significa ser capaces de comprender, sin prejuicios, la visión que tienen los demás de la realidad, su postura ante la vida.

Mediante la empatía podemos ayudar a otras personas, pero también a nosotros mismos. Estar interconectados emocionalmente tiene valor de supervivencia.

La empatía no es imaginar o reconstruir conscientemente cómo nos sentiríamos en el lugar de otros. Es mucho más que ponerse en el lugar del otro.

d525383812c12d2daeea689eab1c6a6fMediante la empatía experimentamos lo mismo, pero eso que sentimos mediante el contagio emocional, es nuestra emoción, no la del otro. Aunque se trate de la misma, cada cual la experimenta las emociones a su manera y con diferente intensidad.

El descubrimiento de las neuronas espejo ofrece la posibilidad de explorar los mecanismos biológicos que hacen posible la sociabilidad.

En La civilización empática,  Jeremy Rifkin, habla de que la compasión y el altruismo no ofrecen un significado previo de lo que expresa la empatía.

Es la habilidad tanto cognitiva como emocional mediante la cual el individuo es capaz de ponerse en la situación emocional de otro, es una capacidad que se desarrolla.

No se trata de reconocer las emociones de los demás a través de sus expresiones. Al parecer no es suficiente contagiarse emocionalmente para ayudar a otras personas, la sensibilidad ante el dolor ajeno no es condición suficiente para prestar ayuda. Se dan otros condicionantes relacionados con las normas culturales, que en gran manera condicionan nuestras emociones.  

También tiene su lado oscuro, puesto que, puede ser aprovechada para manipular las decisiones y conductas ajenas. Por ejemplo, determinadas personas, desde sus privilegiadas posiciones de poder, se autocontrolan o exacerban sus expresiones emocionales para manipular las reacciones emocionales y empáticas de la ciudadanía.

Según la teoría, disponemos de diferentes niveles de empatía:

La empatía afectiva/emocional nos capacita para responder emocionalmente de manera adecuada ante el estado emotivo de otros individuos.

Por su parte, la empatía cognitiva tiene la función de ayudarnos a comprender ese estado, el punto de vista y la opinión de los demás.

Existe vinculación emocional con el otro cuando activamos la capacidad de escucha, de generosidad y solidaridad, que en definitiva son emociones sociales.

Pero bien es cierto que no puede activarse constantemente. Debemos seleccionar en qué momento activarla o no hacerlo.

Por ejemplo, cuando percibimos una situación de peligro potencial que están viviendo los demás, cuando alguien de los nuestros está en peligro. Es decir, tenemos la capacidad de activar o no la respuesta empática, somos empáticos selectivos.

Las emociones nos igualan, nos conectan, aprendemos a expresarlas y experimentarlas de manera vicaria. Imitamos las reacciones corporales, por ejemplo, ante la sonrisa, los músculos se activan de inmediato y sonreímos.

Podemos captar los procesos mentales, la reacción emocional y por tanto el estado en que se encuentra la otra persona. Pero no cómo experimenta e interpreta lo que siente.

Sé que alguien está triste, percibo que sufre, puedo sentir la tristeza, interpreto qué está sintiendo, pero cada cual siente su emoción a su manera, sin olvidar que percibimos la emoción ajena en función de la propia.

Pero es mi emoción. Tendemos a comentar aquello de: sé cómo te sientes, pero si yo no he vivido nunca esa situación, ¿cómo lo voy a saber?

¿Cómo voy a saber qué se siente en situación de desempleo, si nunca he perdido el trabajo?, No puedo saber qué tipo de experiencia emocional siente una madre que no puede dar de cenar a sus hijos. No puedo saber cómo se siente alguien que lucha día a día con el cáncer si yo no he vivido nunca esa experiencia.

Empatizo cuando entiendo lo que está pasando, no necesito haberlo vivido, empatizo si comprendo la experiencia, sé qué se siente cuando se está triste, cuando se tiene miedo, cuando se está indignado, porque yo también he vivido esas emociones y porque sé qué son, cómo y cuándo se producen.

Empatizar es comprender, aceptar y respetar los motivos de una determinada reacción emocional, conectar con esa experiencia.

Pero, como podéis leer en Nerea Bárez. Piscología y Neurociencia, no por más emocionarse se empatiza más y mejor.

Creemos empatizar cuánto más afligidos nos sentimos al ver mal a otros, pero hemos de tener cuidado con no caer en el secuestro emocional.

Mediante la empatía podemos evaluar las razones de la respuesta emocional ante una situación. Identificamos lo que necesitan los demás y lo que les hace daño, permite detectar necesidades tanto fisiológicas como emocionales.

Por tanto, facilita la conexión fundamental para regular las interacciones sociales, coordinar y ajustar actividades y objetivos comunes con nuestros semejantes.  Ajustar las reacciones entre sujeto y contexto.

Empatizar, lo hacemos o no lo hacemos, tenemos esa facultad que podemos utilizar para la resolución creativa de problemas y conflictos sociales.  Se trata de una actitud y capacidad de descubrimiento, de exploración empática.

Luis Muiño finaliza un artículo sobre la empatía en la revista Muy Interesante, 408, mayo 2015  de esta manera: Quizá no importe de donde provenga la llamada de los demás, tal vez lo único importante sea que estemos dispuestos a escucharla.

Y tú, ¿cómo entrenas tu empatía?

 

Un pensamiento sobre “Empatía como actitud

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