Inteligencia emocional

Miedos (des)conocidos

Se dice que nuestra sociedad es la sociedad del miedo, pero ¿de qué tenemos miedo? Porque miedos hay muchos, diversos, diferentes, similares, justificados y no justificados. Unos miedos ayudan y otros perjudican.

El miedo ha visitado este blog en numerosas ocasiones. Pero hoy he invitado a dos miedos de los que poco se habla, poco se explica de ellos, por lo que son (des)conocidos. Recojo el prefijo des entre paréntesis para reforzar su intencionalidad y significado; negación o inversión. En este caso, los miedos de los que hablo son dos miedos negados y en parte, sólo en parte conocidos, es decir, desconocidos.

Por un lado, me refiero al miedo que sufren las personas que viven y duermen en la calle, al miedo de las Personas Sin Hogar. Y ciertamente, muy poco se conoce de estas personas y mucho menos de sus miedos. Por otro lado, hablo del miedo a estas personas, de la Aporofobia. Éste es un concepto acuñado en 1995 por Adela Cortina y que desarrolla en su libro Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia. Se trata de un neologismo formado a partir de la voz griega á-poros, ‘sin recursos’ o ‘pobre’, y fobos, ‘miedo’, por tanto, significa: Odio, miedo, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el que no tiene recursos o el que está desamparado”.

Esta palabra ha cogido tanto auge actualmente que ha sido elegida palabra del año 2017 por la Fundación del Español Urgente, incluso el Senado español aprobó el pasado mes de septiembre una moción en la que pide la inclusión de la aporofobia como circunstancia agravante en el Código Penal. En nuestra sociedad, este concepto tiene su origen en el miedo, tiene como trasfondo el rechazo ancestral que el ser humano ha sentido siempre por la figura del pobre.

Como dice A. Cortina, este miedo no es una fobia difusa, es una actitud que trata de ser justificada. En mi opinión, se trata de un miedo diferente y no justificado, miedo a lo diferente, al diferente, a lo desconocido, por tanto, es un miedo irracional. Este no es miedo que paraliza, más bien al contrario, es un miedo que impulsa a la violencia, a la agresión. Sin embargo y en oposición, el miedo de las Personas sin Hogar es un miedo totalmente diferente a éste, porque sí es un miedo paralizante y está totalmente justificado.

Hace pocos días, leí una noticia en la prensa titulada La hora del miedo para las personas sin hogar: Rafael Santamaría tenía 32 años cuando, en agosto de 2009, un grupo de jóvenes se lo encontró durmiendo
 en un fotomatón en Madrid. Losiguiente que recuerda este zamorano
 es despertarse en un hospital. Le habían reventado a patadas el cráneo.Tenía suerte de seguir con vida, peroperdió la movilidad en parte de su cuerpo, además del habla.

El Movimiento contra la Intolerancia (MCI) llevó su caso a los tribunales. Esta entidad ha documentado 22 asesinatos desde 1992 de Personas sin Hogar. La caída de la noche es un momento de mucha tensión. Y no solo por el frío. Entre estas personas, quien no ha sufrido una paliza ha visto como al de al lado intentaban quemarle vivo mientras dormía.

A través del Informe Hatento, la Fundación RAIS ha elaborado la primera aproximación empírica a la violencia que, según este estudio, han sufrido el 47 % de las 31.000 Personas sin Hogar en nuestro país. Estos delitos de odio contra las Personas sin Hogar es un fenómeno invisible, por eso decía anteriormente que su miedo es desconocido.

El 60 % de las agresiones se produjeron mientras las víctimas dormían; en dos terceras partes de los casos los hechos fueron presenciados por testigos, que como norma general no prestaron ninguna ayuda (excluidos como testigos otras Personas sin Hogar, un 80 % pasó de largo, y solo un 2,7 % llamó a la Policía). El 10 % de los agresores resultaron ser miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, un factor que disuade de presentar denuncias, unido a que, en un 70 % de los casos, la atención recibida en la comisaría fue «poco o nada satisfactoria». En los 114 casos pormenorizadamente recogidos en la investigación por RAIS, sólo 15 víctimas presentaron denuncia. Ninguna acabó en sentencia condenatoria.

Nos enfrentamos a una patología social. La aparofobia es un fenómeno absolutamente corrosivo, pone nombre a una realidad, a un sentimiento. Permitidme que lo analice desde la perspectiva teórica que Zygmunt Bauman desarrolla en La posmodernidad y sus descontentos, según la cual este fenómeno aporofóbico hace alusión al concepto sueño de la pureza de una sociedad, por tanto se vería a las PSH (Personas sin Hogar) como contaminación, personas que no encajan, es suciedad que hay que limpiar. Es una cuestión de orden, el extraño hace añicos la seguridad de la vida cotidiana.

Bauman pone el punto de mira en el caldo de cultivo para la aparición de ideologías totalitarias, peligrosas y que pueden encaminarse hacia la búsqueda de la solución final, que infaustos recuerdos nos trae. Cierto es que toda sociedad produce sus extraños, hasta ahora parecía que estos extraños eran las personas excluidas, entre ellas como máxima expresión de la exclusión social, las PSH. Sin embargo, en la actualidad la aporofobia parece orientarse hacia “los pobres” en general. No encajan en algunos mapas cognitivos, morales o estéticos del mundo.

Siguiendo con el análisis del miedo de las PSH, el principal factor de riesgo para que una de ellas sea víctima de un incidente o delito de odio es encontrarse con otra persona que crea que aquellas no merecen su respeto y esté dispuesta a comportarse en consecuencia. Quienes cometen delitos de odio por aporofobia son los únicos responsables de sus conductas.

Quiero hacer énfasis en que las PSH forman un grupo social especialmente vulnerable frente a los delitos de odio. Los prejuicios en torno a la criminalización de las PSH (en la actualidad también de los pobres) es otro de los factores que pueden incrementar la vulnerabilidad frente a este tipo de experiencias.

Según la percepción de las víctimas, estos incidentes pudieran estar motivados por los prejuicios y la intolerancia hacia ellas. En la investigación de RAIS se les preguntó sobre las razones que tenían para pensar de esta forma. Un 30,7% de las personas entrevistadas señala que el agresor o agresores lo dijeron de manera explícita durante el incidente y el 35,1% considera que le vieron más indefensa y vulnerable. Pero, en mi opinión, la cuestión más grave es que el perfil de los atacantes relaciona con personas jóvenes que consuman su violencia unas veces de manera organizada y otras a modo de diversión cuando están de fiesta nocturna.

Cuando se vive en la calle, no se duerme profundamente, sino que siempre se mantienen en estado de alerta o, si duermen en grupo, se turnan para vigilar que no pase nada. Uno de los testimonios especialmente relevante, fue el de un chico joven marroquí que, a pesar de no haber sufrido ningún episodio de este tipo, era plenamente consciente del riesgo y la vulnerabilidad de manera que nunca dormía por la noche, sino que se dedicaba a pasear por la ciudad hasta que abrían el metro, donde entraba a dormir en el asiento de un vagón.

Tiene razones de sobra para tener MIEDO, porque en un 60% de los casos, el lugar en el que se produjo el incidente o delito de odio coincidía con el lugar donde estaba durmiendo la víctima. En el estudio se les preguntó si cambiaron alguno de sus hábitos o su forma de pensar para tratar de protegerse. Un 53% de las víctimas respondió afirmativamente y entre éstas, un 63,8% cambió su lugar de pernoctación como estrategia de protección.

Casi la mitad de las PSH habrían sufrido agresiones, vejaciones, humillaciones e intimidaciones motivadas por la intolerancia y los prejuicios de sus agresores hacia su situación de extrema exclusión social. Dormir y vivir en la calle tiene un componente de violencia estructural que además se ve agravado por la violencia directa de la que son objeto. Cada 5 días muere una persona en la calle, el 27% víctima de agresiones.

El poder del miedo en nuestra sociedad es un hecho constatable, el pasado año 2017, ha habido un enorme incremento de las ventas de 1984, la conocida novela de George Orwell. Nada menos que un 10.000% y subiendo. El contagio ha llegado a España, donde ha reaparecido en la lista de los más vendidos en numerosas librerías.

Para Cristina Hernández, participante en el estudio, es igualmente necesario cambiar la percepción ciudadana. «Hay que romper mitos. Algunos evitan pasar por la noche por donde hay Personas sin Hogar durmiendo. Presuponemos que nos van a robar; las ponemos en la lista de agresores potenciales, no de víctimas, cuando la realidad es que estas personas viven atemorizadas, especialmente por la noche». Algunas se dedican a pasear durante esas horas. Otras se han acostumbrado a dormir con un ojo abierto.

Pero lo que más les duele a estas personas no es siempre el insulto grueso. Lo que terminó de hundir, por ejemplo, a un hombre de 53 años que llevaba tres meses en la calle fue que una mujer le dijera simplemente: «Qué asco das», mientras él recogía sus pertenencias tras pasar la noche en un cajero. Conviene recordar que el asco, es aversión y ésta, según la RAE, es una de las definiciones de fobia.

“Me siento furioso. Soy una persona como ellos pero que he tenido mala suerte de perder a mi familia. ¿Por qué me tratan así? dice un joven de 24 años que perdió a sus padres y a su hermana en un accidente y estuvo tutelado por la Administración hasta que cumplió los 18 y se vio de golpe en la calle.

Según la investigación, respecto al impacto emocional que tuvo el incidente o delito de odio, sólo un 5,3% de las víctimas señalaron sentir indiferencia frente a la experiencia que compartieron con el Observatorio Hatento. Sin duda, se trata de un claro indicador del impacto emocional que este tipo de hechos tiene sobre las víctimas.

La ira hacia las personas responsables del suceso es la emoción que refieren de forma más frecuente, afectando al 45% de las víctimas. Este resultado es especialmente interesante, de cara al abordaje inmediatamente posterior por parte del personal técnico y voluntario de las organizaciones de atención a Personas sin Hogar, de modo que será fundamental jugar un papel de contención emocional, que facilite la canalización de la ira.  Esta interesante reflexión no sitúa en una de las características de las emociones, su mutación hacia otros estados emocionales una vez experimentada la intensidad emocional inicial. La ira, es uno de los estados emocionales asociados al miedo.

Adela Cortina no se queda en un plano teórico, busca posibles soluciones para el problema de la aporofobia, llamando a la conciencia de las personas y las instituciones sociales y reivindicando el papel de la justicia y la compasión en la educación. Como resumen de su propuesta, quizás valga la pena recordar, que “los hombres nacieron en relación, no como individuos aislados, nacieron en vínculo, no como átomos cerrados en sí mismos”.

Para ilustrar estas líneas, invito a la reflexión sobre estos miedos (des)conocidos con este vídeo .

Un pensamiento sobre “Miedos (des)conocidos

  1. Fisico Rafael Barbabosa

    Una forma de combatirla Aporofobia, es conociendo y apoyando personas sin recursos, que pueden ser utiles y valiosas.

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