La poción del Quijote
El Bálsamo de Fierabrás
En el capítulo XVII del primer volumen de Don Quijote de la Mancha y después de una de sus numerosas palizas, Alonso Quijano le cuenta a Sancho la receta del Bálsamo de Fierabrás, una poción que ya había sido mencionada en otra de sus aventuras. Don Quijote hierve aceite, vino, sal y romero y bendice el bebedizo con ochenta padrenuestros, ochenta avemarías, ochenta salves y ochenta credos. Al beberlo, el Quijote andante padece vómitos y sudores, pero se siente curado tras de dormir. Sin embargo, para Sancho Panza tiene un efecto laxante, justificado por El Quijote por no ser caballero andante.
El bálsamo de Fierabrás es una pócima maravillosa, según antiguas leyendas europeas. Aparece varias veces en distintos cantares de gesta dedicados al héroe Fierabrás. El nombre proviene del francés: à bras fier, «brazo bravo», en el siglo XII. Según la leyenda épica, cuando el rey sarraceno Balán y su hijo el gigante Fierabrás conquistaron Roma, robaron en dos barriles los restos del bálsamo con el que fue embalsamado el cuerpo de Jesucristo, que tenía el poder de curar las heridas a quien lo bebía.
El bálsamo tiene 4 ingredientes básicos: romero, aceite, sal y vino. Las propiedades sanadoras de cada uno de esos ingredientes eran conocidas por Cervantes. El romero era considerado antiséptico y afrodisíaco. El romero se utiliza aún en la actualidad para bálsamos, friegas, infusiones… La mezcla de aceite y vino blanco se usaba en contusiones en la época del Quijote y la sal era utilizada para esterilizar.
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