Eugine Alexandrine Marie David nació en París en 1868.  Desde muy joven, ya manifestó su espíritu aventurero. Hija de un francés hugonote y una católica escandinava, ya tenía a sus 20 años más de una historia para contar.

Su libro de ideología anarquista, viajes por Italia, Suiza y por España en bicicleta iban llenando su “mochila de experiencias”. También toco el mundo de la teosofía, estudiando en la Sociedad teosófica con Madame Blavatsky.

 Con 25 años, viajó a la India y a Túnez estudiando el Corán y abrazando la religión islámica. Es evidente, que la “jaula de pájaros” de Alexandra era muy rica. El mundo de la música también estuvo presente en su vida. Fue diva en la ópera de Hanoi, siendo su padrino el compositor Massenet experiencia a la que llegó luego de haber estudiado música y canto.

 También hubo tiempo para el matrimonio. En 1904, se casó con el ingeniero ferroviario Philippe Néel. Enlace que seguramente fue envidiado por más de una por la posición social que este hombre tenía.  Pero Eugine no había sido hecha para el matrimonio. Si bien la relación no era mala, tampoco era completa. Y con 43 años, deja a su marido y se “casa con el mundo”. Egipto, Ceilán, India, Nepal y el misterioso Tibet le esperaban.

 Fue la primer mujer occidental en ser recibida por el Dalai Lama. Corría el año 1912. En la India, conoce al joven tibetano Yongden, de solo 14 años. Yongden se transforma en su compañero inseparable. Juntos, vivieron aventuras fascinantes impensables tal vez para muchos de nosotros.

 Durante dos años, vive en el monasterio chino de Kumbum (cerca de Mongolia). El budismo se revela mientras ella estudia los manuscritos. Su reputación es tal, que los monjes llegan a considerarla hermana. “Lampara de la sabiduría” era la forma en que ellos, los monjes le reconocían.

 Además de estudiar, tenía un sueño: Llegar a Lhasa, la ciudad prohibida. Junto con su inseparable compañero Yongden, parte hacia su sueño. Tres sirvientes y siete mulas les acompañaron en esta peligrosa travesía. Altitudes de 5000 metros, clima hostil, suelo difícil, eran algunos de los inconvenientes. Pero no solo la naturaleza obstaculizaría sus viajes. Los propios funcionarios chinos y tibetanos, también pusieron lo suyo.

 Disfrazada de mendiga tibetana, logra llegar hasta la ciudad prohibida. Lo duro del viaje, hizo que solo ella y su fiel Yongden llegaran. Escribe en su libro “Místicos y magos del Tibet”

 “Mi primer encuentro con un lung gom pa tuvo lugar en el desierto de pastos al norte del Tibet.

Hacia el final de la tarde cabalgábamos sin prisas por una ancha llanura cuando observé, muy lejos, un poco a nuestra izquierda, una minúscula mancha negra que,( …), pude ver que era un hombre. Me sorprendió mucho. Los encuentros no son frecuentes en aquella región y llevamos diez días sin ver a un ser humano. Además, gentes de a pie y solos no suelen aventurarse en aquellas inmensas soledades. ¿Quién podría ser el viajero? (…)

Mientras continuaba observándole con mis gemelos, noté que su paso era singular y que avanzaba con una rapidez extraordinaria. Aunque a simple vista mis gentes sólo podían ver un punto negro que se movía entre las hierbas, no pasó mucho tiempo sin que se diesen cuenta de la velocidad sorprendente que llevaba. Les pasé los prismáticos y uno de ellos, después de haber mirado unos minutos, exclamó: “Lama lung gom pa txhig da”

El hmbre continuaba acercándose y la rapidez de su marcha era cada vez mas evidente. ¿Qué debía hacer si era un verdadero lung gom pa? Deseaba observarle de cerca, hablar con el, hacerle preguntas y también fotografiarle… deseaba muchas cosas.

Pero desde las primeras palabras que pronuncié, el criado que había reconocido el paso del lung gom pa exclamo:

–         reverenda señora, no va a parar al lama, ni hablarle, ¿verdad? Se moriría, de seguro. Estos lamas, cuando viajan, no deben interrumpir su meditación. El dios que está en ellos se escapa si dejan de repetir las fórmulas mágicas, y si los abandona antes de tiempo, le dan tan violenta sacudida que los mata. (…)

–         Había llegado a poca distancia de nosotros. Podría distinguir claramente su faz impasible y sus ojos muy abiertos, que parecían contemplar fijamente un punto situado en alguna parte, allá arriba, en el espacio vacío. Diríase que se desprendía de la tierra a cada paso que daba y que avanzaba botando, como si hubiera tenido la elasticidad de una pelota. Vestía el hábito y la toga monástica usual, ambos muy gastados. Su mano izquierda, sujetaba un pliegue de la toga y permanecía oculta por la tela. Su mano derecha empuñaba un purba (puñal ritual). Al caminar, movía ligeramente el brazo derecho, al ritmo de su paso, como si el purba, cuya punta se hallaba muy alejada del suelo, estuviese verdaderamente en contacto con él y le sirviese de bastón”

 Su rica vida, hace que le reclamen de todas partes para dar conferencias. Su vitalidad, le permitió aun con 70 años, pasar por la experiencia de tener que huir por la guerra civil de China en un vapor acompañada siempre por Yongden.

 Y fue estando de viaje que recibe la noticia de la muerte de su marido a través de un telegrama mientas estaba por la India . Habían pasado los años, y ella nunca había dejado te estar en contacto por carta. En aquel tiempo dijo: “He perdido un maravilloso marido y a mi mejor amigo”. 28 años de separación física, pero también 28 años de comunicación espiritual.

 Su vida, nos deja una rica producción literaria. En 1955 su fiel acompañante Yongden muere. Justito un día antes de su 101 cumpleaños, Alexandra decide ir a renovar su pasaporte. Como ella mismo dijo… “porque uno nunca sabe”.

Pero al poco tiempo muere.

 Rica en experiencia, rica en conocimiento… Alexandra David Néel. La primer mujer occidental en visitar Lhasha, la ciudad prohibida del Tibet