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Noa y los fanáticos sin memoria

He asistido estos días a la ciclogénesis originada por la doble visita de Noa al Victoria Eugenia donostiarra los días 25 y 26 de febrero, es decir, este miércoles y este jueves. Como bien explicaba el diario Gara de este miércoles, una serie de organizaciones han pedido el boicot a los conciertos como repulsa a la sangrienta enésima actuación de Israel en territorio palestino. No hay que extenderse mucho en valoraciones: fue una salvajada desmesurada, justificada al amparo de una dudosa y maquiavélica “defensa propia”. Hasta ahí creo que existe un consenso más que generalizado. Se esgrime, además, la carta firmada por la propia artista y dirigida a los palestinos, misiva en la que muestra una valiente denuncia de los fanatismos y señala, en una de sus líneas, a Hamas. Creo que el centro del pensamiento de Noa está en estas líneas:

“Y hoy, hoy tengo que decir; tenemos un enemigo que vencer, un horrible enemigo común y debemos trabajar juntos para erradicarlo! Ese enemigo, amigos míos, es el fanatismo. Ese enemigo es el extremismo en todas sus reencarnaciones y manifestaciones.

Ese enemigo es todo hombre que pone “dios” por arriba de la vida, que clama la palabra “dios” como su espada y escudo, que clama que “dios” está de su lado. Judíos, musulmanes, cristianos, todos comparten esta marca negra”.

En cualquier caso se recomienda leer el texto completo antes de posicionarse en lo que considero una polémica gratuita.

Conocí a Noa en 1994. “La Jungla Sonora” llevaba ya unos cuantos años en antena y gracias a excelentes profesionales del Departamento de Promoción de MCA (luego Universal) pudimos hacer una entrevista teléfonica en línea directa con su casa de Tel Aviv. Editaba por entonces su primer disco internacional (algunas grabaciones previas se habían limitado al mercado israelí) y nos pareció un trabajo espléndido. Tanto es así que organizamos una pequeña expedición para su primer concierto entre nosotros; fue en el Teatro Principal de Donostia, en una noche que llovía a cántaros; nunca olvidaré el viaje por la autopista, con auténticos chuzos de punta durante todo el recorrido. Pero mereció la pena, porque pudimos conocerla en persona después de un espectacular concierto. Desde entonces la he visto en varias ocasiones más: en recintos menos apropiados, como La Casilla de Bilbao o el frontón de Fadura en Getxo, y en otros simplemente perfectos, como el Kursaal. Por cierto, esa misma tarde Noa nos dio una gran alegría: permitió que realizáramos una conexión en directo desde el propio escenario del Kursaal; Cristina Ardanza, durante varios años en el equipo junglero, se encargó de traducirnos sus palabras, y la propia Noa, respaldada por su inseparable guitarrista Gil Dor, interpretó dos canciones en riguroso directo. Existe una jugosa anécdota colateral de ese momento, pero será contada en mejor ocasión. En resumidas cuentas, siempre me ha parecido una artista excepcional, por su voz, por sus canciones, por su magnetismo en escena. Y nunca la he juzgado por ser israelí; es más, me parece que algunas de sus canciones en hebreo, “Mishaela” por ejemplo, son simplemente portentosas.

A lo que íbamos. Noa critica en su carta el fanatismo; incluye en su listado a judíos, musulmanes y cristianos. Que unas líneas más adelante cite a Hamás no debe ser separado del discurso general. He titulado este post “Noa y los fanáticos sin memoria” por motivos evidentes, que ahora mismo cuento. El 4 de noviembre de 1995 el primer ministro israelí Isaac Rabin era asesinado por un fanático religioso también israelí. Los disparos, por la espalda, tenían lugar a las 21.40. Acababa de terminar el Concierto por la Paz en Tel Aviv, que había reunido a más de 50.000 personas en el colofón a los Acuerdos de Paz de Oslo. Estos acuerdos significaban el regreso de Yaser Arafat a Gaza en calidad de líder político, al frente de la OLP, organización considerada hasta entonces terrorista. Era el comienzo de una etapa de esperanza en el envenenado conflicto de Oriente Medio. De hecho, a ambos políticos se les concedió el premio Nobel de la Paz. La última artista en actuar en aquel concierto fue Noa. El eslogan fue “Sí a la paz, no a la violencia”. La última canción en sonar aquella noche de invierno fue “La canción de la Paz”. Más claro, agua.

Estoy en contra de la violencia, aunque algunos teóricos la justifiquen. Estoy a favor del diálogo, del intercambio de ideas, del respeto mutuo, de la diversidad cultural. Estoy en contra de mezclar cultura y política; si algo me gusta no miro de dónde es. Es más, siento cierta debilidad por las culturas minoritarias, con los que juegan en desventaja, porque creo que expresan sentimientos más reales, más urgentes, más vivos, son más imaginativos y ricos en matices. He puesto la música de artistas palestinos, y tambien de los israelíes, no tengo ningún problema. Lo que sí me preocupa es que, escudados en argumentos más que discutibles, se pida el boicot a un artista. Me preocupa que estas personas sean fanáticas, que no se paren a escuchar, y que empleen el “conmigo o contra mí”. Si de verdad creen en los boicots a los artistas a partir de enrevesadas justificaciones pretendidamente políticas, les propongo varias ideas para la proxima reunión: boicot a Daniel Barenboim cuando venga con alguna orquesta sinfónica, aunque sea árabe-israelí, boicot a los conciertos de Bruce Springsteen y de Ry Cooder en Bilbao y el de Wilco en Donostia por pertenecer a un pais que ha invadido Irak y Afganistán saltándose la legislación internacional vigente; ídem a todos los artistas británicos que vengan en las próximas semanas por idéntica razón; boicot a los grandes festivales de Euskal Herria (todos los de jazz, el de Blues de Getxo, el BBK Live, el Kobetasonik, el Azkena, etc) por traernos artistas de tan dudoso y belicoso ADN. Boicot a las salas que osen programarlos, si es que los respectivos ayuntamientos no han tomado decisiones más tajantes. Boicot a las tiendas que vendan sus discos. Boicot a las librerías que vendan sus biografías. Y así hasta el infinito.

Recuerdo otros ataques contra músicos: Negu Gorriak fueron llevados a juicio y ganaron; Soziedad Alkoholika fueron perseguidos hasta la extenuación y el juez les dio la razón; Su Ta Gar también sufrieron la suspensión de conciertos; hace poco Des-Kontrol, grupo veterano de punk de Arrasate, se veía inmerso en otra polémica. Curioso: a veces los extremos se tocan. Atacar a un artista por motivos extramusicales huele a fanatismo, huele mal, muy mal. Mejor haríamos en volver la espalda a artistas de dudosa calidad que nos invaden a cada minuto porque cuentan con el apoyo de una descomunal máquina promocional engrasada a base de dinero. Mal vamos si algo tan hermoso como la música se alimenta, por una parte, de zoquetes sin criterio y, por otra, de fanáticos sin memoria.

PD: Como en Radio Euskadi lo ves, os regalo el vídeo de la canción “Beatiful that way”, aparecida en la película “La vida es bella”. ¿Recuerdas la historia? Pues eso.

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