Inteligencia emocional

El valor de la práctica del silencio interior

El pasado domingo 12 de marzo participé en una conferencia online organizada por Mentorshow e impartida por Pablo D’Ors, sacerdote, escritor y fundador de la red de meditadores ‘Amigos del desierto’. Compartiré aquí los aprendizajes de la misma ya que la meditación es una vía privilegiada para el autoconocimiento y el desarrollo de la inteligencia emocional.

Meditar es para todas las personas porque todas tenemos interioridad; y si es así, tiene que ser fácil. “Todo lo espiritual es sencillo, sólo lo sencillo es espiritual”.

Es importante seguir una metodología. Pablo D’Ors se presenta como seguidor del jesuita Franz Jalics, cuyo libro Ejercicios de contemplación fue su fuente de inspiración durante mucho tiempo. Lo más difícil es querer meditar. Tenemos que ponernos a ello. ¿Qué es lo que amamos? Aquello en lo que ponemos atención. Presenta tres consignas de metodología: 1) Tiene que haber un anclaje con el cuerpo, la mente y el espíritu para poder realizar una escucha atenta. Es importante cuidar lo externo y lo interno. Para meditar él pone las palmas de las manos juntas a la altura del corazón. 2) Hay que seguir el ritmo natural y regular de la respiración y, añade, el corazón. 3) Recitación atenta de un mantra o una palabra sagrada.

Además de la metodología, son necesarias tres actitudes: 1) “Determinada determinación”. Hay que tener sed, anhelo de profundidad. 2) Humildad, que viene de humus – tierra. Hay que fiarse de una propuesta, un libro, una persona… y experimentar un tiempo para entrar en una escucha que tenga raigambre (él suele recomendar 100 días). 3) Constancia, fidelidad en la práctica. Es importante meditar un poco todos los días.

Realizamos, durante un breve tiempo, un pequeño ejercicio. Sentada. Con la espalda erguida, como si algo tirara de la nuca, y el mentón inclinado. Las palmas de las manos juntas a la altura del pecho. La atención en el centro de las palmas de las manos. La intención: Repetimos con calma YO (al inspirar) SOY (al espirar). Es muy importante la intención, el orientarnos hacia Dios, el universo o nuestro propio centro. Ante las distracciones, que vendrán, volvemos a llevar la atención a la palma de las manos. Al terminar, inclinamos la cabeza como muestra de respeto.

Nos pueden entrar dudas sobre si lo hacemos bien. Lo importante es practicar y comprender que lo decisivo son los hechos y no los sentimientos. Puso un ejemplo: si vas al hospital a visitar y acompañar a una persona que está enferma, seguramente no te sentirás bien. Lo importante es la entrega de tiempo que has hecho. Si entregamos nuestro tiempo, nuestro cuerpo y nuestra intención lo estamos haciendo bien. Cómo meditamos es un reflejo de cómo estamos. Si vitalmente estoy dispersa mi meditación lo manifestará.

¿Qué ocurre con nuestro desierto o sombra interior? La tradición que sigue Pablo D’Ors es la de los Padres (Madres) del desierto. Se habla de que unas 40.000 personas se retiraron al desierto para llevar una vida contemplativa. Tenemos una idea bucólica de que la contemplación te lleva a un estado de paz permanente. Sin embargo, la paz es un camino largo y sinuoso. Antes de llegar a un cierto recogimiento pasamos por: 1) Distracciones que, como ya hemos comentado, son inevitables (hay que derribar el mito de la mente en blanco). Con la práctica se consigue reducirlas. 2) Sombras, que es todo aquello que no está reconciliado en nuestro interior. No sólo somos seres de luz, también habitan en nosotros las sombras. No podemos dar paz si no estamos en paz. La buena noticia es que hay muchas heridas que se pueden sanar, que podemos limpiarlas.

No hay que tener una mente demasiado pragmática, pero es importante reconocer que los beneficios de la práctica del silencio interior se notan en la vida: 1) Claridad. La meditación ayuda a vaciar la mente. “Menos hacer y más ser”. La identidad no es una construcción, sino un descubrimiento que surge cuando conseguimos quitarnos capas.  2) Coraje. La claridad que obtenemos contribuye a liberarnos de los miedos. 3) Fecundidad. La vida es para dar frutos y el coraje nos permite ser fecundos, fecundas. 4) Alegría, que es el principal fruto.

Me sumo a esta invitación para ser hombres y mujeres de palabra, silencio y acción.

Referencias

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