Esta es la historia de dos jóvenes que no se conocieron. Él tenÃa veintisiete años. Ella veinte. Aunque vivÃan en la misma ciudad, nunca se habÃan visto. Ni estudiaron en el mismo colegio, ni compartieron amigos, ni sabÃan de sus gustos y aficiones… Sin embargo, de niños, sin saberlo ninguno de los dos, habÃan sido casi vecinos.
Él se quedó huérfano a los 15, y a los 17 tuvo que ponerse a trabajar para pagar sus estudios, su casa, su comida… No fueron años fáciles. Afortunadamente, encontró buenos amigos y amigas que estuvieron a su lado y lo adoptaron, arropándolo y apoyándolo en su camino.
Ella se habÃa criado con sus tÃos. No tenÃan hijos. Él era un buen médico, y decidió cuidar de ella al haber nacido con una delicada enfermedad que requerÃa cuidados constantes. Creció con él y su mujer, superó la enfermedad y, durante los fines de semana y las vacaciones, convivÃa con sus hermanas y sus padres.
Más allá de las circunstancias, los dos habÃan crecido suficientemente felices y recordaban con mucho cariño y admiración los primeros años de sus respectivas vidas. Junto a esto, tenÃan algo más en común: ambos habÃan sido formados por sus familias en los mismos valores y principios, con los mismos objetivos, y ambos llegaron a la adolescencia como jóvenes convencidos, comprometidos y entregados a distintas causas por las que luchaban con sinceridad y dedicación.
Seis años después, él ya tenÃa dos hijos – un niño y una niña. Ella se vestÃa de blanco. HabÃan decidido sus caminos y, siguiendo sus convicciones, habÃan decidido hacer realidad su sueño: formar cada uno su propia familia. En estas aventuras embarcaron, mientras seguÃan desarrollando sus carreras académicas y profesionales y, podrÃamos decir, que con éxito.
Pasaron dieciséis años más para ella hasta que su sueño se rompió en mil pedazos. El de él quedó hecho añicos un año más tarde. A esas alturas, ella ya tenÃa dos hijos y él era padre de un muchachote y de tres niñas. Los dos sabÃan que ahora tocaba seguir adelante intentando no perder el norte y asumiendo que, por encima de todo, tenÃan que estar de pie para sus hijos.
Aconteció que los dos trabajaban en la misma empresa. Por esas casualidades de la vida, un dÃa llegaron finalmente a conocerse sin buscarlo, casi sin querer… Han compartido mucha vida en los últimos seis años… En enero decidieron unir sus vidas para siempre en el mes de marzo. ¡Felicidades y suerte! Os lo merecéis…