AUDIO DE LA ENTREVISTA QUE HICIMOS DURANTE EL PROGRAMA A MIKEL EZKERRO.
Contar historias de vida, es algo que me atrapa. Cuando estoy preparando el contenido para el programa, suelo distraerme e ir por caminos insospechados para mi. Y en esos caminos, encuentro historias de vida como esta: la historia de Guillermo Larregui, el vasco de la Carretilla.
Bien sabemos todos, que una de las caracterÃsticas que distinguen a los vascos, es que ni bien escuchan “a que no te atreves aâ€â€¦ algo se revoluciona en su sangre y con un “me cago en la leche†como respuesta, meten primera y salen al encuentro del desafÃo. Y asà comienza la historia del Vasco de la Carretilla.
Se cuenta que Guillermo Larregui, justamente por una apuesta, comenzó desde la Patagonia su curioso viaje hacia Buenos Aires, arribando a la capital un 20 de enero de 1936 justito a las 12 del mediodÃa.
Sobre la fecha de arribo a Buenos Aires, encontré en otra fuente una fecha distinta, situando su llegada un 25 de mayo del mismo año. Mes mas mes menos, eran tiempos en los cuales la presidencia estaba en manos del General AgustÃn P. Justo. Tiempos en los que los bonaerenses disfrutaban de las primeras pelis del cine sonoro mientras en el mundo del deporte Firpo se transformaba en un Ãdolo del box.
Guillermo, habÃa nacido en Pamplona un 27 de noviembre de 1885, emigrando hacia Argentina solo con 15 años allá por el 1900. Como muchos otros inmigrantes, su primer trabajo fue de marino.
Pero eran tiempos en que la Argentina, era atractiva por sus riquezas para las multinacionales. Allà en el sur, una petrolera americana estableció su “campo de trabajoâ€, dando lugar a muchos puestos. Uno de los cuales, fue para él, y Guillermo, marchó rumbo a la Patagonia. Las perforaciones petroleras, estaban ubicadas en Cerro Bagual, Santa Cruz. Y allÃ, entre los compañeros de faena nació la apuesta. Se cuenta en el periódico “Ecos Diarios†de Necochea:
“Nos hallábamos reunidos con varios amigos, comentado los records deportivos. Yo les decÃa que no siempre el ruido que se hace en torno de una prueba deportiva guarda relación con el esfuerzo”, comentó a Ecos Diarios durante su visita.
“Yo me animarÃa, les dije, a cruzar toda la Patagonia a pie y a ir hasta Buenos Aires con una carretilla. Lo tomaron a broma y uno de ellos me trajo una carretilla. Luego, cuando vieron que yo me disponÃa a emprender el viaje y que la cosa iba en serio, se sorprendieron”, agregó.â€
Y el hombre empezó a caminar
““Cuando salà de Santa Cruz, la gente decÃa: Ahà va Larregui con su carretilla. ¡Está loco! Lo mismo decÃan mis compañeros, pero yo les contestaba: No importa, iré yo solo al manicomio”.
Nadie me podrá quitar la dicha de ser sueño de mi propio destino. Palabras recogidas del libro “El vasco de la carretilla†del periodista bilbaÃno Txema Urrutia.
Bien podrÃa la figura de Guillermo estar en cualquier libro de viajes, pues no contento con su viaje de tres mil kilómetros a Buenos Aires, decidió continuar:
- De coronel Pringles hasta la frontera de Bolivia entre 1936 y 1938
- Desde Villa MarÃa en la provincia de Córdoba en 1940 hasta Santiago de Chile
- Y su último viaje que finaliza en Cataratas del Iguazú en 1949. Lugar donde termina su aventura luego de 13 años de caminar y caminar, construyendo su casa en Misiones.
A su paso por Necochea, el cronista del diario Ecos Diarios lo describe de esta manera en un artÃculo del 21 de enero de 1936:
“Un vasco sencillÃsimo, modestamente vestido. De baja estatura, delgado, rubio y de bigotes. Tiene 50 años de edad y es oriundo de Navarra. Su conversación denota que es un hombre de cultura. Entre sus maletas, trae libros, pues es muy amante de la lectura. “
Un artÃculo que me lleva a imaginarlo cuando paraba a descansar, abriendo sus maletas y sentándose a leer en algún rincón de la Argentina.
En esta aventura, la carretilla era su fiel compañera: más de cien kilos de equipaje tirados por el mismo. La rueda de la carretilla, la habÃa recubierto con la goma de un automóvil para facilitar el rodamiento. Y con una correa enganchada en sus hombros y de allà a la carretilla transformaba este medio de transporte en un verdadero “tracción a sangreâ€. Sus libros y otras pertenencia, la carpa, todo en la carretilla y….. a caminar y caminar.
Y hablando de la carpa, esta no era solamente para dormir, sino que también se habÃa transformado en un testigo de su hoja de ruta. A medida que caminaba, iba dibujando el mapa de la República en la carpa, indicando las ciudades y pueblos recorridos.
Su viaje, como todos los viajes, no estuvo exento de contratiempos. Cuenta que la etapa más dura, fue la primera, cuando recorrió las rutas desde la Patagonia a Buenos Aires. El clima implacable del sur Argentino: frio, viento, temporales, nieve, le pasaron factura congelándose un pie que casi pierde. Pero el hombre siguió. No podÃa darse el lujo de perder aquella apuesta!
Cuando pasa por las cercanÃas de Miramar rumbo a Mar del Plata. Los lugareños hicieron una colecta para financiar su aventura. Y sobre esto, bien lo explica el periodista Bilbaino Txema Urrutia en su libro “El vasco de la carretilla†editado por Txalaparta:
“Larregui fue un adelantado a su tiempo en lo que a patrocinio y venta de imagen se refiere, ya que para poder viajar vendÃa las exclusivas de sus llegadas a los pueblos a los periódicos más importantes, al tiempo que se hacÃa fotografÃas que comercializaba como postales.â€
Llega hasta Buenos Aires, donde nuevamente, su cuerpo le obliga a parar: dos meses de convalecencia, su cara hinchada, debilidad…. Pero esto tampoco fue impedimento para que una vez recuperado, siguiera adelante.
Y aquà en Buenos Aires, se desprende de esta compañera incondicional (la carretilla) donándola al museo de Lujan, allà nomás de la BasÃlica de Nuestra Señora de Lujan, virgen que es reconocida como la Patrona de la República. Museo que por aquellos tiempos era dirigido por el historiador  Enrique Udaondo.
Y como para ser fiel al dicho: “la tercera… la vencida†, cambia no solo esta vez de carretilla sino también regala la que tenÃa en uso en Santiago de Chile a Don Pedro Arregui (persona que no solo fue el que recibe un obsequio sino que se transformó en un amigo incondicional.
Una carretilla de Patagonia a Buenos aires, otra carretilla de Buenos Aires a Chile, y otra carretilla hasta Misiones. Un dos tres…. Y el quijote de la carretilla decidió no caminar mas.
De su tercer viaje, cuando llega a Misiones, se enamora del lugar. Se construye una casita (con latas de colores) en pleno predio de la Dirección de parques nacionales. Su corazón siempre generoso, le llevó a colaborar con la Cooperadora Escolar de la escuelita de Iguazú.
Coleccionista de plantas e insectos, pasaba sus dÃas tranquilamente haciendo de “guÃa turÃstico†a cuanto visitante se acercara. Cuentan que hablaba cinco idiomas, que su compañÃa inseparable era Diana, su perra. Y que propia elección,  tenÃa dos sesiones de gimnasia semanal caminando 16 kilometros cada dÃa, siendo esta la distancia que le separaba desde su casa hasta Iguazú.
Ya me hubiera gustado sentarme junto a él para que me contara alguna de las tantas anécdotas que tenÃa como trotamundo, porque no solo fue Argentina protagonista de sus viajes, ya que en su juventud habÃa recorrido paÃses del viejo continente y Africa del Norte.
Guillermo vivió en su casita esperando que llegara el prometido subsidio, subsidio que por cierto nunca llegó. Falleció un 5 de julio de 1964, pero allà quedó su casita como otra atracción del parque. Y Allà quedó flotando entre la humedad y la exuberancia de las plantas su espÃritu aventureros: un trotamundo que solo con sus carretillas, tenÃa el viaje garantizado.
FUENTES
http://www.lanacion.com.ar/1184203-guillermo-larregui-el-vasco-de-la-carretilla
http://www.caletao.com.ar/his/temrelhis/05/vascocarre.htm