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Impacto emocional del COVID en adolescentes.

Los adolescentes han sido uno de los grupos más afectados por los efectos de la pandemia por el COVID-19. Las medidas de distancia social, las limitaciones en el número de personas que se pueden reunir, el cierre del deporte escolar y de otras muchas alternativas de ocio, así como la adaptación a las clases “on line” han sido las principales situaciones que les han afectado. Por eso la Fundación Troconiz Santa Coloma, con ayuda del Gobierno Vasco y del Ayto. Portugalete, ha realizado entre el 1 de diciembre de 2020 y el 11 de febrero (entre la segunda y la tercera ola) un estudio sobre el impacto emocional del COVID-19 en una muestra de 241 alumnos de la ESO de tres centros educativos del municipio de Portugalete. Hoy os presentamos un resumen de los resultados.

Indicar, antes de seguir, que la información se ha recogido a través de cuestionarios “on line” y de sesiones grupales en las que recoger información cualitativa.

 

IMPACTO EMOCIONAL.

Durante el confinamiento vivido aumentaron el miedo, la ansiedad, la tristeza, la preocupación, y el aburrimiento. Y por el contrario, disminuyeron los sentimientos de alegría y tranquilidad.En concreto aumentó el miedo, ansiedad y tristeza en alrededor del 55% de los/las jóvenes. La preocupación en un 60% y el aburrimiento en un 68%. En cambio, los sentimientos de alegría y tranquilidad disminuyeron a un 52% de personas.

A medida que fueron relajando las medidas estas puntuaciones disminuyeron, pero sin lograr las previas, manteniéndose así todavía el miedo y la ansiedad en un 40% de los/las adolescentes y la preocupación y aburrimiento en un 50%.  Aunque sí es destacable que el sentimiento de alegría crece hasta un 68% de los/las adolescentes, un porcentaje mayor incluso al anterior de los primeros casos de la pandemia.

Durante la segunda ola se puede volver a observar cómo estos porcentajes vuelven a ascender ligeramente, sin llegar a las puntuaciones dadas durante el confinamiento. Manteniéndose así los sentimientos de alegría y tranquilidad en torno a un 58% de los/las jóvenes, en un 55% la preocupación y en un 50% el miedo y la tristeza. 

 

HÁBITOS AFECTADOS.

Desde que comenzó la pandemia, los adolescentes manifiestan que tienen más problemas para dormir y se encuentran más irritables con los amigos, familia y también en clase. Concretamente, el 44% dice tener problemas para dormir, el 46% dice estar más irritable con la familia, el 37% también con los amigos, y el 41% afirma estar más irritable en clase. 

Los mayores cambios se han dado en las mujeres, respecto a los hombres y a las personas no binarias. Pero hay que tener en cuenta, que antes de la pandemia el número de los chavales que tenían dificultades para dormir, y se mostraban más irritables, era mayor. Ahora no se dan grandes diferencias entre los sexos. 

Antes de la pandemia había 32 personas que afirman tener serios problemas para dormir con puntuaciones mayores a 8 de 10, lo cual indica una incidencia del 13,27%. En estos momentos esa incidencia ha subido hasta el 20,74%.

 

GRADO DE SEGUIMIENTO MEDIDAS DE PROTECCIÓN 

La mayoría de los encuestados toman medidas de protección contra el contagio del COVID-19. Destacan algunos datos como que el 12,86% de los adolescentes indican que en sus unidades familiares no se siguen las medidas de protección. O que el 13% de las personas encuestadas se han informado exclusivamente por medios no profesionales como internet o redes sociales. El 37,75% de los y las jóvenes informan que en su hogar no hay miedo al contagio, y de estos el 7% no toman medidas de protección. Hay, también, un 13,69% que hoy en día limpian 3 veces los objetos que usan, lo cual lo consideramos un posible indicador de conducta excesiva.

PERCEPCIÓN DEL FUTURO

Un 45% de los adolescentes consideran que la vida después de la pandemia será peor que antes. En el gráfico posterior detallamos algunas variables que influyen en el resultado como el no haber tenido personas con COVID en el entorno cercano, el género o haber afirmado que la vida no les ha cambiado por la pandemia.

Curiosamente el 36% de los jóvenes que indican que la vida no les ha cambiado por el COVID afirman a la vez que o bien sus padres han estado en ERTE o han sufrido el virus en su familia (20,8% de ellos respectivamente).

 

OTRAS CONCLUSIONES

Los y las jóvenes son conscientes del cambio que ha supuesto la pandemia en diferentes aspectos de sus vidas, aunque parece reconocer que las consecuencias se olvidan fácilmente una vez mejora la situación. De hecho, creen que la situación cambiaría siempre y de forma más evidente cuando un familiar cercano haya sufrido la enfermedad. Cabe destacar la percepción pesimista entre todo el alumnado en general, sin diferenciar entre géneros. La gran mayoría no cree en el efecto de la vacunación, y a pesar de que si creen que se volverá a la normalidad (se refieren a no usar la mascarilla y a la celebración de diferentes fiestas), tanto los chicos como las chicas creen que la situación no va a ser igual que antes de la pandemia (miedo a grandes aglomeraciones, menor contacto físico con los de alrededor, entre otros).

Por otro lado, aseguran que cumplir con todas las medidas les resulta difícil e incoherente en ciertos aspectos. Por ejemplo, creen que la distancia de seguridad mínima permitida es imposible de respetar, no solo en las aulas sino en patios y comedores. Además, tachan a los adultos de hipócritas ya que creen que son los primeros que no toman las medidas. Como es el caso de los profesores en los despachos y/o el agrupamiento de muchas personas mayores en los bares, aseguran. Es decir, creen que la responsabilidad ciudadana no entiende de rangos de edad.

Por último, reconocen que en ocasiones no actúan como se debería por la presión grupal y por miedo a sentirse desplazados/as, realizando así actitudes pasivas o menos proactivas, (con una menor activación evidente de la empatía) ante malas conductas observadas en los iguales  de su alrededor. Además, cabe destacar, que una gran mayoría de los jóvenes (Ballonti) normalizan actitudes de irresponsabilidad por los jóvenes, alegando estar “en la edad de explorar” y que les “han cortado la libertad”. Han sido muy pocos quienes han reconocido la falta de empatía de muchos/as jóvenes y refieren sentir rabia y frustración cuando todos/as los/as adolescentes son juzgados, ya que “por tristeza son una minoría quienes lo hacen bien”.  

Queda mucho por conocer y recabar en las vivencias de los más jóvenes. Se ha comprobado una cierta desconfianza y actitud defensiva por su parte, ya que aseguran que la sociedad tacha a los y las adolescentes casi como “únicos” culpables y responsables de malas conductas, como es el caso de los botellones o no respetar las normas de seguridad. 

 

RECOMENDACIONES

GENERAR ESPACIOS DE ESCUCHA Y DIÁLOGO CON LOS JÓVENES.

La realización del informe es un primer paso, pequeño, en la línea de observar la realidad de los adolescentes y de incorporar su mirada. Realmente sería necesario ampliar las actuaciones para, no solo dar continuidad a la observación y el análisis, sino generar un diálogo productivo con los adolescentes del municipio. 

PROGRAMA DE PROTECCIÓN SOBRE EL IMPACTO PSICOLÓGICO DEL COVID.

Los datos recogidos indican algunos aspectos en los que la pandemia ha tenido un impacto psicológico digno de tenerse en cuenta. Desde ese punto de vista sería oportuno generar un programa que permita dotar de recursos a los adolescentes para manejar mejor, principalmente, la irritabilidad, el afrontamiento de la incertidumbre y la mirada hacia el futuro. La gestión de las emociones relevantes en procesos de impacto emocional: como el enfado, la tristeza, rabia, ira, frustración, conflicto, venganza y a su vez generando un fortalecimiento de las emociones positivas que permiten implementar una mejora en la resistencia psicológica.

INTERVENIR EN HÁBITOS PSICOLÓGICOS SALUDABLES.

En coherencia con el punto anterior y con el resultado del informe sería recomendable diseñar y realizar alguna actuación que incida en que los jóvenes mejoren sus hábitos de sueño, así como un balance equilibrado entre los tiempos dedicados a la actividad física, la actividad en redes sociales y a los videojuegos.

PROMOVER EL VOLUNTARIADO JUVENIL, ASÍ COMO LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA DE LOS ADOLESCENTES.

El informe señala que un 70% de las personas estudiadas han realizado tareas de ayuda a otras personas en el contexto de la pandemia. Entendemos que esta tendencia a la colaboración ciudadana debería ser reforzada para convertirla en una conducta habitual y canalizada hacia espacios de participación ciudadana en áreas como la cultura y la acción social. Esto refuerza la cohesión social y sentimiento de pertenecía a la Comunidad. Desde esta unión se puede motivar la gran capacidad de movilización que tiene la población adolescente en general en la sociedad cuando sale de ellos y de ellas directamente, ante situaciones visualizadas de su interés: por ejemplo la movilización adolescente a nivel mundial que se generó por el tema del cambio climático iniciada por Greta Thumberg en 2019.

PROMOVER  PROGRAMAS DE APRENDIZAJE EN LAS FAMILIAS, COMO MODELOS EDUCATIVOS REFERENCIALES, QUE VAYAN HACIA LA NUEVA PARENTALIDAD COMO ELEMENTO PREVENTIVO Y MEJORA EN LOS PROCESOS DE IMPACTO EMOCIONAL Y ADAPTACIÓN A ENTORNOS EN CRISIS.

Para poder, en el largo plazo, establecer cambios en el proceso de adaptación de los menores en contextos de crisis futuras e impacto emocional, sugerimos la creación  de programas de aprendizaje y orientación hacia un nuevo concepto de parentalidad.

Entendemos que uno de los elementos educativos principales con el que trabajar versaría sobre la sobreprotección infanto juvenil. En este caso dotando a las familias de recursos para poder establecer nuevos parámetros educativos que tengan como objetivo erradicar o minimizar la influencia de este estilo educativo parental. 

Pablo Cueva

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Pablo Cueva

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