Inteligencia emocional

“HIJO, CUANDO SALGAS NO TE DROGES MUCHO”.

Cada día somos más los compañeros y compañeras psicólogos que estamos alarmados por la gran cantidad de jóvenes que viene a las consultas aquejados por diferentes problemáticas y que en mucha ocasiones tienen un elemento en común, que si bien, no siempre es el origen del problema, si forma parte del mantenimiento del mismo. Me estoy refiriendo al consumo de drogas.

Voy a poner hoy el acento y la reflexión sobre este tema, a través de varios comentarios con adolescentes que consumen y con los que en este momento estoy trabajando.

Uno de los casos es el de una adolescente que estaba, cuando acudió a la consulta, en un proceso de depresión grave con varios intentos autolesivos. También es consumidora de marihuana y hachís de forma habitual. En una de las sesiones que dedicamos a hablar sobre las drogas, ella me lanzó una idea que me hizo pensar de otra manera en este particular.  En esta reflexión me decía que la gente adulta cuando tiene depresión  toma pastillas para no estar mal y evitar de esta manera sentirse de “bajón” (es de todo punto conocido el aumento de las prescripciones de ansiolíticos y antidepresivos que se dan como si se tratasen de caramelos) y que a ella, igual que  a los adultos que se empastillan, si le hace estar mejor emocionalmente el consumo de los porros  porque no lo va a hacer. Esta primera reflexión le llevó a una segunda donde exponía que, por otro lado, no entendía porque si hay algo que le hace sentirse bien emocionalmente y no hechos polvo, no se puede tomar. Aquí tenemos la consecuencia del sempiterno mensaje de nuestra sociedad en la que siempre debemos estar bien y felices, sin necesidad de sufrir por nada.

Como profesionales y educadores tenemos que ser, al menos de momento, firmes en el tema de la prohibición del consumo de drogas, pero si al final se normaliza y se acaba instaurando de forma regulada como sucede ya en países como Canadá, creo que la posición inicial por nuestra parte tendría que ser diferente.

Pensemos por un momento en esta imagen: unos padres hablando con su hijo o hija de catorce años que va a salir de fiesta un fin de semana cualquiera y que le aconsejan sobre un consumo razonado de alcohol en plan: “hija, cuando salgas, no bebas mucho, controla”. Seguramente podamos pensar que no hay nada extraño en este proceder  y que son unos padres coherentes que quieren asegurarse de que su hija o hijo no se pase y venga alcoholizada total o en su peor deriva con un coma etílico. Pero pensemos por un momento en que es el alcohol.

El alcohol es un toxico que produce adicciones y está detrás de la muerte prematura de un  porcentaje no desdeñable de la población.  Pero ya tenemos asumido que el alcohol forma parte de nuestra cultura y ofrecemos la posibilidad a nuestros hijos de consumirlo asumiendo que es algo habitual que no podemos erradicar y por lo tanto, desde esta perspectiva lo que nos queda es aleccionar a los jóvenes en un consumo razonable y “sano”. Ahora Imagínenos por un momento esta otra escena.

Los mismos padres diciendo a su hija de catorce años: “cuando salgas no te droges mucho. Intenta controlas los porros que fumas, un par de ellos te dejamos y las rayas de cocaína solo una que es una droga más fuerte. Y si alguien te ofrece speed acuérdate de no mezclarlo nunca con la cocaína. Cuando ya os vengáis para casa acuérdale de llamarnos para ir a buscarte con el coche que parece que va a llover bastante esta noche.” ¿Qué sentimos ante esta recreación? Puede llegar algún día en que lo hagamos con absoluta normalidad como hacemos hoy en día con el alcohol. ¿Pensáis que estoy siendo muy exagerado?

 

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