Inteligencia emocional

Aburrimiento

Me aburro

¿Te sueles aburrir? ¿Sabes como son las situaciones en las que te encuentras con esa emoción? ¿Consideras que gestionas bien tu aburrimiento? ¿Crees que eres aburrido?

La verdad es que me ha sorprendido ver, hasta donde he podido investigar, que en los más de seis años de este blog dedicado a la inteligencia emocional casi no hemos hecho referencia alguna a esta emoción. Creo que ha llegado la hora de dedicarle un tiempo.

 

¿Qué es el aburrimiento?

Me aburro cuando la actividad que realizo me resulta muy poco estimulante, es decir, la percibo como poco satisfactoria. Suele estar vinculado con actividades mecánicas y/o repetitivas, también cuando no la hemos elegido, cuando no responde a una necesidad o a un interés personal. Por lo tanto el aburrimiento pone de manifiesto lo que no nos activa mental y emocionalmente, es decir, con lo que no nos motiva ni interesa. Evidentemente, como cualquier emoción, a cada uno nos aburren cosas distintas pero todo lo que nos aburre nos indica una percepción de hastío por parte de quien la siente. Todos hemos experimentado tareas y conversaciones que nos aburren, así como libros, series o películas que no captan nuestra atención.

Cuando nos aburrimos nos descentramos, podemos intentar salir de esa espiral de insatisfacción o no hacer nada por combatirla y dejarnos llevar por ella. Entonces el aburrimiento interactúa con la pereza, puesto que inactividad y el aburrimiento forman parte de una misma dinámica. Si decido no hacer, ésto limita los estímulos con los que voy a tropezar y lógicamente aumentará la posibilidad de que me aburra.

Para terminar me parece interesante señalar que Rafael Bisquerra y Eduardo Punset ubican el aburrimiento en la galaxia de la tristeza dentro de su trabajo “El universo de las emociones

 

¿Es positivo aburrirse?

Cierto es que, en general, concebimos el aburrimiento como una emoción no deseable, seguramente por esa falta de satisfacción que lleva vinculada. Por otra parte parece que la sociedad en la que vivimos cada vez entiende peor la inactividad que a veces se traduce en una evitación compulsiva del aburrimiento. Desde un punto de vista laboral sabemos que en muchas ocasiones se valora casi tanto el aparentar actividad que esta misma. En la educación existe una tendencia a la saturación de actividades extraescolares que no permiten que nuestros hijos sencillamente pierdan el tiempo jugando. Por no hablar de la hiperestimulación a la que nos someten las redes sociales, por ejemplo, que nos mantienen en un estado de alerta elevado y de actividad permanente.

No obstante, el aburrirse también tiene un lado bueno, principalmente si es de corta duración. De probarlo se han encargado Sandi Mann y su equipo de la Universidad de Central Lancashire en Reino Unido. Tras hacer que una serie de voluntarios dedicaran un rato a copiar números de una guía de teléfono, comprobaron que, al pedirles a continuación propuestas creativas, sus respuestas eran más ingeniosas que las de aquellos que habían dedicado el mismo tiempo a tareas menos tediosas. Y no tiene nada que ver con estar relajado, ya que según se podía leer en ‘Journal of Experimental Social Psychology’, lo que realmente hace que el aburrimiento mejore el pensamiento asociativo es que nos sitúa en un estado ávido de nuevas experiencias. Cuando no hay estímulos externos a los que atender buscamos, recurrimos a la imaginación y podemos desarrollar formas de pensamiento distintas y originales que en la vorágine de una vida atareada sería difícil desplegar.

 

Aburrimiento y curiosidad.

Heather Lench, de la Universidad de Texas EEUU, da un paso más allá y asegura que el aburrimiento está relacionado con uno de los rasgos más importantes del ser humano: la curiosidad, además de con el deseo de novedades. En dos experimentos, uno de los cuales ofrecía acceso ilimitado a golosinas y pasteles mientras otro permitía a los participantes recibir descargas eléctricas si lo deseaban, se comprobó que cuando nos aburrimos comemos más pero también somos más propensos a someternos -voluntariamente- a descargas eléctricas.

La curiosidad requiere de un contexto en el que surgir y éste, a veces, viene dado por el aburrimiento que nos empuja, nos motiva a explorar y a agudizar el ingenio. Es la gestión emocional del aburrimiento la que nos puede llevar al tedio, al consumo compulsivo de estímulos insanos o a un patrón de conducta aburrida. Por contra la adecuada transformación del aburrimiento nos puede hacer ser más creativos y/o activar nuestra curiosidad como modo de dejar atrás la insatisfacción del aburrimiento.

No es lo mismo aburrirse que ser aburrido, de la misma forma que el aburrimiento forma parte de la vida pero ésta no tiene nada de aburrida. Así pues, aburrámonos de forma inteligente!!!

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