Inteligencia emocional

Ya volverán los abrazos

Escribo estas líneas, más bien las lloro, el sábado. Es el primer día que salgo del confinamiento para ir al súper y encontrarme en la cola con mi marido, después de una semana sin vernos. El lunes, cuando se publique esta entrada, se cumplirá nuestro primer año de matrimonio. Por decisión compartida cada uno sigue viviendo en su casa. El encierro lo estamos viviendo yo con mis hijos y él en su casa, a cinco minutos de la mía, a la que se mudó hace unos meses. Nos separa el catarro y la prudencia, ya que mis hijos y yo tenemos mocos y él está bien.

Creía que salir a la calle y verle me iba a animar ya que no salir me estaba empezando a pesar. No ha sido así… La calle infinitamente más vacía de lo habitual, la cola en la entrada del supermercado, los guantes, las mascarillas, las personas evitando cruzarse demasiado cerca, incluso evitando mirarse… me ha invadido una tristeza que me ha costado comprender y asimilar…

Me vienen a la cabeza unos versos de la canción Codo con codo de Jorge Drexler:

Ya volverán los abrazos,

los besos dados con calma,

si te encuentras un amigo

salúdalo con el alma.

 

Sonríe, tírale un beso,

desde lejos sé cercano,

no se toca el corazón

solamente con la mano.

Racionalmente sé que no se toca el corazón solo con la mano, que se puede saludar con el alma, que ya volverán los abrazos… pero ahí radica mi tristeza. En la falta de contacto. Me ha resultado desgarrador estar con mi marido y no poder darle un beso. No poder abrazarle. No poder dejarme abrazar… con uno de esos abrazos que recomponen el alma. Afortunadamente puedo apapachar a mis hijos. Apapachar, preciosa palabra que dicen que es la más bella en castellano [véase el vídeo]. Pero parece que no es suficiente… echo mucho de menos a toda mi gente… a la de todos los días y a la que veo menos pero que siempre está ahí.

Curiosa paradoja la que vivimos en este momento… para poder volver a estar cerca tenemos que mantenernos lejos. Me acuerdo mucho de una amiga que ha muerto recientemente y que pasó la última época de su vida aislada en un hospital… ¡Qué duro! Ver que se te escapa la vida y no poder estar con los tuyos. Seguramente esto le está sucediendo a la gente que está perdiendo la vida estos días. Están recibiendo los mejores cuidados posibles pero no les puede sostener la mano un ser querido…

No quiero que parezca que estoy desolada… llorar me limpia el alma y la mente y me hace reconectar. Me brotan los versos de una canción que me llena de energía… “Recuerda que tenemos sólo un viaje de ida / Y hay que darle gracias siempre a la vida”.

 

 

 

 

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