Inteligencia emocional

Confidencias de un profesor…

Tengo dos hermanos, que además me llevan muchos años, o por lo menos a mí eso me parece: el mayor tiene veinte más que yo y el segundo dieciséis. Esta diferencia de edad hizo que el primogénito fuese mi ídolo cuando yo era niño, que le admirase, ya que representaba el ideal de hombre del que mi padre ya no era imagen.  Guapo como un actor de cine, me acuerdo de él cuando me subía a su cama para ponerme discos, singles de Raphael, de Nino Bravo y de Miguel Ríos; cuando me llevaba con sus amigos, más como una mascota que como un hermano; cuando cambiaba de coche y me dejaba ir de copiloto; cuando me hacía regalos, y cuando me hablaba de cómo vivía ya que yo quería vivir como él, quería ser como él. De él fue la idea del nombre que tengo y de él son los recuerdos de muchos de los buenos momentos de mi niñez y de los valores que fui manteniendo de adulto.

Cuando yo tenía cinco años se casó, e intuyo que esa fue la primera sensación de soledad que tuve, de sentirme solo, de sentirme abandonado. La relación siguió, pero con mi pubertad cambió y lo hizo con la misma rapidez que yo cambiaba y también con la misma virulencia.  Mi papel de hermano pequeño díscolo y soberbio, insisto con lo de pequeño, se contraponía a la de un hermano mayor con la responsabilidad adquirida de ser como un padre, pero sin ser legitimada por mí. Yo me fui de casa, nunca lo agradeceré bastante, pero eso no mejoró la relación que siguió siendo tóxica durante muchos años. Seguía la relación de hermanos, pero no de hermanos bien avenidos. pero no de Siempre se preocupaba por mí,la forma que yo necesitaba, aunque seguramente de la única forma que él sabía.

Yo iba cumpliendo años, mi hermano también. Años complejos, años intensos, buenos y malos, todos vividos. En devenir de la vida hubo un momento en que nos volvimos a encontrar, ya adultos, él quizás más viejo, yo quizás más tranquilo. Nos volvió a unir la enfermedad, primero la suya, después la mía, luego la de ambos. En su primera operación yo estuve a su lado, en la segunda también, aunque me dejó estar menos tiempo ya que lo pasó peor. Desde mi primera operación y hasta la última, de momento, siempre me tubo consigo, él y su mujer, los dos, ocupándose de mí, cuidándome como a la persona dependiente que era, cuidándome como a un hermano. No podré expresar nunca lo agradecido que estoy a mi cuñada. Yo estuve con ellos, cuando las cosas les empezaron ir mal en la vida, muy mal.

Desde entonces compartí con ellos momentos buenos y malos, muchos más malos que buenos, pero ya juntos, aportando un poco de alegría a contextos que la necesitaban con urgencia. Una urgencia que se agravaba conforme la salud iba siendo cada vez peor, con más dolores, con más sufrimiento. Un dolor que se iba apoderando del cuerpo y la mente. Unas circunstancias vitales que, parecía, le iban apagando poco a poco.

Digo parecía porque mi hermano seguía siendo mi héroe porque me seguía dando lecciones de vida, de cómo vivir, de cómo cambiar, de cómo dar sentido a una realidad que no quería, a un dolor que no le dejaba vivir, a una vida que no quería vivir con tanto dolor. Fue a varios médicos, tuvo varias operaciones, no le mejoraron nada. Después le dijeron que le tenían que operar otra vez. También le dijeron que tenía cáncer.

Un amigo mío me dijo en cierta ocasión que la vida no es justa. Yo le dije que la vida no es una cuestión de justicia, sino que simplemente es y que yo estaba contento ya que nunca hubiera habido un mejor momento para compartir la vida con mi hermano como este momento

Esto es lo que nos contó un profesor en una clase en la Universidad cuando yo era joven. Lo contó dándonos las gracias por permitirle compartir con nosotros su experiencia vital. Nosotros le agradecimos el poder aprender con él. Estoy seguro de que las cosas fueron bien… ese es por lo menos nuestro más profundo deseo.

4 pensamientos sobre “Confidencias de un profesor…

  1. Manuel Aresti Larrauri

    Estimado Rogelio: Hay veces en la vida que cosas bonitas como tu post de hoy, son rememoradas entre el fue así o yo quiero recordarlo así, pero siempre en positivo, con la esperanza de no dar marcha atrás pero que nos quede el recuerdo, la añoranza, la honorabilidad del hermano, de la familia… Profesores somos todos porque díme de uno que no haya aprendido de sus alumnos. Yo estoy profundamente satisfecho de leerte y de haber sido alumno tuyo y te recordaré siempre con cariño… Supongo que te apercibiste que me encanta la transparencia. ¡En fin…! Un abrazo y a ver cómo y cuándo puedo invitarte a compartir conmigo un café con leche en la cafetería…

  2. Consorcio CIE

    Cómo me alegra saber siempre de ti y, sobre todo, sentirte tan cerca.
    Gracias por tus palabras Manuel, gracias por tus enseñanzas y ojalá te vaya todo bien y nos veamos pronto.
    Un fuerte abrazo compañero””

  3. Javier Bárez

    Muchas gracias Rogelio por este bonito y sentido post que nos aporta una visión de la realidad cotidiana, en ¿todas? las familias se dan, en algún momento de su devenir, sucesos traumáticos, estresantes; desencuentros, rupturas, conflictos, separaciones temporales y hasta desamores.
    Experiencias que se superan sólo si mantenemos en nuestro interior la llama del amor, del respeto y la admiración, siempre llega el momento en el que podemos demostrarlo.
    Gracias

Responder a Javier Bárez Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Confianza online