Inteligencia emocional

La puerta 50

Puerta 13

Si la vida fuera un paseo por un largo pasillo lleno de puertas cada una de ellas podrían ser las opciones que se abren o se cierran para nosotros. Unas serían señales del trecho recorrido, otras las de las personas o las de los proyectos con los que nos vinculamos o no. Hoy abro una nueva puerta, la 50. Y es que hoy cumplo 50 años. Estoy en Montignac, en Francia, disfrutando de unos días de vacaciones. Aprovechando el “suceso” y la casualidad de tener que escribir en este espacio me lanzaré a compartir algunas de las cosas que veo desde esta atalaya en este momento. Advierto que se trata de reflexiones derivadas de observaciones totalmente personales que no estoy completamente seguro de que tengan que ver con la meta volante que cruzo hoy. Pero, de alguna manera, espero que, en cualquier caso, puedan ser útiles a otras personas que vivan en estas u otras circunstancias parecidas.

Los hitos

Puerta 6

Seguir vivo es un hito que se renueva cada día. Posiblemente damos por hecho que la vida nos pertenece y, por tanto, lo natural es tenerla. Ahora, al pasar los 50, veo nítidamente la conveniencia de dedicar tiempo a ser conscientes de lo vivido cada día. Imagino que esa es una de las principales causas de las míticas crisis que algunas personas sufren al cambiar de década. Es un momento de balance consecuencia de cierta reflexión. Llegar es un logro al igual que lo es disfrutarlo. También soy capaz de identificar momentos que me han permitido ser quien soy: acompañar en la vida a mis tres hijos, haberme dedicado a la psicología, haber amado intensamente, haber corrido 7 maratones… Acumulo hitos, muchos, y siento el hambre de sumar muchos otros más.

 

 

El tiempo no es ilimitado.

¿Puerta 50?

No se si es exactamente ahora pero desde no hace mucho tiempo me he dado cuenta de que la vida que se nos da no es ilimitada en el tiempo. Y, por ello, resulta importante decidir a qué dedicarnos, con qué personas compartirlo. Siempre hemos sabido que un día la vida acaba pero, tal vez por la percepción de que nos queda mucho por delante, gastamos nuestro tiempo como si no fuera a acabarse nunca. Hacerme consciente de ello me ha ayudado a dar importancia a mis elecciones y a decidir más en función de ello. Además, por si no lo hiciera antes lo suficiente, encuentro muchas más razones para vivir lo más intensamente posible cada instante. Y con ello la capacidad de saborear todos los instantes que me sea posible.

Capacidades e incapacidades.

A medida que pasan los años he experimentado un aumento de mis capacidades. Algo así como la cristalización de las potencialidades que percibía de joven, junto con el hallazgo de otras que no sospeché nunca poseer. Es agradable ver que tareas complejas se me hacen fáciles. Pero también comienzo a vivir un proceso opuesto: el de las cosas que antes hacía y ahora me cuestan o, sencillamente, no puedo hacer. Envejecer incluye un apartado de aceptar que no eres quien fuiste. Esto suele doler puesto que se trata, en muchas ocasiones, elementos que has perdido de entre lo que valoras de ti. Para mi, afortunadamente, aun la balanza parece inclinarse del lado de las capacidades pero creo que mi miopía no me impide darme cuenta que poco a poco girará hacia el otro lado.

 

Puerta de la vulnerabilidad

Más vulnerable.

El peligro o el riesgo siempre está presente en la vida pero cuando uno es joven se acepta de forma mucho más natural. También es cierto que la falta de experiencia hace que no siempre seamos conocedores de las consecuencias reales de los peligros que afrontamos y, de una forma u otra, esa ignorancia nos ayuda a enfrentarlos sin demasiado temor. Hoy esta sensación ha cambiado. Puedo darme cuenta del valor de lo que tengo, de lo que disfruto, de lo que hace que mi vida sea digna de ser vivida. Tal vez eso o la toma de conciencia de los riesgos reales hacen que me vea más fácilmente alcanzable que en otras etapas de la vida. El hecho es que vivo la paradoja de poder enfrentarme a problemas como nunca pero pagando un coste emocional mayor que nunca también. Siento mucha fuerza personal exterior pero mucha más fragilidad en mi intimidad.

Necesito de mi gente mucho más que nunca antes.

Siempre he sido muy independiente y supongo que sigo siéndolo. Pero algo ha cambiado en la manera de vivirlo. Se trata del papel de las personas de mi vida en mi propio bienestar. Me veo mucho más necesitado de ellos, de compartir tiempo, de sus caricias o cualquier otro tipo de demostración de afecto. Afortunadamente, hoy por hoy, tengo la suerte de estar muy bien rodeado. Me veo menos dispuesto a abrirme a nuevas personas y a la vez más demandante de mi entorno actual.

Agradecimiento.

Pese a los claros y oscuros que dibujo a mis recién cumplidos 50 el resabor que queda es dulce. Puedo verme más limitado y gastando la segunda parte de mi vida, puedo encontrarme más frágil pero creo que el conjunto es armónico, bello. Veo con optimismo el futuro desde un sentimiento de agradecimiento por lo pasado. ¡¡¡Un secreto!!! He de reconoceros que la idea de la muerte ha comenzado a rondarme. Pero, hoy por hoy, bien por creerla lejana, bien por la sensación de haber disfrutado intensamente del camino recorrido, no me resulta molesta. Un día tras una de las puertas mi vida se apagará pero, de mientras, seguiré abriendo y cerrando puertas en el siempre interesante y, a veces, divertido camino del vivir.

2 pensamientos sobre “La puerta 50

  1. Javier Bárez

    Muchas gracias Pablo por compartir tus reflexiones con esta bonita metáfora de las puertas.
    Por un lado como opciones que nos ofrece la vida, cada puerta lleva a un sitio diferente, por otro, como apertura a nuevas etapas de la vida que nos va marcando la edad.
    Me veo reflejado en tus reflexiones. Lo que yo he experimentado es que tras la puerta 50 encontré una mayor necesidad de cariño, de caricias y ternura, de abandonar la vanidad y sobre todo, ahora que avanzo hacia la puerta 60, una gran conciencia de serenidad y de restar importancia “superflua” a las cositas de la vida.
    Que tus puertas te traigan fuerza y belleza. Un abrazo

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