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Cuando el derecho al ocio cuesta el doble

Ayer eldiarionorte.es publicaba este arttículo: “A nadie se le escapa que los caballeros andantes tiraban de esa figura profesional. Escuderos, les llamaban entonces”. Así se refiere Vicente Valero Sanchis, miembro del Foro de Vida independiente y activo velador del cumplimiento de la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, a los asistentes personales. Estos acompañantes, que compara Valero con acierto con el Sancho Panza de ‘El Quijote’ por su vocación protectora, tratan de favorecer al máximo la autonomía personal de las personas con diversidad funcional severa. Les proporcionan la posibilidad de ejercer una vida independiente, a través de la cobertura de todas aquellas acciones que la persona, por sus características físicas, no puede realizar por ella misma. Son un alargamiento de su propio cuerpo.

Los que necesitan de este ‘escudero’ en su día a día, para ser algo más que su bastón de apoyo para vestirse, asearse, comer y el resto de las rutinas diarias, han podido hacerse cargo de sus vidas gracias a ese acompañante. En unos casos se trata de un figura profesional, en la mayoría la tarea la ejercen familiares. En cualquier caso, el colectivo de personas con discapacidades severas reivindica que el asistente personal sea contemplado como tal también cuando se acercan de su mano a disfrutar de espectáculos deportivos y culturales. “Sería como si al invidente le hicieran pagar una entrada por pasar con su perro guía. No tiene sentido que abone porque no acude a ver el espectáculo, de hecho puede que lo aborrezca. Está allí, contigo, para desempeñar una labor: ayudarte”, indica Igor Navarro, un joven universitario con diversidad funcional.

“Sería como pagar entrada por tu perro guía”

Por su parte Carlos Múgica, otro joven con movilidad muy reducida y colaborador de eldiarionorte.es, lamenta las escasas facilidades que le ofrecen desde ciertos clubes deportivos para su colectivo. Está decepcionado con el Baskonia, no por su juego, sino porque le impiden disfrutar de una de sus mayores pasiones, ver baloncesto en vivo y en directo. Le exigen al sacar el abono de la temporada que pague el suyo y el de su acompañante al completo. La jugada le sale al doble que el resto de los aficionados, unos 1.000 euros. Este club no contempla ningún tipo de descuento para esta figura. “Yo no puedo ir solo. Si se me cae algo, no puedo recogerlo, si necesito algo de la mochila que llevo en la parte posterior de la silla, no llego a cogerlo; si como algo, tengo riesgo de atragantarme y necesito ayuda inmediata. Realmente no puedo ni limpiarme la nariz cuando moquea”, reconoce Mújica. Así que se plantea renunciar a una de las pocas aficiones que puede desarrollar. “Tienen que entender que esa persona no va allí a ver el partido, va a ayudarme a mí. Puede que ni siquiera le guste el baloncesto. Se debe desterrar esa idea de que van de gorra, que pasan gratis”, reclama.

Clubs con importantes subvenciones públicas

El tratamiento es similar en la Real Sociedad, mientras que el Athletic y el Alavés sí permiten entrar gratis a los asistentes personales. Los clubes privados no tienen obligación legal alguna de hacer distinciones, aunque ciertas voces entienden que dadas las subvenciones públicas que reciben deberían mostrar alguna consideración hacia este colectivo más cuando ciertos espectáculos como el Circo del Sol sí tienen esa deferencia. “He ido en varias ocasiones a los diferentes espectáculos de la gira y nunca me han cobrado la entrada de mi acompañante”, revela Múgica.

El vacío legal no se ve compensado por lo recogido en la Convención de Naciones Unidas sobre los derechos de las personas con diversidad funcional (discapacidad) .En su artículo 30 habla del reconocimiento del derecho al ocio de este colectivo. Se incide en que los Estados Partes adoptarán las medidas pertinentes para alentar y promover la participación, en la mayor medida posible, de las personas con discapacidad en las actividades actividades recreativas, de esparcimiento, deportivas y culturales generales a todos los niveles, incluido el de espectador. Pero esas recomendaciones no se cumplen en el caso de diversidades severas. “Tenemos vulnerado este derecho porque sí podemos entrar con nuestro asistente personal pero pagando el doble que cualquier otro espectador”, sentencia Múgica. De la misma opinión es Navarro. “Con la prestación económica que te da la Administración es imposible afrontar ese desembolso si eres aficionado y vas con cierta regularidad. Ese gasto no debería recaer en nosotros. ¿A los intérpretes de la lengua de signos que contratan para ciertos eventos les hacen pagar entrada? No, porque van a trabajar. Con los asistentes personales debería ser igual. No te acompañan por gusto. Suelen ir para ayudarte”, insiste Navarro.”

¡FELIZ SEMANA!

Mentxu