Inteligencia emocional

Innovación en gobernanza y emocionalidad

Este año, Orkestra, el Instituto Vasco de Competitividad, editaba el último informe de competitividad del País Vasco, el correspondiente a 2017, que subtitulaba ¿Y mañana? En el mismo, su sexto capítulo hace referencia a la innovación en la gobernanza, en concreto en la gobernanza pública, haciendo un especial hincapié en los elementos de coordinación para que la arquitectura institucional establecida pueda adaptarse a la necesaria colaboración y participación con redes públicas y privadas.

Los motivos que plantea para ello se fundamentan en la complejidad de las transformaciones que se están dando en la actualidad y lo explicitan los siguientes cambios: la pérdida de funciones de los gobiernos centrales a favor de administraciones supranacionales y subnacionales; los objetivos que persiguen dichos gobiernos se han complejizado así como los factores que inciden en ellos, muchos de ellos intangibles, haciendo que sea necesaria una mayor transversalidad de las políticas públicas con la intervención de una mayor cantidad de agentes; el modelo de gobierno actual, que es un modelo fragmentado, no es capaz de dar la respuesta transversal y sistémica que necesitan los retos actuales; el gobierno tiene que pasar de tener un papel controlador y autoritario para pasar a ser un potenciador de la participación y colaboración de los agentes públicos y privados.

A tenor de estas circunstancias, la cuestión que quiero plantear, ya que estamos en sito dedicado a las cuestiones socio-emocionales, es la siguiente: ¿Qué papel tiene la emocionalidad en los nuevos modelos de gobernanza? La creciente complejidad se gravita principalmente en el incremento de relaciones, en una gobernanza multinivel como apunta dicho informe. Las necesidades de habilidades de relación para desarrollar este nuevo modelo de gobernanza se vuelven centrales como elementos de innovación en gobernanza. Estas habilidades tendrán que acompañar, tanto al modelo como a las personas encargadas de desarrollarlo, no tanto desde el ámbito político, sino desde el ámbito de la gestión de lo público. Las personas encargadas de llevar a cabo este proceso de innovación en la gobernanza tendrán que tener un gran número de habilidades socio-emocionales, destacar en inteligencia emocional.

Hace un tiempo vi en una serie de televisión una referencia a la importancia que tienen las pequeñas cosas en la ciencia, a la necesidad de tenerlas en cuenta para poder seguir avanzando en la misma. Cuando hablamos de emociones, del funcionamiento del cerebro humano, pasa lo mismo, ya que parece una nimiedad, algo que lo de “todos sabemos”, algo curioso, pero “poco serio”. Pues bien, ojalá que los avances que se están dando en Neurociencia, y que están suponiendo una de las mayores revoluciones científicas que estamos viviendo, sirvan también para desarrollar la innovación en el ámbito de la gobernanza pública, de la gobernanza colaborativa.

 

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