Inteligencia emocional

¿Nueva normalidad o realidades paralelas?

Realidades paralelas

A veces se ponen de moda conceptos que aceptamos con facilidad. Creo que uno de los que se ha impuesto recientemente es del de “nueva normalidad”. Es evidente el deseo de dejar atrás esa sensación de temor, de falta de control, de dolor derivado de la alarma sanitaria que estamos viviendo aun pero de la que nos vamos alejando. Pero más allá de la necesidad de normalidad que todos tenemos, más allá del deseo de recuperar parte de las rutinas personales y sociales perdidas, incluso dejando de lado todo lo hablado sobre el cambio que ha venido para quedarse y el que hemos vivido y deberíamos conservar, más allá de todo eso está la constatación de las realidades paralelas escondidas en la normalidad.

La realidad no solo es compleja sino que, además, es multidimensional. A medida que nos hacemos adultos tomamos conciencia de que nuestro universo, aquel que protagonizamos, se amplia. Para un niño de un año solo existe lo que ve, mas tarde aprende a inferir que hay vida más allá de lo que sus ojos pueden contemplar. De alguna forma siempre, no solo en nuestro proceso de crecimiento, sino en la propia historia de la humanidad, hemos convivido con estas realidades que se entrelazan. Pero sucede que nunca hasta ahora las fronteras entre esas dimensiones han sido tan fáciles de ver, de observar y traspasar y tan difíciles de diferenciar.

Tal vez deba aclarar que cuando uso la palabra mundo en este contexto me estoy refiriendo al conjunto de situaciones y escenarios que identificamos como propios. Claro, es una metáfora. Pero también nos permite reflexionar en torno a como se construye nuestra realidad, la que percibimos. Y me interesa especialmente este tema porque conecta con una cuestión clave para el proceso de desarrollo o involución humana y que no es otra que la conciencia de oportunidad.

Planos clásicos.

Hay algunos vectores que generan dimensiones paralelas entre personas que habitamos la misma realidad.  Los planos clásicos serían los que nos han acompañado como especie la mayor parte de nuestra historia. Son percepciones diferentes de la misma realidad originadas por características individuales específicas. Por ejemplo una de ellas sería la edad que es un prisma que hace que observemos la realidad a través de la perspectiva de nuestras experiencias y necesidades. Otros son la cultura y/o la educación que nos aportan un código con el que entender la parte más social de la realidad que nos rodea. Por último señalaré los distintos roles que adoptamos, asumimos e interiorizamos en los distintos escenarios de la realidad por los que transitamos y que, también, añaden perspectivas diferentes de la realidad.

La realidad desde la construcción de los planos clásicos parece de dos dimensiones, en la que siempre nos encontramos con un mismo sujeto frente a una misma realidad. Esto suponía que si uno tenía el conocimiento suficiente podría conducirse con cierto éxito por la vida. Mirar a los ojos, dedicar tiempo de conversación, compartir tareas eran herramientas básicas para poder conocer a los demás, a uno mismo, y a la realidad que nos circunda.

Planos tecnológicos.

¿Nueva normalidad?

Hemos sumado desde hace unas pocas décadas un nuevo espacio de realidad a través de la tecnología. Esto supone una novedad que genera un conjunto de nuevos planos que están formando parte de nuestras vidas. En cada uno de ellos, en cada red social, en cada interacción virtual se puede generar un nuevo contexto diferente, lo que nos puede llevar a usar diferentes identidades (avatares) con distintas personalidades que multiplican exponencialmente la complejidad de la realidad observada desde los planos exclusivamente clásicos. Nos comunicamos con personas que no conoceremos nunca en persona, y pronto no sabremos si estamos interactuando con otro ser humano o con un robot. La realidad digital abre un número ilimitado de posibilidades, que se convertirán también en virtuales, y que van a hacer que nuestro universo pase del plano bimensional clásico al multidimensional.

Implicaciones psicológicas y emocionales.

Nuestra percepción de la realidad siempre ha sido un asunto complejo. Son muchos los procesos psicológicos básicos afectados por esta tarea, pero también es fundamental el papel de la ética o el de los valores. La primera realidad que conocemos y en la que nos desarrollamos es la familia y/o a un grupo origen. Necesitamos un punto de referencia desde el que adquirir una identidad inicial, desde el que educar nuestra empatía y nuestra capacidad de conexión emocional con los demás. A medida que logramos este primer peldaño habría que aprender sobre otras identidades diferentes, sobre otras referencias culturales distintas (en la medida de lo posible desde una mirada apreciativa). Y así poder llegar a un tercer estadío de conocimiento de las distintas identidades que conforman el ser de uno mismo. Alcanzar un cierto grado de autoconocimiento en el que observemos nuestra propia realidad de forma polidimensional.

Mundos diferentes, normas distintas.

La cuestión es que la capacidad que tenemos de crear nuevas realidades nos permite moldear espacios con normas de nuestro gusto. Solo con cambiar de plano de realidad, cambia mi papel y la forma en la que debo interactuar con el entorno. Puede formar parte de un ejercicio de creatividad o de autoexploración pero también de huida o de aislamiento. Es aquí donde la ética juega un papel complementario imprescindible a la hora de navegar por estos espacios multidimensionales de la realidad. En tiempos de alerta sanitaria ha habido una necesidad de reubicarnos ante nuestras prioridades con respecto de la realidad que han puesto a prueba tanto

nuestra fortaleza psicológica como nuestras convicciones éticas. Creo que hemos vuelto a tomar conciencia de que todos los planos del complejo mundo en el que vivimos tienen un orden de prioridades que habíamos olvidado. Tanto jugar y recrearnos en construir realidades paralelas mucho más interesantes y satisfactorias nos ha hecho alejarnos de la realidad primigenia, la primera capa de ésta. La nueva normalidad, así vista, tiene también algo de recolocar, de redescubrir la importancia de dar un orden a las distintas dimensiones de la compleja realidad.

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