Inteligencia emocional

Inductores de malestar

Río revuelto

Dice el refrán “a río revuelto ganancia de pescadores”. Hay mucha sabiduría en esa frase mitad metáfora, mitad muestra simpática de ingenio popular. Y la verdad es que viene de perlas para ilustrar una reflexión con la que convivo desde hace tiempo y que me gustaría compartir hoy.

 

El río está revuelto.

Empecemos por aquí. Y en concreto por la parte emocional del remolino, o de la falta de transparencia de la aguas por las que navegamos. Veo personas desorientadas vitalmente, despistadas sobre lo saludable para su vida, personas que se comportan de forma incongruente (diciendo algo diferente a lo que piensan y sintiendo distinto a lo que dicen y piensan). Veo niños que deciden como adultos y adultos comportándose como adolescentes. Veo la dificultad que en general tenemos con cuestiones como el envejecimiento, la belleza, o la salud. Dificultades que nos llevan a una ocupación de tiempo y una preocupación emocional excesiva que suele calmarse, al menos momentáneamente, con el consumo. Veo cómo el envoltorio tiene mucha más importancia que el contenido, cómo la publicidad está acostumbrada a vencer a la calidad. Observo como el saber no se abre camino ante la cantidad de entretenimientos que se nos ofrecen constantemente. La lista puede ser infinita, pienso mientras releo las líneas escritas. La cantidad de información que nos bombardea nos dificulta el conocimiento derivado de poder profundizar o estudiar las fuentes. Vivimos sobrestimulados por las funciones de los dispositivos móviles que nos anudan al juego del “río revuelto” con promesas de bienestar de consumo rápido.

Ganancia de pescadores

 

Objetivo: malestar

La cuestión es qué se busca o qué se consigue con tener tan revuelto el río. ¿Qué quieren los pescadores? Parece que hace ya tiempo que dejaron de querer pescar y en pleno siglo XXI se benefician del malestar de los peces. Creo que se podrían observar ciertas fases:

  •  La normalidad anormal. Tal vez lo primero sea lograr la consideración de normal aquello que no debería serlo. No hay nada más peligroso que la aceptación de incorrecto o de lo no adecuado. Fumar mata pero da glamour, beber alcohol te ayuda a divertirte, estudiar es de tontos porque tenemos Internet, mira por tus intereses que esto es la ley de la selva, el biberón es igual que dar pecho, como bollería industrial porque necesito azúcar, etc… Analicemos la cantidad de cosas que hacemos que van en contra de lo que sabemos que nos perjudica y, después, busquemos datos que damos por buenos pero que estén equivocados.
  • La comodidad incómoda. Desde hace décadas hay muchas mejoras, sobre todo tecnológicas, que nos permiten vivir con mucha más comodidad. Tres preguntas en relación con esto: ¿qué hacemos con el tiempo extra que nos dan? ¿de qué nos sirve tanta comodidad? ¿qué precio pago por obtenerla? Posiblemente dos de los problemas más importantes hoy en día tienen que ver con esta cuestión: el sedentarismo y la individualidad.
  • La espiral ansiogena o estresógena. En un nivel de mayor intensidad de la inducción del malestar están ciertas dinámicas vitales vinculadas con el ritmo de vida, con la dificultad de afrontar/solucionar problemas, con mantener u obtener un nivel de vida en concreto,o de situaciones de maltrato o violencia física. La cuestión es que cualquiera de ellas nos sumergen en una espiral generadora de ansiedad, estrés e insatisfacción.
  • La conexión desconectada. Por último y la clave que para mi cierra un círculo bien construido es el de la desconexión emocional. Una mayor dificultad para establecer relaciones significativas de las que poder aprender, en las que poder apoyarse cuando las cosas se ponen feas, o con las que simplemente compartir partes de nuestras vidas. La globalización y la tecnología nos han facilitado recursos nunca vistos antes en la historia de la humanidad que permiten conectarnos con personas de todo el mundo. Pero hemos ido desconectando primero y desconfiando después de las personas que nos rodean en la vida no digital.

Río revuelto

 

¿Quien induce nuestro malestar?

Realmente he de reconocer que me he dedicado mucho más a combatir el malestar y a promover el bienestar que al análisis de responsabilidades. Pero también es cierto que este ejercicio de reflexión se quedaría corto sin entrar de un modo u otro en la cuestión de cómo hemos llegado a esta situación. Desde mi punto de vista la clave es la renuncia por parte de aquellos miembros de nuestra sociedad que deberían hacer de modelos y de líderes a un esfuerzo colectivo eficaz que hubiese evitado muchas de las cuestiones que he señalado en el post. En concreto los políticos y sus dinámicas de confrontación y no-acuerdo, los responsables de la educación preocupados por resultados y no tanto por el bienestar de los alumnos, los padres y madres de familia delegando responsabilidades o no preparándose para ellas, los profesionales de la información sometidos a la dictadura de la audiencia, los profesionales sanitarios que ven síntomas y enfermedades en vez de personas enfermas, los responsables de organizaciones que buscan sus metas por encima del bienestar de las personas, y en general cualquier ciudadano que viva con una ética errática y cambiante en función de sus propios intereses. La buena noticia es que cambiar la tendencia, dar herramientas para el bienestar personal y colectivo, sigue estando en nuestras manos, unas manos que debemos unir fuertemente para poder calmar esas aguas que no solo bajan revueltas sino también sucias.

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