Pamplona

La periodista navarra Judith Torrea, freelance en Ciudad Juárez, ha vuelto a Pamplona/Iruña para presentar su libro, “Juárez en la sombra”, en el que ha recogido las crónicas “de una ciudad que se resiste a morir”, y con las que pretende “ayudar a reflexionar y que se abra un debate real sobre el narcotráfico”.

Torrea, autora de un blog sobre la ciudad mexicana que mereció en 2010 el premio Ortega y Gasset de Periodismo Digital, ha explicado hoy en conferencia de prensa que lo que persigue es lanzar “un grito de auxilio” por lo que está sucediendo en Juárez, ciudad en la que se registran diariamente entre seis y 27 asesinatos y que permanecen “bajo el amparo de la impunidad”.

“Es una guerra por el control del narcotráfico”, ha afirmado Torrea, quien ha apuntado que las drogas que son “mortíferas” en países como Colombia y México se convierten en “pacíficas” en los países consumidores, y ha pedido que la gente se plantee lo siguiente: “¿cuántos muertos se necesitan para que en Pamplona se pueda consumir un gramo de cocaína o marihuana?”.

La periodista ha tratado de “quitar tabúes sobre los buenos y los malos”, explicando que los narcotraficantes ofrecen “a los pobres el trabajo que las autoridades no han querido crear”, y ha desmentido que los narcos sean “millonarios” o que vivan “en el glamour”: “son políticos y banqueros corruptos”.

Asimismo, ha descrito una ciudad, carente de alumbrado y con el 60 % de las calles sin pavimentar, que es “el paradigma del capitalismo, porque fueron empresarios que explotaron a la población, que es carísima, pero en la que los trabajadores sólo reciben 500 pesos a la semana, es decir, unos 20 euros, por parte de esas empresas de capital europeo”.

Por otra parte, ha señalado que no se han creado institutos de secundaria, por lo que “los niños a los trece o catorce años ya no tienen nada que hacer y empiezan a meterse en el mundo de la droga”.

“Hay 10.000 negocios cerrados, según datos de la Cámara de Comercio de Ciudad Juárez, casas abandonadas, te encuentras cadáveres camino del supermercado, las familias se ven envueltas en tiroteos cuando llevan a sus hijos a la escuela… En ese paisaje, uno intenta sobrevivir entre cadáveres”, ha resumido Torrea.

Se ha referido también a lo que ella ha rebautizado como “Acuerdo de descobertura informativa”, en virtud del cual se pretenden “estandarizar” las noticias que se dan sobre la actualidad de la ciudad, y ha denunciado que “cada vez hay más presión y más periodistas corruptos”, de modo que los informadores se convierten en “partícipes del mayor genocidio en Latinoamérica del siglo XX”.

“Todos los medios reciben dinero del Gobierno, y el presidente Calderón dice que el problema es que los periodistas informamos, porque entonces damos una mala imagen del país, pero el problema es la realidad, y no se abre un debate real sobre la droga porque no conviene, porque hay dinero de por medio”, ha explicado Torrea.

La periodista volverá en diez días a Ciudad Juárez y asegura tener miedo de lo que encontrará al regresar: “tres semanas en esa ciudad, en la que tu vida puede cambiar al minuto siguiente, es mucho tiempo, y me pregunto cuánta gente de la que conozco ya no estará, cuántas de mis fuentes habrán muerto o huido, si tienen dinero”.

Torrea ha admitido que, para enfrentarse a esta situación, tiene que crearse una “coraza muy fuerte que no permita ningún tipo de emoción” y ser “Judith la periodista, no la mujer”, y ha señalado que lo que más duele es “lo que queda, los 10.000 huérfanos”, y más “la reflexión que cubrir los crímenes”.

Lo que le da fuerza es considerar que su “misión es devolver la voz a quien se la arrebatan”, por ello pretende que su libro genere “una reflexión sobre la droga, que se utilice incluso en los institutos como manual, pero es un manual escrito a ritmo de balas, en el que se sienten las metralletas”.

Otro de sus proyectos es formar en sus ratos libres, con talleres semanales, a población autóctona de Juárez, como blogueros y en los principios éticos del periodismo, para que sigan sus pasos y cuenten sus historias, “que parecen de película pero que son muy reales”, y que así haya “más voces alternativas y perspectivas equilibradas”.

“Hay que hablar de las personas, con nombres y apellidos, que saben convertir la adversidad en fortaleza”, ha concluido Torrea.