Inteligencia emocional

Encuentro con mi niña interior

Recientemente he asistido a un curso muy interesante sobre el Niño interior, impartido por Alodia Cabañas. La invitación partió de una buena amiga, Nekane Adrién, de quien llevo un tiempo aprendiendo sobre el eneagrama. Como dice otra buena amiga, “nada es casual, todo es causal”, y así me siento. Este curso me ha llegado en el momento oportuno. Era lo que necesitaba…

Cada uno de nosotros tenemos un niño, una niña interior herida.  Esta metáfora hace referencia a nuestra parte más vulnerable y sensible, a todos los procesos que se han quedado parados, las carencias y el dolor que vamos arrastrando y no nos deja desplegar todo nuestro potencial. Coexiste con un niño, una niña interior divina, que es nuestro núcleo sano, nuestro yo profundo y auténtico (lleno de creatividad, belleza, entusiasmo, fuerza, etc.). A medida que nos vamos desconectando del núcleo sano nos vamos adaptando a lo que las demás personas creen que somos y vamos generando una máscara, un falso yo, que nos ayuda a estar en relación con los demás. Para conectar con nuestro niño, nuestra niña, necesitamos un espejo donde ver quiénes somos, un entorno seguro, de amor incondicional. [En este vídeo de Victoria Cadarso se explica de forma sencilla qué es el niño interior, pinchar aquí].

A través de una meditación guiada, poniendo el foco en nuestro cuerpo, conectamos con el niño, esta niña, desde la persona adulta compasiva que somos. Para ello cada uno ‘buscó’ su lugar seguro. El mío lo tengo claro. Es la entrada de mi casa, ‘mi cueva’, donde nada más llegar me desprendo de la mochila del ordenador, los zapatos, el abrigo y con ellos me libero de parte de la carga que he arrastrado a lo largo del día. Al terminar la meditación escribimos una carta. Esta es mi carta:

 

 

 

 

 

Querida Aran, [Aran es el nombre cariñoso de mi infancia, con el que me llaman mi familia y mis personas más cercanas]

Estás y estarás conmigo. Sé que a veces tienes miedo y te sientes sola. Que sufres el dolor de la vida y del mundo, el dolor de una humanidad que no siempre se comporta como debe. Has sufrido golpes y cicatrices, pero has tenido y tienes una buena vida. Muchas personas se han cruzado en tu camino y te han dado lo mejor que tenían o podían. Me surge un mantra que quiero que recitemos juntas, yo a ti y tú a mí: Lo siento, perdóname, gracias, te amo. Te amo porque Te veo (eres y estás). Soy tú y eres yo. Juntas podemos transitar lo que nos queda del camino y podemos hacer que sea bueno para nosotras y para los demás. Me abrazas y te abrazo y nuestro corazón palpita al unísono.

Te veo [Te veo equivale a decir te reconozco, valoro tu existencia, abro mis ojos, mis oídos y mi mente para acercarme a ti]

En el trabajo con nuestro niño, nuestra niña interior tenemos que aprender a relacionarnos con nuestro crítico interno, esa voces, mensajes y creencias limitantes que van reduciendo nuestro potencial. Es importante identificarlo (para poder poner distancia), reconocer su existencia y comprender que nos ha servido para cubrir las necesidades no cubiertas, para adaptarnos al entorno. Cuando lo hacemos consciente y lo ponemos al servicio de nuestra vocación, en lugar de al servicio de nuestro ego, se pone a nuestro favor.

Descubramos nuestras partes heridas, acariciémoslas, mirémonos con cariño y sigamos adelante.

Tú, la persona más rica de la Tierra,

te comportas como un hijo pródigo;

por favor, regresa a tu patrimonio.

Ofrezcámonos unos a otros la felicidad y aprendamos

a habitar el momento presente.

Alberguemos la vida en nuestros brazos

y abandonemos el olvido y la desesperanza.

Thich Nhat Hahn, El arte de cuidar a tu niño interior

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Confianza online