Inteligencia emocional

El Asco, emoción misteriosa

Hoy presento un post asqueroso, no porque el texto sea asqueroso, sino porque hablaré sobre el asco. Es curioso, pero creo que en este blog aún no hemos hablado de esta emoción.

Para redactarlo me he inspirado en la lectura de Asco, Soberbia y Odio, de Aurel Kolnail y hago referencia a algunos de los conceptos que desarrolla. Kolnai fue un polifacético e ingenioso filósofo que desarrolló su obra durante las primeras décadas del pasado siglo con una perspectiva fenomenológica de la vida emocional. Según Kolnai todo aquello que debemos hacer no viene determinado por normas, sino por valores, unos valores que conocemos por medio de actos afectivos. Kolnai fundamenta su obra en la ética de los valores.

Lo cierto es que este libro da mucho juego porque desarrolla tres emociones poco analizadas, de tal manera que este post constituye el primero de una serie que escribiré sobre ellas. En cuestión del asco, este post será la primera parte, que tendrá un aspecto más escatológico que la segunda, que versará sobre el asco moral.

El asco, la soberbia y el odio, a pesar de ser muy dispares, tienen un elemento en común; las tres son respuestas de defensa o de rechazo frente al entorno, en las que se pone de manifiesto la posibilidad del ser humano de romper los lazos positivos que lo unen al mundo.

En esta obra, Kolnai hace una llamativa comparación entre el asco y la angustia, a las dos emociones les otorga intencionalidad, ambas emociones precisan de una base cognitiva para tener lugar, las dos cuentan con fuertes reacciones corporales, y se diferencian en que la angustia se dirige a lo peligroso, cualidad diferente a lo asqueroso. La angustia huye de lo peligroso, el asco se aleja del objeto asqueroso, pero paradójicamente permanece atado a él impregnándolo.

El estudio del asco resulta muy interesante porque se extiende a un amplio abanico de opciones. Es una de las emociones que pertenecen a las llamadas reacciones de defensa.

Una característica específica del asco es que no se relaciona nunca con lo inorgánico, todo asco, incluso el moral, es fisiológico, incluso más que la cólera. El asco tiene una estrecha relación con el cuerpo. Ahora bien, no debemos relacionar al asco con una simple corporalidad, por ejemplo, “ganas de vomitar”, porque se puede vomitar por causas que nada tienen que ver con el asco. El asco también es una experiencia psíquica, que abarca todo el cuerpo, pero a pesar de ello, la intención del asco se dirige hacia fuera y se adhiere al objeto que lo produce.

Otro aspecto característico de asco es la proximidad, se produce en la cercanía. Ante lo asqueroso también experimentamos angustia, una angustia relacionada con lo peligroso, es una reacción de defensa hacia algo que afecta al individuo. A este respecto, los objetos asquerosos son alimentos podridos o insectos malignos, sabandijas, alimañas, la colorida y viscosa salamandra que se protege con su aspecto asqueroso. Esta es una consideración del asco ante lo oculto, lo sospechoso. Todo lo asqueroso tiene algo de misterioso y chocante, por ejemplo, esa baya roja que llama poderosamente la atención, ¡pero es venenosa! la amanita muscaria, que mantiene una peculiar interacción con los insectos.

Los conductores principales del asco son el olfato – unido al paladar-, el tacto y la vista. Pero curiosamente, también dispone de poder auditivo al presuponer una serie de relaciones asociadas al objeto productor del asco. Produce asco una voz aguardentosa, porque representa el carácter moralmente asqueroso de la borrachera, el aliento de un borracho. Si alguien chasquea los labios, hace ruidos con la boca al comer, se sorbe los mocos, etc.

Pero es el olfato el verdadero asiento del asco. El olfato se relaciona con la putrefacción, con la ruina, la degradación de la vida, de los alimentos. El asco a los olores corporales, al sudor de las axilas, a los a veces graciosos pedos, aquel intenso olor a los “pies muertos” que habitaba en un vestuario de trabajo y que se impregnaba hasta en la ropa.

El tacto ocupa el segundo lugar en la producción del asco. Pensemos en que lo asqueroso tiene tendencia a “pegarse”, con esa sensación de lo blanducho, lo pastoso. Lo prototípico de lo asqueroso es lo podrido, imaginemos el asco que sentimos al tocar supuraciones, pus, carne fétida, pútrida y descompuesta, todo ello acompañado con el olor a putrefacción específico.

Pero también el asco tiene sus colores, cualidades visibles de la putrefacción que dirá Kolnai. La decoloración o el brillo de lo podrido. Como el asqueroso brillante color oscuro y olor de la putrefacta charca mezcla de barro y de mierda de vaca en la que me caí al resbalar con la bici, el fétido olor que tuve que aguantar durante los 15 kilómetros que me restaban para llegar a casa, mientras percibía cómo aquella pastosa mierda se iba secando y pegando a mi ropa y mi cuerpo.

Kolnai está brillante al recomendar que no nos olvidemos de las heces. Este asco lo utilizamos habitualmente como metáfora; “no revuelvas la mierda” cuando no queremos tratar un tema concreto que nos produce asco, algo que “huele mal”.

Las heces representan la descomposición (término recurrente para designar la diarrea) de un cuerpo viviente. El asco surge con la corrupción, la desintegración, el olor cadavérico, el tránsito de la materia viva al estado de materia muerta. Es la asquerosidad de los excrementos como productos de descomposición de la vida expelidos por el cuerpo viviente.

Uniremos este asco a las secreciones corporales. Aquellas que se pegan en lugares indebidos, por ejemplo, lo mostrado en la imagen de cabecera. A este respecto, contaré otra anécdota asquerosa. Cuando me encontré con un excompañero en plena calle y vi que cómo se quitó con la mano una espesa, abultada y verdosa masa de mocos de la nariz, conglomerado que acabó pegado en la espalda de mi chaqueta, aún recuerdo el intenso asco que sentí, y el asco que vi en la cara de mi mujer que me acompañaba.

En su tratado del asco, Kolnai no se olvida de la porquería, de la mugre, de la basura. Quizás los únicos objetos asquerosos que no se refieren directamente a la vida. Mi mano está mugrienta, sucia y repugna tocarla, o tocar con ella la comida, ¡o la cara de otra persona! El asco protege de tener malas consecuencias para la salud por comer con las manos sucias.

Aquí aparece también el asco a determinados alimentos, repugnancia a lo extraño, asco simplemente porque no estamos acostumbrados a comerlos. Tengamos en mente la asquerosidad de los huevos podridos, determinados quesos, con sus propios gusanos o mohosidad. La llamada “casquería”, sesos, mollejas, callos, huevadas de pescado. Son alimentos asquerosos para mucha gente, por aquello de su origen y su textura gelatinosa, inconsistente y pegajosa.

En cuanto a lo gastronómico, también se produce asco por saciedad, sobre todo con lo dulce, por abundancia. Otro asco metafórico, la molestia de la saciedad, cuando lo utilizamos para expresar que estamos hartos de cuestiones que nada tienen que ver con el asco; “basta ya”, “estoy harto”, “esto ya no lo quiero tragar”. Kolnai con agudeza dijo que la sensación del asco le impide a uno ahogarse en un placer.

 El propio cuerpo humano, su proximidad puede mover al asco. Aunque en algunos casos, este sea un asco patológico. ¿Cuánta gente siente asco en las aglomeraciones del tranvía, o al sentarse en una silla “caliente”? Asco que se extiende también a lo sexual, de lo cual hablaremos en la próxima visita.

De momento ya hemos tragado suficiente asco, y como habréis podido comprobar, el asco también se manifiesta en la lejanía y en diferente secuencia temporal.

Os dejo con la música que contiene la imagen de cabecera https://chesterton.bandcamp.com/track/rata-mojada, portada del cd de Chesterton tu casa que asco

¿Cuál es vuestra experiencia con el asco?

 

2 pensamientos sobre “El Asco, emoción misteriosa

  1. Tomas Elorriaga

    Javi
    Bonito artículo sobre el asco y muy completo.
    Solo añadiría que el asco necesario para distinguir alimentos en mal estado, se ha convertido en una dimensión social en desdén, desprecio, es decir, asco a personas, situaciones…
    Abrazos

  2. Pingback: Asco moral | El faro de las emociones

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