Vivimos la vida entre “dormires” y “despertares”. Cada uno de ellos tiene una potencia impresionante, pudiendo tirarnos tanto hacia abajo como hacia arriba con la misma fuerza. Y nuevamente, si la fuerza es la misma, el poder está en uno mismo cuando ejercemos por derecho la “libre elección”.
Los “dormires” empastan al corazón de tal manera que perdemos la empatía, la solaridad. Despiertan el egoismo y hasta en esos momentos en que parecemos “regodearnos en el dolor”, nos transformamos en el ombligo sufriente del mundo.
Pero por suerte, todos los dormires vienen acompañados de despertares… nos desperezamos, sacudimos la inercia de la desesperación, y otra vez latimos con la vida.
La foto que me acompaña, es de Javier Sanchez, cazador de imagenes y emociones………
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