Inteligencia emocional y social frente a la crisis

Venga, vivamos con actitud.

En 1995 apareció por primera vez en el mercado editorial “Inteligencia emocional”, de Daniel Goleman, doctor en Psicología Clínica y Desarrollo de la Personalidad y ex redactor científico del periódico “The New York Times”, que se convirtió en todo un “best-seller” mundial gracias a los cinco millones de ejemplares que se distribuyeron en todo el mundo, después de ser traducido a una treintena de idiomas.

Hasta entonces se presuponía que las claves del éxito de las personas se basaban casi exclusivamente en su coeficiente de inteligencia (CI). La sociedad tenía totalmente asumido el axioma de que los superdotados estaban predestinados para llevar las riendas de la humanidad. Sin embargo, Goleman echó abajo esta suposición a partir de distintas investigaciones muy avanzadas sobre la influencia de los mecanismos de la conducta y de los impulsos cerebrales en la capacidad de las personas para discernir su futuro.

La inteligencia emocional, según Goleman, estaba más relacionada con el triunfo en los negocios y en la vida que el CI como único baluarte del individuo a la hora de iniciar una carrera profesional y afectiva.

El control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía o la agilidad mental son recursos determinantes del éxito o del fracaso del individuo, de acuerdo con lo expuesto en “Inteligencia emocional”. El déficit de estos recursos puede estar asociado a dificultades en la relación de pareja o trastornos psicosomáticos.

En estos tiempos de crisis en que se necesitan tantos recursos para salir a flote y adaptarse a unos tiempos tan poco propicios, las recetas que Goleman daba en su libro bien podrían recuperarse como una alternativa frente al pesimismo que nos invade.

El éxito de “Inteligencia emocional” animó a Goleman a seguir investigando en estas parcelas tan poco difundidas de las claves del éxito social y ha publicado otro nuevo libro, “Inteligencia social”-aunque fue otro psicólogo estadounidense, Howard Gardner, quien manejó por primera vez este término- en el que actualiza, amplía y añade algunas de las recetas para el triunfo elaboradas en el primer volumen que bien podrían servir como guía para buscar una salida a la debacle global.

Frente al pesimismo y a la sensación de pánico dominantes en estos días como consecuencia de la grave crisis económica que azota al mundo entero, Goleman se muestra optimista y sostiene que en el futuro podrían “fabricarse” trabajadores con las facultades técnicas y sociales determinantes para el éxito ante coyunturas como la actual.

A pesar de su optimismo, Goleman se muestra cauto ante ciertas actitudes de algunos seres humanos empeñados en borrar la senda que conduce hacia la victoria emocional y advierte de la necesidad de restaurar la compasión en la sociedad y de mejorar la capacidad de conectar con la gente necesitada a fin de garantizar la supervivencia de la especie.

Las personas están predispuestas a la empatía, la cooperación y el altruismo, elementos que han resultado fundamentales para la evolución humana, pero se están perdiendo debido a las propias estructuras perversas de la sociedad actual. Un ejemplo palpable sería la sensación de insolidaridad que se registra en estos momentos de crisis hacia los grupos menos favorecidos cuando lo que haría falta es tranquilidad y prudencia para salir juntos de la forma más airosa posible de una situación tan delicada.

El psicólogo recomienda a los gobiernos programas educativos que ayuden a desarrollar las capacidades emocionales y sociales como una opción de siembra temprana que no tardaría en dar sus frutos. Goleman considera que los niños que se instruyen durante su etapa escolar sobre todos los aspectos de las facultades emocionales y sociales tienen menos problemas académicos, se comportan mejor, son menos agresivos en la adolescencia y, en general, se desenvuelven de una manera más adecuada en la vida.

Cualquier país que aplique este método a nivel nacional mejoraría económicamente porque tendría trabajadores dotados de las facultades técnicas, y también de las facultades sociales, que son determinantes para el éxito“, afirmó Goleman durante la presentación de su segundo libro en España. El autor se mostró convencido en consecuencia de que en el futuro será posible crear trabajadores emocionalmente inteligentes, con más empatía y más capaces de trabajar en grupo.

No obstante, para lograr este objetivo hay que desarrollar el “cerebro social”, entendido como una serie de circuitos que orquestan las relaciones interpersonales. La conciencia y la aptitud sociales, traducidas como empatía y destreza, son los ingredientes primordiales con los que se construye la inteligencia social, pilar básico del éxito, del carisma y de la capacidad de liderazgo.

Estas facultades comienzan a aprenderse “desde la primera vez que un bebé mira a su mamá” y, después, cualquier interacción con las demás personas va edificando la inteligencia social.

Goleman establece sin embargo diferencias entre hombres y mujeres en este ámbito. Las féminas están más dotadas para la empatía, para percibir lo que está sintiendo la otra persona en ese momento, mientras que los varones están más preparados para encarar situaciones estresantes.

El estudioso de la “emocionalidad” sostiene que la capacidad humana de conectar con el cerebro de los demás puede llegar a afectar a todas las células del cuerpo, incluso a los genes, de tal manera que las relaciones interpersonales extremas pueden hacer enfermar a alguien.

En este sentido, el psicólogo estadounidense desvela que hay contagios emocionales buenos pero también hay emociones “tóxicas“, de las que sólo se pueden proteger aquellos que están muy equilibrados interiormente.

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