¿Acaso
Shakespeare era Shakespeare?
Por Umberto Eco
El novelista de
El nombre de la rosa escribió este relato para
el Almanacco del Bibliófilo 2003, editado por
Edizíoni Rovello de Milán y por e I
A Idus Club. En él, el escritor italiano plantea
de modo risible las dudas y las conjeturas sobre la
verdadera identidad del autor de Hamlet. Las hipótesis
son cada una más delirante y absurda que la
otra. En esa apasionada batalla literaria, él
cuentista hace intervenir, entre otros, al matemático
Georg Cantor y a Silvio Berlusconi
Es conocida desde hace mucho la afirmación
de María Kodama según la cual tanto
las obras de Shakespeare como las de Bacon son fruto
de un trabajo inédito de Pierre Menard, que
después los dos presuntos autores habrían
transcripto de memoria
"Lo único que hubiera
podido esclarecer sus verdaderas identidades habría
sido un análisis de ADN, inconcebible en aquella
época"
Es conocida por los
bibliófilos y los estudiosos del Bardo
la "Bacon-Shakespeare Controversy".
Desde hace mucho, y en particular en algunas alusiones
de Selenus (que por otra parte era el duque de
Brunswick), pero en general en el surco de numerosas
especulaciones nacidas en los ambientes de los
rosacruces, se sospechaba que el verdadero autor
de las obras de Shakespeare era Lord Francis Ba-con.
Pero tan sólo en el siglo pasado y en los
albores del actual apareció una vasta bibliografía
sobre el tema, de la que cito sólo los
textos mayores (y se advertirá cómo
en la polémica participaron también
científicos insignes como el matemático
Georg Cantor): Selenus Gustavus, Cryptomeny tices
et Cryp-tographiae Libri IX (1624); Cantor Georg,
Die Rawley'sche Sammiung von |
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Zweiunddreissig Trauergedich-tenauf
Francis Bocón (1897), Don-nelly Ignatius, The
great Crypto-gram (1888); Durning-Lawrence, Sir Edwin,
Bacon is Shake-Speare (1910); Reed Edwin, Bacon and
Shake-Speare Parallelism (1902), Stopes
C., The Bacon-Shakespeare ques-tion
answered (1889); Theobaid Ber-tram G-, Francis Bacon
concealed and revealed (1930); Theobaid Ro-bert M.,
Shakespeare studies in ba-conian light (1901); Wingston
W. F. C., Francis Bacon (1891).
En resumen, el debate nacía
de la convicción de que un hombre de escasa
cultura e ínfima extracción social como
Shakespeare, en definitiva un actor, no habría
sido capaz de elaborar textos de tanto valor artístico
y profundidad de pensamiento. Más aceptable
parecía la idea de que Shakespeare fuese sólo
un testaferro, o a lo sumo aquel que ponía
en escena y recitaba las obras que se le atribuían,
pero que éstas se debían a un personaje
de gran ingenio y sensibilidad. Nadie en aquellos
tiempos podía exhibir tales cualidades sino
Francis Bacon, filósofo, hombre político,
fino literato como lo prueba su New Atlantis, y profundo
conocedor del alma humana.
Todos los textos citados demuestran,
a veces reeditando las obras shakespearianas y subrayando
o poniendo en rojo los fragmentos relevantes, cómo
toda la Opus del Bardo, tal como aparece en el in-fo-lio
de 1623, contiene alusiones, indicios cifrados, legibilísimos
criptogramas que revelan la paternidad baconiana.
Es menos conocida la simétrica
Shakespeare-Bacon Controversy. Para escribir todas
las obras de Shakespeare, se decía, no sólo
las tragedias sino también los inmortales sonetos,
se necesitaba el trabajo de una vida. ¿Cómo
habría podido Bacon encontrar tiempo para cumplir
esta tarea titánica si no delegando a otros
el trabajo de escribir sus obras filosóficas?
Por lo tanto se había elaborado la hipótesis
de que Shakespeare, de todos modos un hombre de no
poca habilidad, hubiese estado a sueldo de Bacon.
La extracción social de Shakespeare probaría
también la veta de sano sentido común
con el cual están concebidas las obras baco-nianas.
Por lo tanto, Shakespeare habría sido el autor
de las obras hoy atribuidas a Bacon.
La bibliografía sobre el tema
es tan rica como la simétrica citada más
arriba y contiene páginas enteras de la obra
de Bacon, subrayadas e impresas en rojo, en las cuales
aparecen claros indicios criptográficos de
la paternidad shakes-peariana. Y aquí van algunos
títulos que logré recuperar sobre este
fascinante debate: Cantor Georg, Die Rawley'sche Sammiung
von zweiunddreissig Trauergedichten auf Shakespeare
(1899), Donnelly Ignatius, The sfnall Cryptogram (1890),
Durning-Lawrence, Sir Ed-win, Shake-Speare is Bacon
(1920), Reed Edwin, Shake-Speare and Bacon parallelism
(1905); Stopes C., The Shakespeare-Bacon questíon
answered (1889); TheobaldBertram G., William Shakespeare
concealed and revealed (1936); Theobaid Ro-bertM.,
Bacon studies inshakespea-rean light (1903); Wigston
W. F. C., William Shakespeare. En cierto momento,
los defensores de la Bacon-Shakespeare y los de la
Shakespeare-Bacon Controversy se habían puesto
razonablemente de acuerdo. Se podía sostener
que Bacon era el autor de las obras de Shakespeare
y Shakespeare el autor de las de Bacon sin que las
dos teorías entrasen en contradicción.
Por otra parte los cotejos textuales
eran absolutamente indiscutibles en ambos casos. Fueron
acalladas por el escepticismo positivista y rápidamente
dejadas a un lado las objeciones puntillosas de Julius
Stapleton (If so, why?, London, Fa-ber & Faber,
1930), según las cuales si Bacon era el autor
de las obras de Shakespeare y no de las suyas, no
podía haber diseminado en la obra de Shakespeare
indicios referentes a las obras de Bacon, que él
evidentemente podía muy bien ignorar, y si
Shakespeare era el autor de las obras de Bacon, no
había razón para que insertase remisiones
a la obra de Shakespeare, de la que podía saber
muy poco.
De todos modos quedaba abierta otra
cuestión. Si Bacon era el autor de las obras
de Shakespeare no habría podido concebirlas
sin una frecuentación cotidiana del mundo del
teatro -por no decir que no habría podido escribir
sus Sonetos si, en vez de frecuentar diariamente a
la reina Isabel, no hubiese tenido tiempo de frecuentar
a la Dark Lady- y a la inversa, si Shakespeare era
el autor de la obra de Bacon, no habría podido
concebirla sin una frecuentación cotidiana
de la sociedad cultural de Londres y de la misma corte.
Por lo tanto se debe suponer no sólo que Bacon
era el autor de las obras de Shakespeare, sino que
directamente había suplantado a Shakespeare
en la dirección cotidiana del Globe -y viceversa
por lo que respecta a la presunta obra baconiana-.
En consecuencia Shakespeare, o aquel que la gente
reconocía como Shakespeare, era de hecho Bacon,
y Bacon era Shakespeare.
¿De quién son entonces
los retratos que nos han llegado como retratos, respectivamente,
de Shakespeare y de Bacon? Los retratos de Shakespeare
retrataban evidentemente a Bacon y los de Bacon retrataban
a Shakespeare.
¿Pero cuándo se había
producido la sustitución? Si se había
producido durante la edad avanzada de ambos personajes,
ellos habrían sostenido por el resto de sus
vidas una insostenible ficción -y cabe preguntarse
si en semejante estado de ánimo Bacon habría
mantenido la serenidad necesaria para concebir el
Opus shakespe»-riano y Shakespeare la agudez
in-dispensable para concebir el Opus baconiano-. Si,
en cambio, la sustitución hubiera ocurrido,
digamos, en la cuna, entonces de hecho Shakespeare
se consideraba Shakespeare y Bacon, Bacon. Lo único
que hubiera podido esclarecer sus verdaderas identidades
habría sido un análisis de ADN, inconcebible
en aquella época. En consecuencia, a la luz
de esta última hipótesis, Shakespeare
era Shakespeare y Bacon era Bacon.
Por lo tanto, la obra de Shakespeare
era verdaderamente de Shakespeare y la de Bacon verdaderamente
de Bacon.
Muchos de los estudiosos que habían
animado la Bacon-Shakespi re-Bacon Controversy (que
para;. gunos era la Shakespeare-Bacni Shakespeare
Controversy) con tiempo habían cambiado de
o¡ nión, como muestra la bibiliogi: fía
adjunta: Donnellyignatius, Tli, re was no cryptogram
(1899); Dinbabulated (1906), Wigston W. E C., Was
Shakespeare Kaspar Hauser, the masonic mask (1900).
Sólo Cantor se mantenía
insensible al problema gracias a una teoría,
que había elaborado, de la Absoluta Identidad
de los Conjuntos Muy Poco Normales, afirmando que,
si dos personas están locas -y los dos desafortunados
isabelinos no podían no ser locos, o por elección
o por condena, - entonces ninguno de los dos podía
ya saber quién era quién, y el colmo
de la confusión se habría alcanzado
en el momento en que Shakespeare se hubiera creído
Shakespeare y Ba-con, Bacon.
Es claro que, llegada a este punto,
la controversia podía considerarse terminada.
Sólo algunos apuntes para sus últimas
secuelas. Es conocida desde hace mucho la afirmación
de María Koda-ma según la cual tanto
las obras de Shakespeare como las de Bacon son fruto
de un trabajo inédito de Fierre Menard (que
después los dos presuntos autores habrían
transcripto de memoria). Recientemente Antonio Tabucchi
(Sostiene Ulloa, impreso a costas de Mediaset) planteaba
la hipótesis de que las obras, sea de Shakespeare
o de Bacon (y hasta las de Cantor), habían
sido escritas por Pessoa. Casi en el mismo período,
Roberto Calasso, remitiéndose a un voluminoso
manuscrito de ochocientas páginas, producto
de la pluma de Roberto Bazlen, demostraba que ni Shakespeare
ni Bacon habían escrito nunca nada (el primero
porque había sido asesinado de joven en la
Cripta de los Capuchinos de Viena, y el segundo porque
había decidido en el cementerio judío
de Praga,después de haber leído la opera
omnia de Emmanuele Severino, que si el error de Occidente
es el error de Occidente, entonces más valía
quedarse mudo). No obstan te. Adelphi anunciaba la
publicación inédita, en edición
critica, de todas las obras de Shakespeare y de Bacon,
a cargo de Mazzino Colli, ilustradas con las rótulas
mnemo-técnicas de Giordano Bruno. Pero fue
precedido por los herederos de Scheiwiller, que anunciaban
una edición para amateurs, con acuarelas del
nieto de Ardengo Soffici, y por Franco Marta Ricci,
que abria una suscripción para la edición
de lujo, 100 ejemplares numerados de I a IV, en pergamino
árabe con reproducciones de los manuscritos
autógrafos, introducidos por un ensayo de Albuchasim-al-Yagar-Kuwariz-mi-ben-Kal-doun-Hassan-de
Baldach (siglo XII), encuadernados en piel humana,
y 10 ejemplares en papel Fabriano azul, acid-free
y lavables, numerados de 1 a 2456.
Pero ambos proyectos quedaron en una
difícil posición debido a Silvio Berlusconi
que, durante una transmisión del Santero Show
de la televisión búlgara, anunció:
"Bacon soy yo" y agregó: "ad
interim". Después, en respuesta a una
pregunta de los periodistas sobre Shakespeare, dijo:
"Seria mejor Que la gente del cine se ocupase
del cine y no de política". (Traducción
de Hugo Beccacece)
Febrero
2003
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