Inteligencia emocional

¡Yo no miento nunca!

– ¡Cuánto tiempo sin vernos! Ya, si eso, nos llamamos… (Con escasa o nula intención de hacerlo)
– ¡Estoy llegando! (Llego tarde a la cita)
– He tenido un contratiempo mientras venía… (Me he dormido y llego tarde al trabajo)
– No me ha llegado tu email… (Olvidé contestarlo)
– ¡Hoy no voy a poder! Estoy liada. (No tengo ninguna gana de ir)

Según Pamela Meyer, experta en detección del engaño, los seres humanos somos propensos a mentir entre 10 y 200 veces al día. Solemos decir partes de la verdad, la tergiversamos o la disfrazamos consciente o inconscientemente y esto es algo aprendido desde nuestra más tierna infancia. Empieza por ser un mecanismo defensivo ante ciertas situaciones en las que nos sentimos vulnerables o timoratos, para transformarse en algunos casos en una poderosa y peligrosa arma de manipulación y control de los demás.

El refranero español recoge algunas joyas a este respecto: Antes se coge al mentiroso que al cojo; La mentira camina con piernas largas, pero al final la verdad siempre la alcanza; Las mentiras tienen las patas cortas pero los charlatanes, las piernas muy largas; Mientras más mentiras cuento, menos me parece que miento; Exagerar y mentir, por el mismo camino suelen ir; Una mentira, madre es de cien hijas; De la mentira viven muchos, de la verdad, casi ninguno; etc.

Algunos expertos clasifican nuestras mentiras en ocho categorías: las mentiras piadosas, en principio sin mala intención, generalmente con sentido benevolente hacia quienes se dirigen. Se estima que tienen una justificación razonable, no son dañinas y, por tanto, perdonables, aunque el escurridizo terreno que pisan puede hacerlas trasvasar en cualquier momento los límites de la prudencia. De aquí en adelante, las otras siete categorías pierden de saque todo atisbo de bondad o buena intención: las promesas rotas, las mentiras intencionadas o instrumentales, el autoengaño, los rumores, la exageración, el plagio y las mentiras compulsivas.

Si el uso de la mentira se circunscribe exclusivamente al ámbito personal, su repercusión no excederá esta área y quien sea asiduo usuario de la misma, tarde o temprano pagará las consecuencias. “Otro gallo canta” cuando la mentira se sitúa de forma sistemática en los círculos de poder y despliega sus alas campando por sus fueros.

La lista con las “10 Estrategias de Manipulación mediática a través de los medios de comunicación de masas”, ampliamente difundida por las redes sociales y atribuida a Noam Chomsky, lingüista norteamericano, aunque según algunas fuentes (p.ej. La mente es maravillosa) su autor es el francés Sylvain Timsit en 2002, recoge interesantes elementos a tener en cuenta para no caer, al menos intelectualmente, en esta trampa:

  1. La estrategia de la distracción. (…) desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes.
  2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar.
  3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos.
  4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato.
  5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental.
  6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
  7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud.
  8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…
  9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos.
  10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.

El Papa Francisco, en el mensaje dirigido a los participantes en la 52 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales del pasado 13/05/2018, advierte:

(…) ninguna desinformación es inocua; por el contrario, fiarse de lo que es falso produce consecuencias nefastas. Incluso una distorsión de la verdad aparentemente leve puede tener efectos peligrosos.

De lo que se trata, de hecho, es de nuestra codicia. Las fake news se convierten a menudo en virales, es decir, se difunden de modo veloz y difícilmente manejable, no a causa de la lógica de compartir que caracteriza a las redes sociales, sino más bien por la codicia insaciable que se enciende fácilmente en el ser humano.

Las mismas motivaciones económicas y oportunistas de la desinformación tienen su raíz en la sed de poder, de tener y de gozar que en último término nos hace víctimas de un engaño mucho más trágico que el de sus manifestaciones individuales: el del mal que se mueve de falsedad en falsedad para robarnos la libertad del corazón. He aquí porqué educar en la verdad significa educar para saber discernir, valorar y ponderar los deseos y las inclinaciones que se mueven dentro de nosotros, para no encontrarnos privados del bien «cayendo» en cada tentación.

Al principio se decía que en algunos casos la mentira puede transformarse en una poderosa y peligrosa arma de manipulación y control de los demás. Profundizar en las técnicas de detección temprana de las mentiras que producimos o recibimos nos hará tomar una conciencia distinta de nuestra realidad. Por otro lado, como con todo tipo de armas, es importante y conveniente conocerlas bien. Saber cuáles son sus consecuencias a corto, medio y largo plazo, asumir las responsabilidades derivadas de su uso, o decidir conscientemente no utilizarlas.

Cuenta la leyenda que un día la verdad y la mentira se cruzaron.
– Buen día – dijo la mentira.
– Buenos días – contestó la verdad.
– Hermoso día – dijo la mentira.

Entonces la verdad se asomó para ver si era cierto. Lo era.
– Hermoso día – dijo entonces la verdad.
– Aún más hermoso está el lago- dijo la mentira.

Entonces la verdad miró hacia el lago y vio que la mentira decía la verdad y asintió. Corrió la mentira hacia el agua y dijo:
– El agua está aún más hermosa. Nademos.

La verdad tocó el agua con sus dedos y realmente estaba hermosa y confió en la mentira. Ambas se quitaron la ropa y nadaron tranquilas.
Un rato después salió la mentira, se vistió con las ropas de la verdad y se fue.
La verdad, incapaz de vestirse con las ropas de la mentira comenzó a caminar sin ropas y todos se horrorizaban al verla. Es así como aún hoy en día la gente prefiere aceptar la mentira disfrazada de verdad y no la verdad al desnudo.

3 pensamientos sobre “¡Yo no miento nunca!

  1. Tomàs Elorriaga

    Me ha encantado.
    La mentira nos aumenta la posibilidad de supervivencia y la usamos consciente e inconscientemente

  2. Ricardo

    Me interesa mucho el tema para desenmascarar (sin advertir, por supuesto) a las personas que quieren que “traguemos sus mentiras”

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